El camino a la política fascista de la Alianza Verde: la falsa idea de centro que tenemos en Colombia

El camino a la política fascista de la Alianza Verde: la falsa idea de centro que tenemos en Colombia

"Los llamados a no polarizar y el marketing en torno a reclamar el centro, provenientes sobre todo de la línea López-Lozano, esconderían un proyecto extremista"

Por: Omar Yezid Barrera León
febrero 02, 2021
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El camino a la política fascista de la Alianza Verde: la falsa idea de centro que tenemos en Colombia

La filosofía política de las ideas de la libertad señala que la acción individual es el motor de cambio de la sociedad, nunca la acción política, y mucho menos cuando se pretende imponer a través de los medios coercitivos del Estado.

En Colombia son muchas las personas que tienen la convicción que las grandes transformaciones sociales que requiere el país solo pueden tener una solución política. Esa ilusión es alimentada desde el adoctrinamiento tanto en la educación pública como de la confesional, las redes sociales y los medios de comunicación. De hecho, el resultado de eso es una creciente polarización. Las ideas de la libertad, por el contrario, consideran que la acción humana es la herramienta transformadora de la sociedad, como afirmaba Ludwig von Mises, se trata de la sumatoria de billones de decisiones cotidianas y de la cooperación social espontánea y voluntaria, una cooperación que puede tener la forma de relaciones de intercambio cuando se trate del ámbito económico o simplemente de preferencias cuando se trate del ámbito de las ideas y comportamientos, a esto último lo llamamos cultura.

De tal manera, que la realidad de cada individuo que interactúa en sociedad surge del espontáneo proceso de la Acción Humana. En contraposición a la acción humana está la acción política, esta se caracteriza por la ausencia de relaciones espontáneas y voluntarias, que han sido reemplazados por procesos burocráticos y juegos de poder. La acción política en realidad ha reprimido la iniciativa individual y demorado la aceptación de grandes transformaciones sociales. Por ejemplo, desde hace tiempo, personas de un mismo sexo elegían vivir como familia, aunque el reconocimiento del matrimonio para esas personas solo fue validado hasta hace relativamente poco. Lo mismo ocurrió con temas como la libertad individual y el trabajo asalariado frente a la esclavitud, los derechos de propiedad y votación para las mujeres, el divorcio o la libertad de culto, entre otros.

A decir verdad, confiar en la política como instrumento transformador de la sociedad implica perder de vista la real naturaleza del Estado. Para Franz Oppenheimer, el Estado surge de la conquista, la confiscación y el sometimiento. El fortalecimiento del Estado se basa en la explotación económica de una clase, los políticos y burócratas, en detrimento de otra clase, los trabajadores y empresarios. A diferencia del análisis marxista que divide la sociedad entre propietarios de medios de producción y propietarios de fuerza de trabajo, la visión de Oppenheimer observa a la sociedad dividida entre quienes viven de los medios políticos, es decir la clase política, los funcionarios o la clientela electoral, y de otro lado, los privados que viven de medios económicos, como los empresarios, comerciantes, trabajadores asalariados o independientes.

Los medios políticos se alimentan de lo que coercitivamente extraen a los privados, a través de impuestos, inflación, multas y corrupción, para ser concretos quienes viven de esos medios no necesitan pensar en el prójimo para obtener sus ingresos, algo así vimos cuando el Congreso virtualmente no trabajo durante el primer semestre de 2020 con la excusa del aislamiento obligatorio.

Los medios económicos implican siempre la cooperación social y la permanente preocupación por satisfacer las necesidades, gustos y preferencias del prójimo. Los privados recibimos nuestros ingresos solo a partir de pagos voluntarios y cuando media una transacción que provea bienes o servicios que sean de utilidad a alguien más. Vivir de los medios económicos es de facto más complejo y demanda más esfuerzo, requiera la constante interacción con otros y además ser útil a las preferencias y necesidades de los demás. Esa es la razón, por la cual los confinamientos terminaron destruyendo la capacidad de muchas personas para obtener ingresos, les limitaron su capacidad de interactuar con otras personas, pero además las necesidades y preferencias cambiaron abruptamente y no todos pudimos adaptarnos rápidamente a ellas.

 En escenarios de crisis para vivir de los medios económicos es cuando los agentes que viven de los medios políticos salen a vendernos sus propuestas. El marketing que usan los políticos es especialmente atractivo, si nos cobran más impuestos, emiten dinero que causa inflación o se endeudan, es para nosotros y vendrá en la forma de bienes y servicios públicos, además, de empleos lucrativos en los medios políticos como burócratas o contratistas. A cambio debemos aceptar más Estado y dependiendo la preferencia de los políticos que elijamos, debemos ceder más o menos libertades económicas o culturales.

Precisamente en Colombia nos quieren vender la idea de una polarización a dos bandas, siguiendo los modelos tradicionales de las preferencias políticas, nos quieren vender la idea que estamos atrapados entre dos extremos, la derecha y la izquierda, y algunos políticos ven la oportunidad de tender puentes entre esas dos posiciones pretendiendo ser el centro político y atraer con ideas moderadas y conciliadoras. Algo que es absolutamente engañoso y peligroso.

De hecho, el país está atrapado entre tres extremos, por un lado, el uribismo que aglutina las posiciones más conservadoras de la sociedad, nos ofrece cierta libertad económica, aunque con privilegios para los más poderosos, a cambio, debemos aceptar restricciones a la libertad cultural que en general afectan a las minorías o contraculturas. Por otro lado, el petrismo que se impuso como la oferta más atractiva entre las alternativas socialistas, ofrece libertad cultural privilegiando a grandes grupos de población tradicionalmente marginados como los indígenas, campesinos o los jóvenes de familias pobres, sin embargo, propone enormes restricciones a la libertad económica especialmente en temas como el comercio libre, la libertad de precios, la inflación moderada o algunos derechos de propiedad.

Ante esas posiciones antagónicas entre el uribismo y el petrismo, se ha instalado la agenda del Partido Verde, especialmente, la línea promovida por el matrimonio Claudia López y Angélica Lozano. Sus llamados a no polarizar y el marketing en torno reclamar el centro del debate, en realidad esconden un proyecto extremista, tal vez más peligroso que la hegemonía de los anteriores. Concretamente, la agenda del Partido Verde se ha convertido en un tercer extremo, donde la libertad económica tiene serias restricciones y donde la libertad cultural esencialmente desaparece.

El gobierno de Claudia López en Bogotá nos ha mostrado su profundo deprecio por la libertad individual tanto en lo económico como en lo cultural. Sus políticas han llevado a la destrucción sistemática de los medios de producción y supervivencia de miles de familias bogotanas, su política tributaria de facto convirtió a Bogotá en un hábitat hostil a las industrias digitales y los pequeños negocios. La libertad cultural desapareció en la administración López para dar pasó al totalitarismo de lo políticamente correcto, la dictadura de las minorías más radicales y extremistas.

El disenso político en tiempos de Claudia López ha dado pasó a la política de victimización y linchamiento mediático. Se escuda en su condición de mujer para alegar que sus opositores son machistas y agresivos, o usa su preferencia sexual para tildarlos de homofóbicos y retrógrados, pretenden vender la imagen de una mujer de clase media, pero no tiene empatía con ese segmento de la población, y mucho menos con los pobres, como todos pudimos apreciar en el caso del joven vendedor de perros calientes al que le envió la policía con la orden de quitarlo de la vía pública, confiscarle su capital de trabajo, e imponerle una multa. El castigo al ciudadano indefenso usando todos los medios violentos del Estado es propio de los autoritarios, pero el castigo colectivo como ocurre con los confinamientos selectivos y discrecionales es propio de las dictaduras.

La acción política en gobierno de Claudia López se basa en el exacerbado discurso del miedo para desplegar así un modelo de sociedad disciplina y servil, tal cual lo describe Michel Foucault en su obra vigilar y castigar. Dicho sea de paso, Foucault describe una sociedad que cede voluntariamente su libertad y permite el despojo de sus derechos de propiedad y se transforma al individuo en un esclavo sin cadenas.

La falsa idea de centro que tenemos en Colombia pasa por confundir una posición de extremismo estatista y de totalitarismo cultural con una genuina alternativa al uribismo y al petrismo. Lo más parecido para describir la plataforma política de Claudia López y de Angélica Lozano en el Partido Verde es el fascismo, una síntesis de lo peor de ambos extremos políticos y no una alternativa.

El auténtico centro de la discusión política se trata la defensa de las ideas de la libertad, libertad económica y libertad cultural. Se trata del equilibrio entre la Acción Humana y la Acción Política. Trata de recuperar el espíritu de las ideas liberales que están inscritas en nuestra constitución, una constitución llena de garantías para los individuos y con mecanismos que evitan el totalitarismo Estatal.

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