De la tercera vía a la mandelización

De la tercera vía a la mandelización

Seguimos, de cuatrienio en cuatrienio, cabalgando sobre falacias, disfrazados de demócratas, cuando es necesario repensarlo todo

Por: Mateo Malahora
febrero 01, 2019
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De la tercera vía a la mandelización
Foto: Pixabay

Un eclipse teórico, normativo y procesal se advierte en la esfera global del pensamiento político, donde los gobernantes se sienten confiados en los espacios en que están forzados a sobrevivir, mientras acuden a terminologías que los hacen posar como protagonistas del universo.

Lo incuestionable y evidente es que hay una desorientación abierta y dilatada todas las capas de la sociedad; las élites obran como dueñas del mundo; las clases medias soportan el paraguas de la enajenación total y, en cuanto a las clases pobres, se observa que sueñan con llegar a caminar con los zapatos de los opulentos. Las justas electorales en todos los continentes así lo revelan.

Son tan sutiles, menudos y delgados los mecanismos utilizados por el capital, que cada quien organiza planes personales para darle sentido a la existencia y se las arregla para llenar el gozo de sentirse vivos con prácticas sociales basadas en la egolatría.

En el desenfreno, por conseguir dinero, no existen propósitos benévolos para compartir, la cooperación no funciona ni en las cooperativas y la gente busca la forma de presentarle excusas a la vida, así tenga que pasar por encima de los seres que justifican su existencia o desfilan arrimados a la indigencia y la pobreza. La ética tiene aversión por la conciencia limpia, es su enemiga, le apuesta a la cohabitación con el poder.

En todos los ámbitos del pensamiento se desarrolla un clima posmoderno en que la convivencia se hace con paradigmas vencidos, que apelaron a viejas seguridades y con modelos sociales evaporados.

Los discursos políticos de los poderes dominantes se caracterizan por su radical simplicidad y los asusta la bandera de la complejidad, todo enmarcado en una óptica epistemológica facilista, con una cognición del pensamiento promedio, mitad indiscutible y mitad refutable, como aconteció cuando el presidente Duque en la ONU invocó a Mandela para posar como abanderado de la justicia y la paz.

La temática del lenguaje es recuperada, abordada y sacudida por todos los actores sociales que se encuentran en guerra abierta contra la vieja lingüística, en choque frontal contra la filosofía de la conciencia, en franca contraposición respecto a las teorías sujetocéntrica y sociales.

El estilo de acudir a las citas de los pensadores cultos se siente con fuerza en el ámbito de los discursos gubernamentales, que acuden, en veces, a cientificismos para posar como conocedores de las disciplinas innovadoras y modernas, que solo dejan, en el terreno del conocimiento, un sabor superficial de las palabras pronunciadas.

El discurso ético, estético, el sistema de representaciones, la ideología del progreso se han desvanecido y hasta el desarrollo histórico, conquista científica de la dialéctica, ahora, como en el medioevo, marcha ineludiblemente, de las manos de Dios.

El pensamiento crítico y censor no copa la escena de los saberes y conocimientos, los asuntos que pudieran ser dominantes son de una trivialidad asombrosa, los temas de los debates políticos y culturales son banales, las agendas educativas son cursis, las pantallas mantienen enajenados a los espectadores y el mercado, con sus múltiples dioses, como en la cultura griega, terminó por sustituir a la religión y otorgarle un carácter trascendente a la tecnología digital.

La deriva del sujeto posmoderno ha comenzado como una crisis de la lógica identitaria, crisis del individuo como ciudadano, crisis como ausencia real del Estado, licuado por los poderes de la mundialización.

Entre falacias ideológicas y prosopopeyas técnicas asistimos a la caída de una moda y sentimos la emanación pestilente del sujeto posmoderno que camina inducido por los roles mercantiles y financieros fetichistas, privilegiando las relaciones entre cosas y ocultando al ser humano.
Acudir al mandelismo, en los foros internacionales, es hacer presumir una cultura política universal crítica, es como deambular por el “shopping center cultural” y prodigar un presente atractivo y seductor a las tribus urbanas.

Lo propio hizo Santos cuando nos mostró la tercera vía, para darle la impresión al mundo de que Colombia daría un salto cualitativo del mercado rapaz a la humanización de la democracia.

Y seguimos, de cuatrienio en cuatrienio, cabalgando sobre falacias, disfrazados de demócratas, cuando es necesario repensarlo todo.
Salam aleikum.

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