El detrimento de las grandes ideas

El detrimento de las grandes ideas

"La violencia no se deriva de la pobreza, sino de las formas en que nuestros gobernantes buscan forjar sus riquezas y mantener su dominio"

Por: Wendy Vasquez
mayo 10, 2017
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El detrimento de las grandes ideas
Foto: Pexels

“No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar”— Sócrates

Para nadie es un secreto el hecho de que en Colombia ni las drogas ni las guerrillas son los problemas más grandes que tiene el país, tal y como lo señala el economista James Robinson. El verdadero mal que nos aqueja desde vieja data ha sido la violencia como intención política, no en un sentido partidista como fue visto en esa época, sino como un enjuiciamiento a las élites gobernantes responsables del derramamiento inescrupuloso de sangre . La sociedad colombiana se ha visto afligida por el sistema capitalista y neoliberal que con sus directrices estructurales nos ha gobernado con el único propósito de que los pobres sigan siendo pobres y las familias en el poder sigan enriqueciéndose con el sudor de nuestra frente y cediéndose el mandato de lo que han dejado de país cada cuatro u ocho años (por mal que les vaya).

El propósito principal de este escrito es hablar sobre el papel de la sociología y los estudios de la violencia en Colombia, teniendo en cuenta, pues que en 1959 dos grandes pensadores colombianos fundaron la primera Facultad de Sociología en América Latina, precisamente en vísperas del resurgir de la violencia, pero ahora con un contenido mucho más político e ideológico. Los diversos problemas que afrontó la sociedad colombiana en las décadas de los 40 y 50, hicieron pensar a muchos ideólogos entre ellos el Dr. Orlando Fals Borda y el sacerdote, sociólogo y guerrillero Camilo Torres Restrepo, quien ayudado de las orientaciones de la Teología de la Liberación, descubren que es de vital importancia un cambio en la situación actual del país en esa época. De allí se plantea entonces la necesidad de una reforma social agraria, la justicia social, el movimiento de Acción Comunal y el desarrollo y progreso para el bienestar de la comunidad.

Es importante hacer hincapié en que la concepción de violencia no está desligada de esta ciencia social, por el contrario en varias fuentes ha sido trabajada con relación a la investigación y el desarrollo de las teorías sobre el conflicto, la dominación y el cambio social. Y como lo veremos a lo largo de éste escrito, se asocia generalmente a conceptos como poder, explotación, coacción y autoritarismo.

Si bien, desde mi punto de vista son tres los factores desde el campo de la propuesta sociológica de estos personajes que lograron recoger todo lo que ha sido el fenómeno de la violencia colombiana, para ahondar en sus estudios y evaluar las posibles acciones “correctivas”. Tenemos entonces: primero, un panorama de la violencia centrado en las disputas de poderes entre las clases sociales; segundo, la representación del eje religioso en la prolongación de la violencia, y por último la desorganización colectiva de los diferentes actores sociales del país.

Desde años atrás, hemos visto cómo entre liberales y conservadores solían disputarse el dominio del país y los privilegios que éste significaba para cada partido, es así como se dan los sucesos anteriores al 9 de abril de 1948, el asesinato de líder popular Jorge Eliécer Gaitán, las operaciones cívico-militares contra las llamadas “Repúblicas Independientes” en 1965 y el nacimiento de las diferentes fuerzas armadas del pueblo (FARC-EP- ELN, M-19, EPL, entre otras) fruto de diferentes corrientes ideológicas (Marxismo-Leninismo, entre otras) en pro de cambiar la situación de precariedad en la cual se encontraba sumida el país y sin duda alguna era una nueva forma de reivindicar y legitimar las diferentes formas de luchas que también se estaban dando en América Latina. Así como fue identificado antes y puede extrapolarse ahora en el siglo XXI, para nadie es un secreto que existen diferentes conflictos que de forma directa o indirecta afectan a la célula primordial de toda sociedad, los cuales encontramos en la violencia sectorizada local o regional, como consecuencia del regalito que deja el mandato del honorabilísimo presidente Uribe: el paramilitarismo.

Es importante hablar de estos personajes responsables de que el flagelo de la violencia se siga viviendo en la actualidad, pues de alguna manera con la desmovilización de las guerrillas, su objetivo primordial es consolidar su reinado criminal en regiones olvidadas por los gobiernos locales, regionales y por supuesto el nacional. Para no ir muy lejos podemos hablar sobre la situación actual que enfrenta la zona del Catatumbo. Entonces, podemos percibir cómo sin importar si se es liberal, conservador, de derecha o de izquierda cuando se habla de poder y beneficios unas clases se creen superiores y entrar a dominar a otras, en parte por la falta de lo que Marx denomina conciencia de clase, el individuo colombiano en la actualidad está tan centrado en su yo, que no es capaz de concebir una acción que pueda beneficiar a la colectividad.

En segunda instancia, encontramos el papel que desarrolló la iglesia católica como figura importante aliada del status quo dentro de la disputa de poderes anteriormente nombrada, quien escudada en las creencias y la fe de las personas, ayudó de alguna manera la consolidación del modelo socioeconómico y político apoyándose en el control que tenía de la cultura y la educación, se puede inferir que de ellas su monopolio personal. Siempre la iglesia fue un referente de unificador de la nacionalidad (teniendo en cuenta que Colombia ha sido uno de los países más católicos del mundo), desde que perdió su visión y se sumó a las conexiones que muchos de sus integrantes (ministros y personeros) tenían con los bandos políticos. No se puede olvidar que la iglesia colombiana fue además una institución jurídica, con un criterio de autoridad vertical e inmodificable y una actitud paternalista hacia las clases populares. Vemos entonces, que la iglesia tocó la educación, se enraizó en la cultura y finalmente llegó a trabajar en el sindicalismo de base católico (impulsado por las “altas clases colombianas”), y finalmente se le atribuye el apoyar la “cruzada anticomunista”.

El tercer eje en torno al cual gira este escrito se basa en el hecho de que por ser demasiado egoístas el tema de la organización ha sido un poco complejo. En parte, esa violencia que tanto he nombrado se debe a que la poca reacción a las estrategias ofensivas del gobierno en contra de nosotros, el pueblo, en lugar de unirnos lo que ha hecho es reducirnos a la nada, atomizarnos, fragmentarnos e incluso en muchas ocasiones migrar de nuestros territorios para ellos poderse acomodar, debido a que para un individuo es más importante saber por qué el otro tiene más que yo y no buscar la forma de tener lo mismo. Con el paso de los días, podemos ver que la organización en bloques de trabajo ha decaído, están asesinando nuestros líderes sociales, nos golpean, arrinconan y arremeten en contra de nuestras mujeres y niños sin compasión.

De lo anteriormente expuesto, puedo expresar sin temor a equivocarme que la violencia no se deriva de la pobreza, sino de las formas en que nuestros gobernantes buscan forjar sus riquezas y mantener su dominio. Indudablemente, entonces el problema es el sistema que tiene el país, el cual se ve reflejado en los niños que mueren día a día en la guajira, en la corrupción de las maquinarias que se roban los fondos públicos, en el clientelismo. Ustedes se preguntarán por qué tomé solo estos tres puntos de análisis desde la teoría de Fals Borda y Camilo, a lo que yo contestaré que considero que en el orden en que las expuse es como siempre se han manejado las relaciones del poder en nuestro territorio. Es evidente que desde el estado es de donde se derivan las demás problemáticas, pues este lo que hace es replicar cotidianamente las conductas del individualismo, eliminando cualquier iniciativa del sentir desde la colectividad.

En este orden de ideas, es obvio que el pensamiento de estos dos grandes sociólogos está en detrimento, no existe otra explicación ante la situación actual que es una réplica de lo que fue Colombia en el furor de la violencia, simplemente porque en la era presente el pueblo colombiano no lee, se conforma con aquello que disparan los medios a diestra y siniestra y lo que hacen es masificar una información que no evalúan ni comprueban (como quedó demostrado en la campaña del NO impulsada por Uribe Vélez).

Ahora hay más personas en salas de internet pendientes de actualizar constantemente sus estados en las redes sociales a fin de ganar popularidad, en lugar de acudir a bibliotecas y fuentes de primera mano para enriquecer su intelecto y pensar cómo llevarlo a la praxis con las comunidades. La verdadera lucha contra el estado se da desde la academia, en los debates de las clases, en las discusiones con nuestros padres y familiares en donde sólo con argumentos de peso podemos hacer que un Uribista se desmovilice, aparte la venda de sus ojos y se sumen al sueño Camilista: la Unidad.

Solo al insistir en los que nos une y prescindir de lo que nos separa, lograremos que disciplinas como la sociología aporte a la formación de ciudadanos que de forma mancomunada con sus semejantes emprendan acciones que lleven a la transformación de las visiones, concepciones y accionares que se tiene frente al poder, al saber y al ser en toda sus dimensiones, puesto que en la actualidad somos todos los protagonistas del rumbo de nuestras vidas y desde luego del país.

Se requieren nuevos ciudadanos que cambien el sistema y lo orienten a pensar, construir, interpretar y transformar su entorno, haciendo valer su condición de seres humanos únicos y diferenciados, aunque iguales a los demás en derechos, responsabilidades y potencialidades.
Debemos dejar en el pasado ese refrán de que Colombia “es el país donde votan los muertos, los perros, los gatos y los que no han nacido todavía”, nuestra oportunidad de cambio es ahora.

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