“Del amor y sus culpables” en el XVII Festival Internacional de Poesía en Cali

“Del amor y sus culpables” en el XVII Festival Internacional de Poesía en Cali

Encontrarse de frente con las palabras que se agazapan en el alma de los poetas, es una experiencia que conmueve o hastía

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
septiembre 21, 2017
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“Del amor y sus culpables” en el XVII Festival Internacional de Poesía en Cali

Asistí a la lectura de poemas que tuvo lugar en el auditorio del Centro Cultural de Cali la noche del 20 de septiembre como parte de la programación de recitales del XVII Festival Internacional de Poesía, Cali 2017, para escuchar a Ruth Gilligan; Silvia Siller, de México; María Rosario Laverde; Carlos Vázquez Zawadsky y Gerardo Rivera.

El tema de la convocatoria fue: “Del amor y sus culpables”, que creó gran expectativa entre el público asistente.

Juan Fernando Merino, uno de los organizadores del evento, saludó a los participantes y destacó que “el festival, en esta ocasión ha tenido algunos sobresaltos, el infarto de una de nuestras invitadas que venía desde Canarias. Luego nos llegó el gran sobresalto del terremoto devastador en Ciudad de México, y una de nuestras invitadas, María Baranda, programada para la gala de inauguración y la de clausura, debió regresar a su país. También, debido a la huelga de los pilotos de Avianca, Darío Jaramillo Agudelo, no asistió, pero en cambio sí, el poeta, Gerardo Rivera, bajo de Chicoral para compartir su poesía”.

Empezó leyendo Ruth Gilligan, quien hizo la aclaración de que no se considera una poeta, “mi fuerte, realmente, es la novela, pero la poesía fue la que me abrió las puertas a la literatura desde que era muy niña y es una pasión, más que de escribirla, de leerla, porque sé que cada persona que se toma el tiempo de poner en unos reglones, pensamientos, sensaciones, amor, odio, todo este cúmulo de sensaciones que nos hacen humanos, todas y cada una de estas frases se convierten en una puerta hacia nuestro interior y el poeta es, sin lugar a dudas, el más excelso de los artistas, porque utiliza la palabra y al utilizarla, la convierte en una melodía ”.

“Para seguir viviendo me prolongo en mi tierra. Estoy hecha de lodo. Niñez descalza conserva entre sus dedos el cieno donde crecen silvestres los naranjos, los papayos, y el mango”. Fue el texto que dio inicio a su recital.

Luego, leyó. “Declaro, escribo, certifico, doy fe, grito muy alto, que de nadie fui sombra, que no acepté el dolor que dicen que es mi herencia por ser mujer. Que si fui agredida por ser fuerte, nunca oculté mi fuerza o me negué a expandir mi mente creadora”

Le correspondió el turno a Silvia Siller, de México,  quien manifestó su contento de estar en Colombia por primera vez. “Hoy he venido vestida de luto –dijo- por lo ocurrido en mi país. Mi familia está bien pero hay muchos daños, y lo que más ha llamado la atención es que todos los periódicos no han hablado del epicentro, no han hablado tanto del terremoto como si lo han hecho de la gran solidaridad de los mejicanos. He visto un visto un video sobre todos los rescatistas cantando “Cielito lindo”, en masa y me ha llevado a las lágrimas”.

Luego leyó: “Ha llegado la hora, de sacudirse la noche al vapor de su magia, bajo el oleaje del eclipse”.

Posteriormente,  antes de leer un poema erótico aclaro: “me da pena leerlo porque soy un poco pudorosa, pero como el tema lo amerita lo voy a hacer: “En esta mutua simetría, suplico, cabálgame el juicio. Que recorra tu piel su camino de arcilla”.

Siguió en la lectura, María Rosario Laverde, quien conto: “La primera vez que estuve en Cali, hace varios años, fue para asistir a un funeral, estuve solo dos días, así que considero que esta es mi primera vez en Cali y estoy fascinada, me han tratado muy bien, he visto mucha naturaleza y una arquitectura preciosa. En la mañana estuvimos en la biblioteca de la Leonera y a Juan Fernando le costó trabajo bajarme de allá, pues no quería regresar a la civilización”.

Leyó: “Son tantas las veces que he muerto de manera violenta en Bogotá, que de vez en cuando, desisto de resucitar”.

“En ciudades ajenas me reconozco, un poco rota eso sí, pero segura de haber sido otra, de no ser únicamente quien soy ahora”.

Siguió el turno para, Carlos Vázquez Zawadsky, quien leyó: “Tráeme una bujía y un papel blanca hoja corriente como un dios que respira sus silencios, para escribirte en mis deseos y desearte en mi escritura”.

Debajo esta la noche, en pleno día

Y la noche fue luz en la barba blanca de Gerardo Rivera. Sus palabras, desencerradas de su amada Chicoral,  para la ocasión, liberaron el alma del público presente al escuchar las  vivencias y sentires propios, en un lenguaje sin rebusques, ni artificios, definiendo sentimientos, en conexión directa con la vida.

Gerardo vive ebrio de vida, de palabras. Se le nota cuando las dice, cuando cuenta, cuando lee, sus versos, que cantan la existencia de una forma maravillosa y contagiosa.

“Como no me entendía con los semáforos, ni con el Blanco y Negro Ruta 1, preferí irme a hablar con las vacas, los caballos y los pájaros, y escuchar con los ojos y con la mente, las divinas respuestas de los pájaros”, dijo para explicar el por qué se había ido a vivir a Chicoral.

Luego para hablar de su juventud y sus viajes señaló: “Yo cuando estuve joven, -que alguna vez fui joven –aclaró mientras el público reía- viajé mucho en auto stop por Europa”

“Mi papá, que era un hombre honrado, bueno y decente, un día se puso un poquito chiflado y pensó que yo podía ser Ministro, o incluso, Presidente, entonces me mandó a estudiar a Europa. ¡El pobre ingenuo!. Y yo me alcancé a matricular en Bélgica en la Universidad de Lieja”.

“Empecé a ir todas las mañanas a las clases, pero eran unas clases tan aburridas, de unos señores, —yo lo dije en un reportaje—, eran unos profesores, que tosían en latín, y afuera estaban Los Rolling Stones; Los Beatles; Jethro Tull; estaba el pelo largo, la vida, estaba la juventud. Aquello era un hervor maravilloso; los años 60 que cambiaron el mundo, cambiaron nuestra época, realmente”.

“Entonces, yo me lance a la calle, me lancé al auto stop. Cogí un morral, unos bluyines, una cantimplora y 4 dólares y me fui por toda Europa, y no paré durante tres años. Realmente fui muy feliz, porque estaba un poco loco”.

Habló de su época en la que trabajó en una agencia de publicidad y en la que hizo algún dinero “que me gasté, ¡tan rico! –dijo, mientras el público no paraba de reír, de sus historias, del desparpajo, de la sinceridad en el contar.

“Yo entre a la publicidad, porque un cuñado mío, gran artista, Bernardo Salcedo, que partió el arte de Colombia en dos porque paso del caballete a los objetos y a las estructuras, y Obregón decía que Bernardo Salcedo, no era un artista sino un carpintero. Bernardo tenía un gran prestigio en Leo Burnett, una agencia muy notable de publicidad, y habló con, Gonzalo Mesa, que era un sátrapa y un verdugo, un capitalista de alma pavorosa. Le dijo: “mire, por ahí hay un pajarito que acaba de llegar de Europa, y quiere que lo meta usted a la moledora”. Me metieron a la “moledora”, y estuve 40 años trabajando en publicidad. Hice algunas cosas buenas, otras no tanto, pero siempre divertidas, con excelentes, queridísimos y loquísimos amigos. Eso le agradezco a la publicidad”.

Contó como venido de Chicoral a Cali para participar del recital de esta noche, se cayó de un bus. “Hoy me caí del MIO, bueno, nada es mío. Me he golpeado la rodilla y me rompí el bluyín, que quedó muy moderno por el roto que se le hizo, cosa que le debo agradecer a las aceras de Cali”.

Luego leyó, como se debe leer la poesía: desde dentro, desde el alma, desde los recuerdos, desde las vivencias particulares, no sin antes sacar una gran lupa para que las letras se acomodaran a sus palabras, dijo:

“Voy a leer algo de mi libro que se llama: “Debajo está la noche”,  y contó: “Un día iba yo por un caminito de Chicoral, bajo un sol de agosto terrible, un sol de justicia, y de pronto vi sobre el camino una piedra. Lo más curioso es que la piedra tenía un cierto relieve  y debajo había como un vacío, y en ese vacío, había una sombra. El sol arriba, la piedra en el medio y abajo estaba la sombra. Pero era una sombra, tan absolutamente oscura, tan absolutamente negra, tan prodigiosa –como nunca he visto en mi vida- que yo pensé que debajo de esa piedra, estaba la noche. Debajo esta la noche en pleno día”.

Y leyó: “Ahora que la ciudad ha cerrado ya sus ojos. Ahora que su verdad cruzó sobre tu rostro como un cristal manchado, como un pájaro de polvo. Dime, hombre viejo y dormido, dime si todo cuanto el tiempo estampa en sombras, separaciones, despedidas, está ya para siempre en tu corazón”.

Y la noche fue palabra, y la palabra se quedó en el alma, cantando y contando.

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