Mientras las roncas notas de piano surgen de una antigua radio e inundan las paredes enladrilladas, puedo evocar como hoy los días de la infancia, además de las imágenes y sonidos nítidos que traen la voz de Manzanero y muchos otros artistas del bolero, que a través de la Amplitud Modulada de Radio Reloj y otras emisoras eran la compañía de infantes y adultos que trasegaban los días de la ciudad.
Eran días bellos, que discurrían entre la música, que sin embargo eran interrumpidos por los anuncios de barbarie perpetrados en el país, y que desafortunadamente acompañaron y acompañan nuestra realidad; la realidad latinoamericana que se sumerge entre notas de dolor y desigualdad, entre acordes turbulentos de quienes orquestaron la barbarie. No obstante, el niño de aquel entonces comprendía las melodías y el sentido, aunque no el total de las letras provenientes de Armando o Aznavour. Lo demás eran ecos de la realidad, que siguen desentrañándose para nuestros pueblos en nuestros días.
Podía verse al niño tarareando las armonías de los boleros mientras hacía tareas o repasaba por última vez para una evaluación en el despunte del día antes de acudir al colegio. Esta música romántica lo hacía todo más sensible, y permitía evidenciar un mundo cariñoso y un mundo seducido con letras dedicadas al ser amado. Hoy nos damos de la relevancia de esta música y de la importancia de enamorarnos, pero también somos conscientes de los ecos de la otra realidad latinoamericana: una sociedad que, aunque le canta al amor, en la práctica revela que hay otros intereses, una serie de injusticias que se cometen incluso bajo la bandera de la democracia, donde se perpetúan el empobrecimiento y las inequidades, donde se asesina por pensar de manera libre y en especial donde se esconde y enmascara la verdad por preservar el statu quo.
Terminamos el 2020 escuchando a Manzanero, esperando que las calles y las noches donde se conozcan los amados no se crucen por la iniquidad y la injusticia, deseando que exista un mundo con nuevas ilusiones, donde nuestros líderes sociales no teman ser asesinados al levantar la voz por los derechos, o los reclamantes de tierra lo puedan hacer con total libertad, donde lo único que pueda aquejarnos sean los desengaños amorosos y quienes los padezcan puedan ver con tranquilidad por la ventana la gente correr para resguardarse de la lluvia.
