El cambio generacional (I)
Opinión

El cambio generacional (I)

Por:
septiembre 13, 2013
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Así se compren los últimos Iphones, sepan los que es un archivo en formato gif, jpg o wav; así escuchen reguetón y bailen bachata o rumbeen más que los mismos hijos, siempre habrá una brecha generacional entre padres e hijos. Algo que siempre me ha impactado de la generación anterior es la manera de reproducirse como conejos. Hoy en día es inconcebible tener más de tres hijos. Los hombres quieren su varoncito para enseñarle a jugar fútbol como él nunca pudo y las mujeres al menos la parejita para vestirlos, peinarlos y malcriarlos a más no poder. Pero antes pareciera que la única diversión y entretenimiento era meterse debajo de las sábanas a hacer hijos. “Es que antes no había televisor” dicen muchos y probablemente tengan la razón. Por mi lado paterno tengo nueve tíos y tías y por el lado materno, once. O sea, en total tengo veinte tíos y tías, contando al mayor de mis tíos que ya falleció. Somos todo un batallón de veinticuatro primos por un lado y quince por el otro, algo completamente desquiciado para alguien en nuestros tiempos. No me imagino las peleas entre doce, los paseos, las sentadas a comer, los cumpleaños, las matrículas de los colegios, de las universidades, la ropa, la comida, las mascotas, todo compartido, heredado, disputado. ¡Qué locura!

Ahora es prácticamente imposible lograr semejante hazaña. ¿Criar a doce hijos e hijas y darles estudios universitarios a todos? Completamente demencial. Ni se me cruza por la cabeza semejante barbaridad. ¿Se imaginan las horas de trabajo que acumularon nuestros abuelos para lograr tal hazaña? Admirable y a la vez les tengo una compasión enorme. No solo porque la cesárea no era practicada muy comúnmente en ese entonces, sino porque la paciencia y la entrega que debieron dedicarle a la familia debió haber sido inmensa y las ganas de salir corriendo también.

Otra de las diferencias que me parece impactante y que debería seguir practicándose, es la presentación de las damitas a la sociedad. Antes, a los dieciocho años, cuando una niña se convertía en una mujer adulta, se hacía un evento en donde los padres orgullosos daban a conocer que tenían una hija hecha y derecha, digna de cualquier hombre de buena familia, educada, hacendosa y buena ama de casa. Ahora sí que hace falta un ritual de estos. La presentación en sociedad de ahora, la hacen los videos y las fotos que obsesivamente suben en Facebook o cualquier otra red social. La gente se entera de las “damitas de sociedad” por medio de las fiestas que hacen y cuánto se emborrachan, los viajes que hacen y la plata que se gastan, cuántas operaciones tienen y quiénes han sido sus novios hasta el momento. Aunque igualmente pareciera que la promiscuidad viene desde antes porque para tener más de diez hijos hay que empezar a procrear bien temprano.

¿Y qué me dicen del idioma? Parece que los colegios de hace cuarenta años tuvieran todos un problema serio para enseñar la pronunciación de ‘ts’ y la ‘sc’. Díganme si estoy equivocado cuando digo que la gran mayoría de los padres nacidos en los cincuenta o sesenta, tienen la misma dificultad a la hora de decir ‘escena’.  Todos invierten las letras y pronuncian ecsena, como si tuvieran una rasquiña en algún lado pero con una ‘n’. Y sin embargo, a la hora de decir sexta, que esa sí se pronuncia como si tuviera una ‘cs’, la pronuncian sesta y la repiten sin ningún problema. Por eso digo que el problema viene desde el colegio, desde los profesores de ese entonces quienes les heredaron el impedimento a sus alumnos. Esto todavía se sigue viendo ahora, pero muy rara vez en colegios de alta alcurnia y familias prestigiosas y poderosas. La burla y la bataniada serían enormes si por algún motivo a algún niño se le escapa el ‘tasi’o la ‘ecsena’ en clase. Ya me cansé de corregir a mis padres y a mis tíos y tías, es simplemente algo adquirido en esa generación.

Acá en Cali hay algo a lo que llamamos ‘direcciones bugueñas’. No sé si sea porque los bugueños sean brutos para entender direcciones pero el término se refiere a las indicaciones que uno le da a alguien basándose en referencias espaciales sin mencionarle la dirección en ningún momento. Es como decir en Bogotá: “abajito del Andino” en vez de decir 82 con 12. Pues para identificar fácilmente a alguien como de una generación anterior, aparte de la edad obviamente, es que siempre te darán como referencia el Sears de la avenida ‘sesta’ que dejó de existir hace más de treinta años o el Ace Arango’s que dejó de existir hace quince. Pero es aquí donde me doy cuenta que para allá vamos todos, que mis hijos se van a burlar de mí cuando de viejo todavía diga ‘áspero’ para referirme a algo chévere, o cuando empiece a usar referencia a almacenes que pararon de existir hace ya varios años. Ya me sucedió en estos días. El Dari de la sexta no existe ya, pero es imposible sacármelo de la cabeza y no darlo como referencia; la FES ya no está en el lugar de antes y el Club San Fernando lo demolieron hace años ya, y todos los he usado como “dirección bugueña” en lo últimos días. ¿Cambio generacional? Ya la brecha se aminora a medida que se le rayan y descuelgan más las bolas a uno y va adquiriendo hábitos de viejo y costumbres del siglo pasado. Eso está por verse…

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