Del campo al olvido: la Historia de una mujer en medio del conflicto colombiano.

Del campo al olvido: la Historia de una mujer en medio del conflicto colombiano.

La guerra tocó la vidas de las mujeres, María aun no sabe la verdad

Por: Nataly
marzo 08, 2015
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Del campo al olvido: la Historia de una mujer en medio del conflicto colombiano.
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El 10 de octubre de 1969, en la recóndita y pequeña vereda de San Alejandro-Nariño, nace María. San Alejandro es un caserío rural ubicado en el suroccidente colombiano muy lejano del centro del país y por lo tanto con poca o nula presencia del Estado y sus instituciones. Sus habitantes eran campesinos que se dedicaban a las labores del campo, a cultivar sus tierras y a criar ganado.

Durante su infancia en San Alejandro María vivía con su madre, su padre y sus hermanas mayores, pasaba sus días jugando y haciendo "mandados" a su madre. Le encantaba ir a su escuela, sin embargo sólo cursó hasta cuarto de primaria porque sus padres no tenían recursos para costear su educación. Y así, en medio de una infancia hostil se forjó una mujer transparente, humilde, honrada y luchadora.

En su adolescencia pasó su tiempo ayudando a su madre en los distintos oficios del campo, aprendió a cocinar para los campesinos trabajadores, a ordeñar las vacas y a cultivar maíz, frijol y trigo en la tierra de sus padres.

Cuando cumplió 18 Años María conoció el amor, sin sospechar que a partir de aquel momento su destino cambiaría de rumbo. En el año de 1987 Manuel y María se casaron, fue amor a primera vista. María se mudó a una vereda cercana, llamada La Ahumada-Nariño, lugar de donde era oriundo su marido. Allí, en medio de la estrepitosa guerra que por aquellos días se vivía, construyeron su hogar y fruto de aquel amor nacieron tres hermosas niñas: Vivíana, Patricia y Amalia.

El siete de abril del 2000 parecía ser un día normal para María y su familia, sin embargo siendo las 9:00 de la mañana un grupo de cuatros hombres armados irrumpieron en la tranquilidad de su hogar, la familia se encontraba afuera de su casa, disfrutando de un día de campo, los hombres estaban vestidos con "botas llaneras" y pasamontañas, se identificaron como miembros de un grupo al margen de la ley, le pidieron a Manuel que los acompañe, él inicialmente se rehusó a hacerlo, manifestando que "no había hecho nada malo", sin embargo ellos insistieron, le dijeron que si no acataba sus órdenes iban a arremeter en contra de su esposa e hijas, entonces Manuel miró a María y le dijo "mija ya vengó no?. Me voy con ellos y ya vengó", esas fueron sus últimas palabras. María jamás volvió a oir su voz ni a encontrarse con su mirada.

María con el corazón en la mano y atormentada por el profundo dolor que la invade por por la ausencia de su marido sigue esperando su regreso, porque según ella la esperanza nunca se pierde. Después de los terribles sucesos María continuó viviendo en su casa en La Ahumada, sin embargo no conseguía conciliar el sueño durante las noches, la desvelaba la soledad, la incertidumbre y el terror de saber que en cualquier instante algo malo le pudiera suceder a ella y a sus hijas.

Dos meses después de la desaparición de su esposo, María junto con sus tres pequeñas hijas decidió regresar a la vereda de San Alejandro. Para conseguir dinero madrugaba todos los días a las cuatro de la mañana juntó con sus tres pequeñas hijas a hilar cabuya (la cual se usaba para hacer los costales donde se llenaba la papa, el frijol y el maíz), así conseguían lo necesario para el día a día.

Pasaron 5 años, Viviana la hija mayor de María ya era una adolescente cuando impulsada por las dificultades económicas que atravesaba su familia decidió desplazarse del campo a la ciudad para trabajar como empleada doméstica en una casa de familia. Patricia siguió los pasos de su hermana y se mudó a la ciudad a trabajar en labores domésticas. Finalmente María y su hija menor Amalia decidieron tomar el mismo rumbo, y así fue como las cuatro mujeres se establecieron en la ciudad de Pasto, lejos de su pueblo natal.

Después de denunciar los terribles sucesos, primero ante la Personería y después ante la Fiscalía, Carmen aún no recibe noticias sobre el paradero de su esposo, al parecer el caso penal (como muchos en Colombia) se encuentra en el olvido. Un día María y sus hijas recibieron una llamada de funcionarios del Estado, donde les informaron que iban a recibir la suma de $25.000.000 pesos colombianos por ser víctimas del conflicto armado interno.

Llegó el día de recibir el dinero, María, Viviana, Patricia y Amalia ingresaron al recinto gubernamental, los funcionarios les dieron las condolencias sobre lo sucedido con su familiar. Ese día María tuvo que rendir declaración y relatar con detalles todo lo sucedido con su esposo, sus hijas al escuchar y recordar la tragedia rompieron en llanto, Patricia sucumbió ante el recuerdo de la trágica despedida de su padre y en medio de la diligencia se desmayó. María argumenta que para su hijas recibir el dinero del Estado es como comprar la condena al olvido de su padre.

Después del incidente Patricia se recuperó, con calma María les reiteró a sus hijas que ellas no tenían la culpa de lo sucedido con su padre, que más bien fue “cuestión de mala suerte” pues a las mujeres colombianas se les impuso la guerra. Hoy en día María aún no conoce la verdad sobre lo sucedido con su esposo, todos los días se pregunta quiénes son los responsables, donde está y por qué se lo llevaron. Sin embargo, a pesar de los infortunios que le deparó el destino María es una mujer ejemplar: Fuerte, luchadora, capaz de sortear las adversidades y salir adelante.

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