De nuevo, los indígenas emberá se han asentado en el Parque Nacional ¿se viene otra emergencia social?

De nuevo, los indígenas emberá se han asentado en el Parque Nacional ¿se viene otra emergencia social?

La última vez que lo hicieron duraron casi un año en el parque y la situación terminó perjudicando a todo el mundo: al parque, a los vecinos y a los mismos emberá.

Por: Michael Ceaser
noviembre 22, 2023
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De nuevo, los indígenas emberá se han asentado en el Parque Nacional ¿se viene otra emergencia social?

De nuevo, los indígenas emberá se han asentado en el Parque Nacional.

La última vez que lo hicieron duraron casi un año en el parque y la situación terminó perjudicando a todo el mundo: al parque, a los vecinos y a los mismos emberá.

Esta vez, las autoridades, supuestos defensores del espacio público, ¿no van a tomar medidas antes de que la situación se les salga nuevamente de las manos?

No hay duda de que en su territorio ancestral, la Costa Pacifica, la vida de los emberá no es fácil: existe mucha pobreza y violencia. Sin embargo, invadir uno de los espacios públicos más importantes de Bogotá no les ofrece ninguna solución.

Durante su previa ocupación del parque, los emberá deforestaron la parte superior del parque y convirtieron el río Arzobispo en una cloaca, generando daños ambientales de grandes proporciones. Utilizaron el hermoso mapa topográfico de la región de Bogotá como letrina. El martes, apenas su segundo día nuevamente en el parque, los vimos tumbando árboles, lo cual es un crimen contra la ley y la naturaleza y sería un grave delito si lo hiciera tú o yo. Además, hacer sus necesidades físicas en el río Arzobispo peligra la salud de los residentes de Teusaquillo y de todos que viven rio abajo. El lado norte del parque olía de aguas servidas.

La triste vida de los Emberá en Bogotá

Su previa estadía también generó conflictos con los vecinos, y hubo vandalismo y confrontaciones violentas alrededor del parque. En el Parque la Florida, donde se asentó otro grupo de emberá, en un trágico accidente, una mujer emberá, caminando de noche por una calle oscura, fue atropellada por un camión basurero. En respuesta, hombres emberá asesinaron a golpes al conductor del camión. En el Parque Nacional, murieron varios niños emberá de enfermedades respiratorios, ya que no están acostumbrados al frío de 2.600 metros encima del nivel del mar, tan diferente al clima húmedo y tropical de la costa.

Además, su estadía anterior perjudicó a los vecinos del parque, que perdieron su espacio verde y en muchos casos evitaron el parque por la insalubridad y el miedo de conflictos. Y también perdieron los vendedores del parque, personas humildes que perdieron su clientela y en varios casos sufrieron conflictos con los emberá.

Y, más que todo, la situación perjudicó a los mismos emberá, que no se integran a la ciudad, ya que su cultura es muy diferente y la mayoria no habla español. Los niños no estudian y son muy pocos de los adultos que trabajan. Más bien, los hombres la pasaban en el parque jugando futbol y tomando alcohol mientras las mujeres cocinaban, cuidaban a los niños y hasta recogían la leña.
Yo no me considero muy feminista, pero me daba mucha rabia ver a las mujeres cargando leña y haciendo otras labores pesadas mientras los hombres la pasaban sentados o jugando fútbol. Y me da rabia todos los días ver a las mujeres y niños emberá bailando por monedas a lo largo de la Séptima, una actividad humillante para un pueblo orgulloso.

Viviendo en el parque de pedir, los emberá pierden su dignidad, y también su cultura y hasta su salud, consumiendo el alcohol y la comida chatarra que les regalan. Qué futuro tienen niños que crecen en un ambiente así?

La única solución sostenible para los emberá es devolverse a su territorio ancestral, con apoyo y protección del gobierno, para retomar la pesca, la caza y la agricultura. En Bogotá, como se puede observar, no tienen futuro.

El gobierno de Petro, tan necesitado del apoyo de los indígenas, no los va a confrontar. Pero la Alcaldía y las autoridades de los parques, supuestamente defensoras del bien común, el medio ambiente y los espacios públicos, deberían tomar medidas. Y no es tan difícil. Es solo cuestión de hacer cumplir unas normas básicas: no permitir que deforesten, que roben luz de los postes, o que hagan sus necesidades físicas en el río Arzobispo. Así, la estadía en el parque se volverá tan incómoda que se irán por cuenta propia.

Pero el momento de tomar medidas es ya, antes de que se asientan y se sientan los dueños del parque, como pasó la otra vez. Además, si los que ya están se quedan, llegarán más y más, empeorando aún más la situación.

Los indígenas, que han sufrido siglos de pobreza, explotación y violencia, tienen derechos y merecen el apoyo del Estado. Pero también tienen derechos todos los residentes de Bogotá, y entre esos derechos están la recreación al aire libre y el uso del espacio público.

¿Cuándo actuarán nuestras autoridades para el bien de todos?

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