Después de la tempestad, siempre sale el sol

Después de la tempestad, siempre sale el sol

Aunque hemos estado entre una horrible pesadilla y un hermoso sueño, podemos decir que Colombia tiene esperanzas

Por: Octavio Cruz González
noviembre 30, 2020
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Después de la tempestad, siempre sale el sol
Foto: Pixabay

“Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre” era un dicho popular que decían mucho nuestros abuelos cuando querían señalar las justas proporciones que debe tener cualquier asunto en la vida.

Pues bien, lo traigo a colación para indicar si, ante tanta corrupción e injusticias de todo tipo que a diario se descubren y se revelan, no es ya Colombia un Estado fallido o si podemos mantener las esperanzas de que algún día alcancemos la justicia y la equidad social que tanto requerimos para ser una mejor y más justa sociedad.

Entonces, procedo a enumerar algunas de las varias circunstancias que nos ponen a pensar que estamos, como Estado, muy cerca a la candela y por ello creer que podemos estar a punto de quemar al santo de nuestra devoción:

- El tamaño de la informalidad laboral, que algunos llegan a ubicar más arriba del 60%, lo cual nunca permitirá estructurar y moldear una economía fuerte y equilibrada, ni tampoco una justicia social.

- Ser el centro neurálgico de la más absurda guerra en contra de los cultivos ilegales y drogas ilícitas, en la que el mundo lleva involucrado más de cincuenta años, sin ningún sentido práctico, distinto a estar incrementando y exacerbando el poderío letal y tóxico de las mafias y cárteles delincuenciales que con ella se desbocan y se alimentan.

- Sostener nuestra economía exclusivamente a partir de algunos de nuestros recursos naturales no renovables, petróleo y minería principalmente, ignorando de paso todas las demás potencialidades geográficas, ambientales, humanas y naturales que poseemos.

- Tener unos partidos políticos dirigidos y compuestos, casi todos ellos, por personas obsecuentes y desgraciadamente sometidas a unas posturas y políticas que se indican y se producen en otros países, sin sopesar ni asumir las responsabilidades por las consecuencias que generan en el nuestro.

- Interpretando y aplicando erróneamente las leyes que sustentan los fundamentos de los mercados, y al comercio, arguyendo que estos se regulan solos, con lo que se le han quitado, por no decir esquilmar, al Estado, muchas de sus más importantes funciones y responsabilidades sociales, entre ellas la prestación y administración de los servicios públicos, con el sofisma falso y distractor de que la corrupción no lo permite, siendo que esta, la corrupción, se genera a partir y a raíz de las mismas empresas privadas, las cuales solo desean asumir la propiedad de esos servicios, igual ocurre con los sistemas de salud, educación, construcción de la infraestructura, y tantos otros frentes que se han ido privatizando sin análisis ni control.

- La cooptación que los movimientos y partidos políticos han realizado y materializado sobre el aparato de justicia en general, como igualmente sobre las instituciones encargadas de su aplicación y del manejo de la fuerza pública, politizados hasta extremos impresionantes, haciéndoles perder todo el respeto y la credibilidad, principios fundamentales para que las sociedades funcionen correctamente y la ciudadanía acate las normas y las leyes.

En cuanto a algunos de los puntos positivos que aún dan base y sustento para tener esperanzas de un cambio de rumbo están los siguientes:

- El que después de tantos malos gobiernos, y de tantos robos continuados, sigamos siendo un país con suficientes recursos para aspirar a algo mejor.

- Que nada ni nadie pueden hacernos desaparecer ni borrar del lugar ni del espacio que ocupamos en el planeta, lo que nos asegura mantener la mayoría de las bondades humanas, geográficas, agronómicas, ambientales y naturales que poseemos.

- Que muy a pesar de los pésimos gobernantes, y de los malos gobiernos que hemos tenido, aún hay muy buen material humano para ilusionarnos en un cambio económico y social que nos permita progresar.

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