Detrás del triunfo de Viktor Orbán en Hungría, la reverberación putiniana...

Detrás del triunfo de Viktor Orbán en Hungría, la reverberación putiniana...

En 1989, con un estilo rockero Orbán arengó a la multitud para pedir que los rusos se retiraran de Hungría. En 2022 suplicaba a Putin todo el apoyo de los rusos

Por: Franz Henao
abril 04, 2022
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Detrás del triunfo de Viktor Orbán en Hungría, la reverberación putiniana...
Foto: Pixabay / Wikimedia

Hungría se jugaba en las elecciones del 3 de abril la continuidad o el cambio. El pueblo húngaro no se atrevió a entrar en la oscuridad de la incertidumbre que representaba la oposición, formada por seis partidos, “Unidos por Hungría”, y su candidato Péter Marki-Zay, incauto y sin olfato político. El votante creyó en el slogan del avezado, recursivo y persuasivo Viktor Orbán que en el último mes de campaña y a raíz de conflicto ucraniano, repitió: “¡Si ganamos, habrá paz en Hungría!”.

Caló el mensaje. Este doming 3 abril Orbán obtuvo un aplastante triunfo en las elecciones parlamentarias de Hungría, por cuarta vez consecutiva –la quinta fue de 1998 a 2002, cuando tenía 35 años-, demostrando que es imbatible.

La guerra le da impulso para empezar su cuarto mandato. Estará en el poder hasta 2026, lo que inició en 2010. Jugosa renta para él. ¿También para Hungría? Márki-Zay, su rival, terminó su campaña pidiendo el voto para “enraizar a Hungría en Europa y la Unión Europea (UE)”. Estas palabras reflejan la situación de Orbán:  Se convirtió en el hombre-problema para la Comisión Europea, para Bruselas.

Orbán es un líder carismático, con una concupiscencia enorme de poder, capaz de saber lo adecuado para el momento histórico que vive, ¿el caballo, la torre, el alfil, el peón?, sabe qué pieza le interesa mover y con cuál puede resolver la partida. Es la base de su éxito. Al ganar en 2010 con su partido Fidesz, obtuvo dos tercios del Parlamento, esto le dio la oportunidad de cambiar la primera Constitución, la de 1990, que inauguraba la nueva vida del país en libertad y democracia, luego de la caída del comunismo.

Recuperar la antigüa grandeza húngara

Y se puso manos a la obra. Se dedicó a redefinir la nación. En 2004, Hungría se convirtió en miembro de pleno derecho de la UE. Al líder húngaro le molestaba ese concepto de multilateralismo de la familia europea. En cambio, se fue al pasado, tomó viejos valores y los vistió con trajes de organdí vistosos: patria, familia, valores cristianos, la pureza magiar, incluso recuperar la arquitectura del antiguo imperio Austro-Húngaro fueron desempolvados. Era el despertar del nacionalismo: los valores del Este riñen con los de Occidente; reafirmados en el dicho húngaro: “los húngaros no tienen razón. Ellos están en lo correcto”. Voilá, aquí mando yo, ¿vale?

Se dio a la tarea de construir, piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, su ‘Palacete Viktor I’, por llamar de alguna manera al nuevo Estado que quiere para Hungría. Katarina Barley, vicepresidenta del Parlamento Europeo, alemana, SPD, y crítica feroz del líder húngaro declaró a Euronews: “Orbán ha reestructurado el Estado de tal forma que difícilmente puede ser expulsado del poder”.

Tiene el olfato de los mapaches. Viktor Orbán es producto de una protesta callejera, como Gabriel Boric lo es en Chile. En 1989, con 26 años, y con un estilo rockero a lo Mick Jagger, en una manifestación en la Plaza de los Héroes en Budapest, Orbán arengó a la multitud para pedir que los rusos se retiraran de Hungría –su presencia databa de 1949- y suplicaba poner fin a “la dictadura de un solo partido”.

El 1 de febrero de 2022, el mismo Orbán de siempre, pero en el Kremlin, suplicaba al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, todo el apoyo de los rusos –que regresaran a Hungría- para él poder seguir con sus proyectos de transformación del país. Ese día obtuvo la valiosa presea del gas barato por parte de Putin, e involucró a Rosatom en la construcción de dos reactores nucleares. El vasallaje a Putin da resultados.

También pedía, en 1989, acabar con la dictadura de un solo partido, es decir, del Partido Comunista. El 4 abril, 2022, cuando inicia su cuarto mandato, en Hungría no hay sino un solo partido, FIDESZ, el partido que fundó Orban, para establecer su reinado político. Según los estándares de la UE, es el pionero del Estado de partido único, en la zona euro.

Los demás partidos, seis, los de la oposición, son grupúsculos, desprovistos de sustancia y sangre, sin la devoción que Orbán infunde a sus acciones y carentes de identidad mesiánica, que es la máscara que utilizan los populistas para convencer al pueblo de que ellos tienen una misión que cumplir. Para Orbán es una bendición, igual que lo es para Nicolás Maduro, que sus opositores enarbolen la bandera de la incompetencia. Tienen poco en común además de su enemistad hacia Orbán.

Olfato para asegurar el poder. En abril de 2019 se fue a Beijing, a entrevistarse con el presidente chino Xi Jinping, para celebrar el 70° aniversario del establecimiento de relaciones internacionales entre China y Hungría. “Hace 10 años me di cuenta de que el futuro de Hungría depende en gran medida de su relación con China”, dijo Orban a Xi que debió sentirse halagado con esas palabras. 13 mayo, 2019, en la Casa Blanca, en reunión en la Sala Oval, se escucharon estas palabras: “Sé que es un hombre duro, pero es un hombre respetado y ha hecho lo correcto, en materia de inmigración”, escuchaba decir el primer ministro de Hungría al presidente Donald Trump.

En Bruselas Orbán levanta ampollas

La política húngara de Orbán va en dirección opuesta al consenso liberal nacido después de 1945, que es uno de los mandamientos de la UE. En ese proceso de reconstrucción ideológico del país, dio a luz al Estado iliberal, cuyo patriarca es Vladimir Putin, de corte zarista: autoritario, partido único, monopolio de los medios, control estricto del poder judicial, nacimiento de una nueva cleptocracia y establecer un ejército de leales a Fidesz mediante todo tipo de regalos y juguetes. Revivir el sistema soviético –del que abjuraba en 1989-, pero en una democracia Iliberal. Una revolución, según Orbán, al estilo China, Rusia, Turquía.

Ese “orbanismo” fue más allá de sus fronteras, que en Bruselas se sintió como una puñalada por la espalda. Llegó a Polonia, República Checa, Eslovaquia donde acogieron, con beneplácito, la reorganización populista del Estado. Estos cuatro países forman el Grupo de Visegrado (V4): un firme anclaje contra Bruselas y sus políticas omnipresentes.

Jaroslaw Kaczynski, líder del partido polaco PiS, aceptó alborozado, las ‘nuevas’ ideas del líder húngaro. Este fervoroso hermanamiento entre los 4 estados que pertenecieron al Pacto de Varsovia, ocurría en los tiempos cuando corría un brisa suave, seductora, refrescante.

Pero llegaron las tempestades. La invasión agrietó la feliz alianza entre Polonia y Hungría, como también del V4. Varsovia, en un giro de 360°, se distancia de Budapest, porque le parece moralmente indigna la respuesta de Viktor Orbán que se niega a entrar en la guerra. El V4 tenía previsto reunirse el 1 abril. No se produjo la reunión. La ministra checa de Defensa, Jana Cernochova, tuiteó: “Lamento mucho que el petróleo barato sea más importante para los políticos húngaros que la sangre ucrania”.

Zelenski fue por lana y salió trasquilado

La guerra fue el tema central que polarizó la campaña. La corrupción, el déficit fiscal, la deuda, la mordaza a los medios que solo abren la boca para ensalzar al régimen, el posible mal uso de los fondos, pasaron a un segundo plano. Orbán se convirtió en heraldo de paz en tiempo de guerra. “La izquierda llevará a Hungría a la guerra”, amenazó al elector, al estilo Netanyahu.

Zelenski intervino activamente en la campaña húngara. Se convirtió en un invitado no deseado. Sus mensajes iban contra Orbán, por no secundar la guerra. El día anterior a las elecciones, la noche del sábado 2 abril, envió un vídeo en el que acusaba a Orbán de “ser el único en Europa en apoyar abiertamente” al presidente ruso Vladimir Putin. “Ha perdido el honor”. Palabras que cayeron en el erial del desprecio.

En horas de la noche del 4 abril, al conocer los resultados que le daban el triunfo, se explayó: “Queridos amigos, hemos tenido una gran victoria. Tan grande que se puede ver desde la luna, incluso desde Bruselas”.

A partir de ahora tendrá que desplegar su arma principal: el poder es para borrar al enemigo y convencerlo de su ineptitud. Tendrá que reconstruir su relación con Bruselas que lo amenaza con quitarle el derecho de voto en el Consejo Europeo, por corrupción y desconocer el Estado de derecho, razones por las cuales tiene inmovilizados los fondos de construcción. Enderezar la relación con sus vecinos del Este, el V4. Resolver el mayor problema que tiene el mundo ahora mismo: Una inflación que ataca directamente las necesidades de los hogares. Que en Hungría está en 8,3 por ciento.

En mayo de 2019 en una entrevista con el diario alemán Bild expresó: “La política es un mundo curioso. Una y otra vez los milagros suceden”. Orbán, el calvinista con la fuerza del mesianismo, logró el milagro de su quinta victoria. Lo que venga la guerra lo decidirá.

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