Dimos el primer paso, ahora empieza el reto

Dimos el primer paso, ahora empieza el reto

"El país necesita que las nuevas generaciones entiendan la posibilidad histórica que tiene Colombia"

Por: Jesús Alberto León
junio 28, 2017
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Dimos el primer paso, ahora empieza el reto
Foto: News Colombia

Hace unos días hablaba con un amigo italiano que se encuentra realizando una investigación sobre el cacao y me llamó la atención la emoción con la que me contaba uno de sus primeros viajes a las zonas más rurales del país. Sobre todo, me atrajo una frase que dijo: “me siento en la verdadera Colombia, me está gustando mucho. Lo que veo diariamente en Bogotá está muy alejado de esto” y traigo esto a colación porque creo que es uno de los principales problemas que se avecina en el marco de posconflicto. Vivimos en dos realidades distintas: el país urbano y el país rural.

La entrega de las 7.132 armas por parte de las FARC a la Misión de la ONU es sin duda una de las mejores noticias en la historia del país. Lograr consolidar unos acuerdos, que independiente de lo a favor o no que se esté con ciertos puntos, permiten que cerca de 7.000 combatientes dejen la selva para reintegrarse a la vida civil, es un hecho positivo por donde se le mire. Colombia ha sido víctima de un conflicto salvaje, que ha dejado más de 6.5 millones de desplazados, 12 mil secuestros y aproximadamente 8 mil asesinatos selectivos. Así que lograr que parte del conflicto pase a ser un debate en el Congreso, es un paso enorme para nuestra realidad.

Si bien este primer paso emociona y permite que empecemos a pensar e imaginar un país que pueda desarrollar todas sus condiciones y potenciales, no se puede desconocer que el verdadero reto está en los meses venideros. Sobre todo, en que la ejecución de este acuerdo va a recrudecer disputas y conflictos, tanto políticos como territoriales que van a demandar de una acertada toma de decisiones, desde Bogotá, para el grueso del país.

Dentro de estos retos, los principales podrían agruparse de la siguiente manera:

Población dividida: Después del plebiscito del año pasado el país quedó dividido. Si bien ganó el no, lo hizo por una mínima diferencia, y con un abstencionismo del 60%. Esta situación recrudeció el discurso populista y politiquero de ciertos sectores, que han visto el arremeter contra el desarme de las FARC como uno de sus mayores argumentos para aspirar a la presidencia el año 2018. Las redes sociales también han sido muestra de esto. Se ha alimentado un discurso radical, en el que la diferencia ideológica se convierte en guerra verbal.

Falta de carisma: Uno de los grandes problemas que se ha presentado para el gobierno durante el acuerdo es la falta de popularidad del presidente. Santos ha sido un líder estratégico, que supo realizar las alianzas correctas en el momento indicado, pero su falta de carisma sin duda ha afectado la forma como la población lo ha recibido. El índice de aprobación del presidente ronda el 20%, y esto resiente su toma de decisiones.

Historia de violencia: Entender la realidad del país no es fácil. Nuestra historia ha estado manchada por una situación de constante violencia que se remonta al Siglo XIX, y de la cual nunca nos hemos podido desligar. Los intereses políticos y el distanciamiento de la clase dirigente a las poblaciones rurales han llevado a convertirnos en el tercer país más desigual en el continente, solo superados por Haití y Honduras. Para muchas personas el perdón se asume como una derrota ante un grupo ilegal que destruyó centenares de vidas, que obligó a miles de personas a desplazarse de lugar de origen, dejándolo todo atrás, por un conflicto que ni siquiera entendían. Así que, es muy difícil juzgar que se sientan mucho más a gusto con la política y el discurso bélico del ex presidente Uribe.

Diversos actores armados: Si bien el gobierno se encuentra realizando diálogos de paz con ELN, la segunda guerrilla más grande del país, el gran problema lo representan las bandas criminales o clanes que están esparcidos por todo el país. Muchos de ellos controlan grandes zonas de la población, como sucede en el pacífico del país. En charla con BBC Mundo, Luis Enrique Sinistierra, subsecretario de desarrollo de Iscuandé (Nariño), decía: "Hoy en día quizás en las ciudades no se vivan estas cosas, pero acá hoy la guerra ha comenzado en estos municipios del Pacífico donde las FARC hacía presencia, la guerra ha comenzado su proceso"

Reinserción a la vida civil: Son cerca de 7.000 los ex combatientes que van a buscar adaptarse a la vida civil. Esto requiere oportunidades laborales, pedagogía comunitaria y educación. La Colombia rural carece de un sistema que pueda permitir ofrecer las condiciones propicias para esto, y esto puede representar un gran problema. Un ejemplo de proceso de posconflicto desafortunado, como lo fue el caso de El Salvador y la consolidación de las Maras, demuestra que si bien el primer paso puede ser correcto, si no tiene un plan estratégico, que permita una vinculación positiva y con oportunidades de los ex guerrilleros, el conflicto puede ser aún peor, sobre todo en las zonas que han estado desamparadas por el estado.

Estos puntos de discusión obligan a que, durante su último año de gobierno, el presidente Santos, y, sobre todo, quien sea el próximo ocupante del Palacio de Nariño, entiendan que la historia de nuestro país le ha dado la espalda a la Colombia que no está en la metrópoli. La situación ha dado la oportunidad al desarrollo de un nivel de desigualdad y corrupción que no permite el desarrollo del país. La toma de decisiones debe generarse más allá de un escritorio, se debe velar por los derechos de aquellos que se expresan, se deben presentar condiciones que permitan el desarrollo social, y la educación debe ser uno de estos motores.

Es hora de tomar en serio el tema y exigir inversión y mejores condiciones. El país necesita que las nuevas generaciones entiendan la posibilidad histórica que tiene Colombia.

Gabo, en Cien años de soledad decía: “Todos soportaban con la misma estolidez el peso de los morrales y las cantimploras, y la vergüenza de los fusiles con las bayonetas caladas, y el incordio de la obediencia ciega y el sentido del honor”. Hoy, después de 52 años, podemos decir que vamos enterrando poco a poco un pasado que nos ha lastimado, que ha dejado infinidad de víctimas, pero que va a requerir un esfuerzo enorme de la población para saber perdonar y reconstruir entre todos.

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