Derribaron la estatua de Simón Bolívar en Tangua, Nariño

Derribaron la estatua de Simón Bolívar en Tangua, Nariño

La estatua ecuestre del Libertador fue destruida y abandonada en un lugar recóndito. ¿Por qué se ha generalizado el odio al Libertador en este departamento?

Por: Julián Bastidas Urresty
abril 04, 2022
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Derribaron la estatua de Simón Bolívar en Tangua, Nariño
Foto: cortesía

Ocurrió en Tangua, población nariñense no lejos de Pasto. La estatua ecuestre del Libertador fue destruida y abandonada en un lugar recóndito, queriendo ocultar las huellas del acto vandálico contra el libertador de seis naciones. Pero al final todo el pueblo supo dónde había sido tirada la estatua que estuvo en la plaza principal durante 90 años.

El hecho sucedió antes de que en Colombia comenzara el paro nacional que dejó por tierra varias estatuas de conquistadores españoles en protesta por el trato infame que casi produjo el exterminio del indígena americano. Pero en Tangua se equivocaron, pues se atentó contra quien acabó con el yugo español, considerado "el hombre más importante de la historia del siglo XIX".

El autor material de la destrucción del símbolo patrio fue el exalcalde Carlos Guerrero, a quien lo recuerdan como el mandatario déspota y autoritario que maltrataba a los ciudadanos. Muchos coinciden en afirmar que la ignorancia fue el rasgo más distintivo del mandatario.

Que ávido de contratos remodeló la plaza hasta convertirla en un feo mamotreto de cemento sin la presencia del Libertador. Quienes lo defienden afirman que un alcalde no tiene por qué saber de historia, ni quién fue Simón Bolívar. Quizás por esta razón destruyó la estatua ecuestre que los fundadores de Tangua situaron en la plaza principal llenos de orgullo y sentimiento patrio, de pertenecer a la nación colombiana.

Sabemos que el valioso legado de Bolívar es recordado en multitud de estatuas levantadas en los espacios más simbólicos de importantes ciudades del mundo, en Londres, París, Madrid, en países como Estados Unidos, Egipto, Australia o Turquía. También lo hizo España que tanto perdió en la lucha con Bolívar. En Colombia se erigieron columnas, bustos y estatuas ecuestres en su honor. En la plaza de Bolívar de Bogotá se encuentra la obra del escultor italiano Pietro Tenerani. La ciudad de Pereira erigió con orgullo el Bolívar desnudo del maestro Rodrigo Arenas.

El 20 de julio de 1910, siguiendo el ejemplo del país colombiano, ciudadanos pastusos de pensamiento ilustrado y avanzado, celebraron el Centenario de la Independencia levantando un busto en honor del hombre que logró la emancipación de las colonias españolas en América.

Escuelas, colegios, parques y otros lugares importantes adoptaron su nombre. Con elocuentes discursos los hombres más ilustres de la ciudad elogiaron la obra inmortal del Libertador.

Varias poblaciones de Nariño como Gualmatán, Contadero, Túquerres, se enorgullecen de tener en su plaza al padre de la patria. En el municipio de La Florida está la magnífica obra del escultor nariñense Marceliano Vallejo. Sin embrago, en tiempos recientes algunos historiadores en Pasto, con insulsos argumentos, han generado odio a Simón Bolívar y han tratado de irrigarlo en otras poblaciones nariñenses.

¿Por qué el odio a Bolívar en Pasto?

El odio a Bolívar en Pasto lo inició el escritor José Rafael Sañudo, afirmando que Colombia se liberó muy pronto de España y, por efecto de la expiación, había que pagar este pecado. En 1925 publicó “Estudios sobre la vida de Bolívar”, obra rechazada en el trato injusto y resentido contra el Liberador.

Hoy, la antipatía por Bolívar ha sido llevada al extremo por un historiador, curiosamente condecorado por la señora Lydia Inés Muñoz, presidenta de la Academia Nariñense de Historia. A Simón Bolívar culpa de atacar ferozmente a Pasto el 24 diciembre de 1822, ignorando que en esa fecha el Libertador se encontraba en territorio ecuatoriano luego de firmar la Capitulación de Berruecos con el jefe español Don Basilio García y las autoridades de Pasto.

La ciudad y su Provincia aceptaron hacer parte de la República y permitió a los españoles regresar a su país. Este tratado ha sido reconocido como un acto generoso de Bolívar para con los ejércitos realistas que se encontraban sin pertrechos ni alimentos luego de la batalla de Bomboná.

Pocos meses después aparecieron Agualongo y Merchancano que iniciaron nuevas acciones bélicas contra los patriotas violando el acuerdo de Paz. Esta nueva rebelión molestó mucho al Libertador y envió al general Sucre con soldados del batallón Rifles que tomaron la ciudad de Pasto a sangre y fuego el 24 de diciembre de 1822. En medio de la batalla la población de Pasto fue abandonada por sus líderes militares.

Lograda finalmente la Independencia, la ciudad de Pasto vivió un largo tiempo de paz, pero recientemente se ha vuelto a revivir el odio a Bolívar por el capricho mezquino de fanáticos historiadores locales de mentalidad obtusa y anacrónica dominados de viejos resentimientos y difunden obsesivamente el odio a Bolívar sin interpretar la historia con el análisis contextual de lo sucedido sino por interpretaciones amañadas y frases que se dijeron al calor de la guerra.

Su comportamiento cursi raya en lo ridículo y les asimila con la Asociación de “Tercios Viejos Españoles” integrada por miembros de las Fuerzas Armadas que piden retirar de Sevilla, la estatua de Simón Bolívar. Practican una especie de chauvinismo regional o “parroquialismo” puro.

Cada 24 de diciembre se reúnen como secta oscura, para recordar la entrada violenta del ejército patriota a Pasto. ¿Que pueden pensar los españoles de hoy que levantaron estatuas de Bolívar, como en Madrid y Barcelona, al saber que después de 200 años de emancipación, en Pasto sobreviven los últimos realistas del continente americano, que todavía añoran a Fernando VII?

El espíritu estrecho y el rencor de los enemigos de Bolívar en esta ciudad no les permite apreciar las ventajas y virtudes de la libertad pues viven dominados por el odio, enclaustrados en un pequeño entorno entre ásperas murallas andinas. En las calles pintan vulgares y ofensivos grafitis en contra de Bolívar.

Sobre las imágenes del Libertador, publicadas en un periódico de Pasto en 1940, que reposa en los archivos del banco de la República, han escrito bajos y soeces insultos. Cuando se quiso remodelar el parque que lleva el nombre de Bolívar trataron de extraviar la estatua, hecho que irritó a los habitantes del ese barrio, pero lograron ubicarla en un lugar escondido del parque sobre un pedestal irrelevante.

A menudo se sienten agredidos y protestan con fiereza cuando en Colombia alguien se mofa de los pastusos, hecho que pasa desapercibido o lo toman con una sonrisa los pastusos lúcidos y libres de complejos.

El historiador condecorado por la señora presidenta de la Academia es el mismo que con sus amigos se alegró cuando los vándalos tumbaron la estatua del general Antonio Nariño el precursor de la independencia, que introdujo las ideas y teorías de los derechos del hombre y del ciudadano.

No se puede negar el valor de Pasto en las guerras de la Independencia, aguerridos milicianos que se batieron como leones venciendo a sus compatriotas independentistas; fueron milicianos valiente, aunque condicionados por los curas y obligados por los amos terratenientes a pelear frenéticamente en favor del rey de España y de sus intereses.

Algunos historiadores locales tratan de justificar la posición de Pasto afirmando que lucharon por mantener Autonomía para gobernarse de acuerdo con sus propias leyes y organismos, pero claro, bajo la potestad del rey de España.

Sobre la destrucción de la estatua de Bolívar en Tangua no se ha pronunciado la oficina departamental encargada de vigilar el Patrimonio Histórico y Cultural ni tampoco el Ministerio de Cultura, que tal vez no tiene conocimiento de este hecho vandálico e irracional que es castigado en el mundo con multas y cárcel para el ejecutor material y sus instigadores. Estos deben pagar los gastos por los daños causados.

En fin, no creemos que Bolívar pierda su gloria por los ataques de los nuevos realistas de Pasto, ni por la destrucción de las estatuas levantadas en su honor. Su valor seguirá creciendo conforme pasan los tiempos. Su legado es hoy símbolo de cambio, de lucha contra las élites dominantes, corruptas, enquistadas en el poder, y en favor de las reivindicaciones sociales de los pueblos en América latina y que pronto será realidad en Colombia.

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