El amor loco que convirtió en un energúmeno a Mario Vargas Llosa a sus 86 años

El amor loco que convirtió en un energúmeno a Mario Vargas Llosa a sus 86 años

Mientras su círculo íntimo intenta enlodar a Isabel Preysler, en España se conocen detalles, insultos y vejaciones que sufrió por los celos enfermizos del Nobel

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enero 07, 2023
El amor loco que convirtió en un energúmeno a Mario Vargas Llosa a sus 86 años

La primera pelea dura fue en Nueva York, a finales del 2015. Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler eran la pareja que adornaba las portadas de las revistas del corazón. Arrancaban una relación en medio de una tormenta. Ella acababa de enviudar del ex ministro de Felipe González, Miguel Boyer y él había celebrado, tan sólo unos meses atrás, los cincuenta años de matrimonio con su esposa-prima Patricia Llosa. Un viaje programado por la firma Porcelanosa, de la que Isabel Preysler ha sido su imagen publicitaria por décadas,a Londres hizo que el Nobel y la socialité coincidieran en un hotel. Un día se les vio bajar juntos a desayunar felices y campantes, sin importarles que las cámaras de los paparazzi, esos que persiguen como una sombra desde hace medio siglo a la Preysler, les tomaran fotos que le rompieron el corazón a Patricia Llosa. El novelista le puso el pecho a la brisa y, sin temblarle la voz, volvió a irse de su casa, como lo había hecho en al menos tres ocasiones, aunque esta vez el portazo, anunciaba él, sería para siempre.

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Fue un amor enfermizo, loco, tardío. En 2015 él tenía 78 años y ella 62. Se habían conocido mucho tiempo atrás, en 1986, cuando Hola, la revista que siempre ha mimado a la Preysler, le pidió que viajara a la universidad de Misouri para hacerle una entrevista al autor de La guerra del fin del mundo. El escritor le hizo ojitos y ella, al acabar la charla, le dijo con evidente coquetería “llámame cuando seas Nobel o presidente del Perú”. Vargas Llosa, obsesionado, se acercó con los años al que por esa época era su esposo, Miguel Boyer, y terminó siendo íntimo de ese matrimonio. La periodista peruana Mona Jiménez, quien era muy cercana a la Preysler, contó que a finales de los ochenta Patricia Llosa la sentenció “Dile a Isabel que deje en paz a mi marido”. Vargas Llosa acechó durante décadas hasta que en el 2015 por fin pudo tener a su oscuro objeto del deseo.

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El amor otoñal tomó vuelo, sin que todo fuera color de rosa. Uno es el Vargas Llosa avasallador socialmente y otro Mario Vargas Llosa en privado. Los viajes no faltaban, y en uno realizado a Nueva York se quebró el cristal. Se trataba de un evento de finanzas en Manhattan en donde el artista siempre se ha sentido cómodo El celular de la Preysler empezó a soñar incesantemente. Vargas Llosa mira de reojo y se da cuenta que las llamadas son de un armador griego amigo de su novia. Se indispuso de tal manera que se retiró de súbito de la reunión. Ya en el hotel la escena que monto el peruano fue tan fuerte y los gritos tan sonoros que varios huéspedes llamaron a la recepción para quejarse del bochornoso espectáculo. Los gritos pasaron a ser un ingrediente de la relación.

Esta vez la enfurecida fue la Preysler. Vargas Llosa  acababa de escribir un ensayo titulado La sociedad del espectáculo en donde se iba lanza en ristre contra la televisión, los programas de chisme y contra la revista Hola, quien era prácticamente la casa editorial de su nueva pareja, conocida por ser la Reina de corazones, ex pareja de Carlos Falcó, de Miguel Boyer, de Julio Iglesias, con quien tuvo a Enrique y Chabeli quienes, de tajo, siempre estuvieron en contra de la relación de su madre. Gonzalo y Morgana, los hijos del Nobel, abominaron este amor tardío. Sólo Álvaro, su hijo mayor, se mostró interesado en conocer a Isabel en los ocho años que duró la relación.

Por amor Vargas Llosa, quien ahora disfruta la lectura de Flaubert como el intelectual que siempre fue, cometió cosas de las que se arrepentirá en los años que le quedan de vida.  Aparecer, por ejemplo, en Master Chef España para apoyar a Tamara Falcó, una de las hijas de su novia, aparecer en un sinnúmero de portadas de las revistas del corazón o, simplemente, ir a cuanta fiesta rimbombante hubiese en Madrid.

Además el divorcio con Patricia le dejó un boquete financiero del que difícilmente podrá recuperarse. La abogada de su ex esposa, Elena Zarraluqui, se movió bien y consiguió que su cliente se quedara con lo mejor del patrimonio familiar: el piso en Nueva York en la calle 57 con octava avenida en el corazón de Manhattan, hasta una serie de apartamentos y casas muy bien situadas en Miraflores, el barrio más tradicional de Lima. Mario se quedó con un apartamento en la calle Saint-Suplice en París y un piso de 300 metros cuadrados ubicado en el centro de Madrid, cerca a la Puerta del sol, a donde se refugio desde el 4 de noviembre cuando ocurrió la peor de las peleas.

A sus últimos eventos, Preysler asistió sin su pareja

Moet-Chandon, la reconocida marca de champañas, invitó a la Preysler a una cena a donde fue, como acostumbró a hacerlo en los últimos meses, sin su pareja. Regresó sobre la medianoche a Villa Meona, la mansión ubicada en Puerta de Hierro, Madrid, donde vive desde hace tres décadas la socialité. Allí la esperaba Mario quien se enfureció al ver que, después de llegar, Isabel se puso a hablar por teléfono con una de sus amigas

-¿Con quién estás hablando a estas horas? Te estás tomando muchas libertades.

La amiga con quien hablaba le reveló a la revista Hola que a los gritos Mario salió, en medio de la madrugada, dando un portazo. Isabel no lo perdonó. El genio del Nobel se había avinagrado en los últimos años. Cuentan, además, que una y otra vez Vargas Llosa le pidió a su pareja que se casaran y esta lo rechazó todas las veces. La inseguridad y la diferencia de edad pesaron para que los celos se exacerbaran. Mario quiso regresar pero Isabel, cansada, decidió que las puertas de Villa Meona permanecerían cerradas para él.

La exclusiva que le dio a Hola enfureció al Nobel quien salió a desmentir el cuento de los celos. Con ochenta y seis años Mario Vargas Llosa quiso mirar hacia y rescatar cincuenta años de historia con su prima Patricia Llosa, pero ella desde La Romana, donde pasó las fiestas de fin de año, parece haber doblado definitivamente la página.  Vargas Llosa mientras tanto permanece en su apartamento  de la Puerta del Sol en Madrid refugiado en la escritura dándole los últimos toques a la novela que escribe desde hace dos años en donde, según dicen, está inspirada en todas las miserias que pasó por culpa de este loco amor otoñal.

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