Doctor Duque, grite “el Presidente soy yo”
Opinión

Doctor Duque, grite “el Presidente soy yo”

La metamorfosis de Duque lo lleva en momentos a olvidar que el elegido fue él, a poner las grandes decisiones en manos de Uribe, y quedar sin cómo ripostarle a Trump

Por:
mayo 14, 2019
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No es fácil para mi ser duro, o más bien, crítico, con Iván Duque Márquez. Lo conocí de muchacho cuando cursaba sus estudios universitarios. Sin duda, para decirlo de una manera muy colombiana, se trata de un buen tipo. Fui amigo de su padre. Más de lo que el hoy Duque Presidente pudo haberlo sabido. A su señora madre también tuve el gusto de conocer y tratar desde hace ya rato.  Digo esto porque son realidades afectivas que hacen que la visión que pueda yo tener del joven presidente corresponda a esos lazos que marcan mucho en lo personal. Y lo consigno porque nunca pensé tener que referirme a Duque Márquez de la manera que lo voy a hacer.

Entendí siempre que el actual mandatario tendría un gran porvenir. Joven, juicioso, bien formado, con las puertas abiertas y avenidas de fácil tránsito. Tanto como para haber escalado de la noche a la mañana a las más altas esferas del Estado. Senador de la República, como salido en un cubilete, y luego, ni más ni menos, presidente de Colombia. Creo que ni él mismo se lo creyó. Y está bien que esto hubiera sucedido porque sirvió de ejemplo para demostrarle al país que la democracia también puede producir milagros.

Pero creo que Duque Presidente no está contento. Todo lo contrario. Bien aburrido debe sentirse. Y más aún, debe estar triste. Porque fue formado para hacer el bien, no para ser el personero amarrado de lo que no cree ni siente; de lo que repugna a sus más elementales principios. Es que sin quererlo –me atrevo a decirlo-, no ha podido ser un buen ejemplo, mucho menos intérprete de esta sociedad nuestra que a su llegada al Solio de Bolívar se alegraba de estar alcanzando la paz en unos términos aplaudidos por la comunidad internacional. Veníamos siendo un norte guía para todas las naciones del planeta. Nos esforzábamos por dejar al margen nuestra historia de violencia y enamorábamos, por decirlo así, al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a los más conspicuos tribunales de justicia y de derechos humanos del mundo, sumando a ello el beneplácito de líderes de gran tamaño reconocidos por su trabajo por la paz y el entendimiento al interior de sus países y del globo entero. Y llegó Duque so pretexto de grandes propósitos que se tornaron en maquiavélicos haceres, dirigidos más bien a apagar la llama de esperanzas colectivas en general, de los desamparados y de los anhelantes por vivir en una patria mejor. Esto, por haber alcanzado, él, Duque, el poder, llevando a sus espaldas una irredimible y funesta carga hipotecaria.

Seré asertivo. Asertivo a la manera que lo entienden los psicólogos: directo, sin esguinces, crudo, sin rodeos. Porque no hay derecho a que por circunstancias de coyuntura y por razones políticas se esté prestando el doctor Duque a ser objeto de un cambio personal tan extravagante como para llevar a pensar a quienes lo conocimos, que está sufriendo una metamorfosis mental integral (no biológica); sin aparentar vergüenza alguna, que la tiene, así se proponga guardar las apariencias.

Lo que me extraña muy particularmente es que la metamorfosis que viene padeciendo Duque lo ha llevado a un estado de confusión sin precedentes. Tanto como para estar poniendo en duda, sin darse cuenta, el nombre del jefe del Estado. Olvida en momentos que el elegido fue él. Alzheimer bien rara; como para que en los más delicados momentos, cuando se trata de tomar decisiones significativas, se ponga en manos de una especie de mandante que de tiempo atrás dejó de ser claro por el número de interrogantes que sobre él recaen. Trátase del dueño de la hipoteca: el expresidente senador Uribe. ¡Quién lo creyera! Uribe primero, Duque el segundo.  Tanto como para que el doctor Uribe haya pasado de patrocinador a dueño, y esto a la velocidad de la luz. Y es que todos nos hemos dado cuenta. Así, cuando lo de fondo está por definirse, Duque le dice a su “Presidente” Uribe: “Siga no más, y tome usted la silla”. Y como “sin querer queriendo”, Uribe, además de jefe de las bancadas del gobierno en el Congreso, se vino a posesionar de la Presidencia del Senado, del Ministerio del Interior, del de Relaciones Exteriores y de las carteras de Justicia y Defensa. Eso sí, sin haber logrado atar esa rueda suelta que por ahí anda como desbocada, la señora vicepresidenta.

 

 Uribe se da el lujo de permitirle el ejercicio de algunas funciones públicas.
Particularmente si se trata de aquellas que tocan con el trabajo sucio.
Por ejemplo, objetar la Ley Estatutaria de la JEP

 

Claro está que, en efecto, Uribe, mientras el Presidente hijo de la urnas no se le descarrile, se da el lujo de permitirle el ejercicio de algunas funciones públicas. Particularmente si se trata de aquellas que tocan con el trabajo sucio. Por ejemplo, objetar la Ley Estatutaria de la JEP. Primer atentado en la historia contra el necesario control constitucional creado por la Constituyente de 1910 para mantener el orden y las seguridades jurídico-institucionales. Un verdadero atentado ciertamente, del Estado contra el Estado mismo.

No vamos a negar que el doctor Duque, así se equivoque en ocasiones, ejerce por cuenta propia los oficios de su cargo. Muy restringidos, eso sí, porque él mismo se ha encargado de minar su capacidad de gobernanza. Sí dice desde las tarimas que le ponen en los pueblos, “iremos hasta las últimas consecuencias”. O, “pido que se investigue”. O, “deténgalo” (sin competencia para ello). Y busca tramitar leyes, casi todas, a la luz de su tenor, ajenas a sus promesas de campaña. Esa es, precisamente, la tragedia de ser segundo, no primero. De allí su incapacidad de ripostar con entereza cuando la cabeza del coloso del norte le canta en sus narices que habrá guerra en nuestro continente, tratándolo de comprometer. Y la timidez y lentitud al contestar el humillante reclamo por la forma y fondo, que le hizo el mismo capataz por el aumento de los cultivos ilícitos y por estar enviando colombianos indeseables a USA. O el no saber qué hacer o qué decir cuando un todo poderoso mide la fortaleza de las instituciones patrias simplemente mencionando la palabra “visa”. Sin que esto signifique que no haya hecho presencia en Silicon Valley, situado en la bella bahía de San Francisco de California, so pretexto de contagiar al país de la modernidad.

Pero aterricemos doctor Iván Duque Márquez. Sin duda no está cómodo. Usted es capaz, tiene con qué, aún tiene tiempo. Más bien regrese por sus fueros. Los de sus mayores, los que distinguen a los ciudadanos libres, sencillos, de bien. La patria así lo espera. Todos le hacemos fuerza por rudos que podamos sonar. Cumpla usted el juramento que hiciera el 7 de agosto de 2018. Eso fue ayer no más. Dé un primer paso: grite a los cuatro vientos ¡el Presidente soy yo!

 

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