Donde los pobres se visten con ropa de marca

Donde los pobres se visten con ropa de marca

En 40 locales en Bogotá se consigue desde $15 mil ropa gringa de segunda que llega en contenedores en tan buenas condiciones que todos se sienten estrenando

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abril 10, 2022
Donde los pobres se visten con ropa de marca

La mayoría de clientes de las tiendas de ropa usada esperan a que los locales estén vacíos para entrar. Preguntan y curiosean los arrumes de ropa con algo de vergüenza, pero siempre con la esperanza de encontrar tesoros dentro de las filas de camisas y pantalones y chaquetas y sudaderas y zapatos de segunda que se ofrecen en aquellos locales del barrio San Luis, en Chapinero, el sector de la ropa usada de marca extranjera más conocido que hay en Bogotá.

Eliana Giraldo es dueña de Mercado Internacional, así se llama su negocio, es uno de los veintidós locales que hay sobre la carrera 14a, entre las calles 59 y 60. Por las calles aledañas hay otros veinte. Eliana llegó hace treinta años al sector con su hija recién nacida bajo el brazo. Empezó trabajando como vendedora en el local de ropa usada de su cuñado, el hermano de Óscar Villanueva, quien para esos días era su esposo. Al lado de Óscar, un ingeniero que resultó ser buen vendedor, fueron dueños de más de 10 tiendas de ropa usada que con el paso de los años vendieron poco a poco. Hoy, después de un tranquilo divorcio, les quedan dos: Eliana se quedó con una y Óscar con la que está justo al lado, la cual atiende y administra su actual esposa.

El vender ropa de segunda ha sido el único oficio que Eliana Giraldo ha conocido desde hace más de 30 años, con el cual levantó su familia. Es el único oficio que ejercerá hasta que se canse de trabajar. Foto: Leonel Cordero.

—La ropa usada es un buen negocio, claro que antes era mejor que ahora— dice Eliana, mientras reacomoda un par de chaquetas. Ella es de baja estatura, delgada, de cabello bien alisado, ennegrecido y abrillantado con tintura fina que junto al sencillo maquillaje que lleva y la ropa deportiva de segunda que viste, traída de Estados Unidos, de marca Old Navy, aparenta unos 10 años menos de los 50 que tiene.

Trabajó con su cuñado menos de un año. Aprendió a comprar y a vender ropa de segunda. Aprendió a leer las necesidades de los afanosos y apenados clientes. Aprendió lo que se vende y lo que no. Aprendió que los hombres compran más ropa de segunda que las mujeres. Aprendió que a una prenda se le puede ganar hasta el ochenta por ciento. Después de aprenderlo todo no dudó en aceptar un local que le estaban ofreciendo por cinco millones de pesos de aquellos años 90. Durante aquella década pudo hacer buen dinero con la entrada en juego de la apertura económica, un término que ni Eliana ni los demás vendedores de ropa usada conocían ni les importó conocer, pero que les facilitó la llegada de toneladas de ropa traída desde Estados Unidos en contenedores. En ese momento lo que ya era un buen negocio se hizo un negociazo.

En estas tiendas se consiguen algunas prendas muy finas y económicas que un ciudadano del común con un bajo salario no podría comprar en una tienda de marca. Foto: Leonel Cordero.

Por aquellos días aparecieron unas personas ofreciendo lonas de camisetas, camisas, jeans y varias chaquetas de segunda traída desde los Estados Unidos, donde usan la misma ropa por muy poco tiempo y luego la venden o la regalan, principalmente por los constantes cambios de clima. Las tuladas se piden por prenda y en promedio cada paca, que contiene unas 50 prendas cuesta unos 300 mil pesos.

Antes de la llegada de las tuladas de ropa americana que compra a ciegas, llenaba los escaparates de sus tiendas comprando a domicilio. Publicaba avisos en las desaparecidas páginas amarillas y los interesados en vender ropa vieja o de sus familiares muertos la llamaban. Óscar Villanueva cogía el carro, iba y negociaba y volvía con las sillas de atrás y el baúl repletos de ropa y zapatos. También le compraban a los gomelos que buscaban en el barrio San Luis plata fácil y rápida para salir de apuros o para bebérsela en una noche de farra.

Luego de que las importaciones de ropa de segunda desde Estados Unidos se volvieran más rentables por bajos costos en impuestos, los negocios del barrio San Luis y los de la Plaza España, en el centro de Bogotá, que también era un punto de compra venta de ropa de segunda mano, crecieron como espuma. Fue la oportunidad para que los más pobres se pudieran vestir con ropas de marcas norteamericanas originales a muy bajo costo. A los locales llegaron y siguen llegando por la misma vía, chaquetas, busos, camisas y pantalones de etiquetas como Levis, Diesel, Polo Ralph Lauren, Calvin Klein, Tommy Hilfiger, Old Navy, Gap, Banana Republic, Abercrombie y Columbia, entre muchas otras.

No solo ropa se consigue en estas tiendas, allí también venden calzado de segunda con algunas posturas que parecen nuevos. Foto: Leonel Cordero.

Las chaquetas Columbia o The North Face, que son térmicas o fabricadas con plumas, que en un centro comercial puede costar en promedio un poco más del millón de pesos, en estas tiendas se consiguen a menos de 200 mil. Las camisas de buena marca que fácilmente pasan como prendas nuevas en estos locales de Chapinero no pasan de 40 mil. Pero son los jeans, la prenda que los compradores buscan más en estos estantes. Levis y Diesel son las marcas solicitadas y las que escasean, un pantalón de estos se puede conseguir por unos 50 mil pesos.

Mientras que en una tienda de ropa nueva una pinta completa puede costar más de 600 mil pesos, con esa misma platica en las tiendas de ropa usada se visten completamente tres o hasta cuatro personas y todos con costosas marcas. Según cifras de entidades como Inexmoda y la Cámara de Comercio, este mercado mueve anualmente en Colombia unos 40 millones de dólares.

No solo los pobres que se quieren vestir fino son los clientes de esta parte de Chapinero. Jóvenes irreverentes que buscan ropas extrañas y antiguas que ya no se consiguen en las tiendas tradicionales, también buscan en estos sitios sus tesoros. Actores de teatro y vestuaristas de programadoras son otro público que le hacen buena compra a los ropavejeros. Si se está de buenas en estas tiendas también puede conseguir ropa nueva que se le han comprado a marcas grandes que les quedan como saldo de colecciones viejas.

En el barrio San Luis de Chapinero hay por lo menos 40 tiendas donde fácilmente se pueden armar pintas de marcas finas con un presupuesto cómodo. El mercado de ropa usada lleva en Colombia más de 60 años, empezó en la Plaza España, en el centro de la ciudad. Foto: Leonel Cordero.

Elvira Arévalo es otra comerciante del sector. Lleva 20 años vendiendo ropa usada en la misma esquina en su tienda Othello; es la especialista en ropa antigua. En su local, al que pareciera no caberle un vestido más, hay faldas y blusas floreadas, que, aunque a primera vista parecen hasta nuevas, tienen más de 30 años. Parece que el tiempo en su tienda se hubiese detenido en los años 60 y 70. Según lo dice Elvira, ella tiene prendas que no se consiguen en otro lugar. Varias de las clientas de Elvira, son vestuaristas de Caracol y RCN y otras productoras que encuentran entre los montones de ropa los vestidos perfectos para los novelones de época.

De unos años hacia acá, usar ropa de segunda se ha vuelto moda. Ahora la ropa usada también se consigue en internet. Hay varias aplicaciones especializadas en ese mercado. Los emprendedores digitales, aunque son competencia, también son sus clientes de Chapinero, donde surten sus galerías.

Aunque a los compradores les sigue dando pena comprar ropa de segunda y poco lo admiten, este mercado lleva más de 50 años en pie. En promedio Eliana Giraldo y sus colegas venden al día unos 300 mil pesos. La ropa de segunda es un buen negocio porque vestirse es una necesidad. Y mucho mejor si se puede hacer con ropas finas mientras se le hace trampa a la vida con un salario mínimo.

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