De ignorancia, mitos y odio

De ignorancia, mitos y odio

En algunos enfoques en la justicia transicional hay un desconocimiento de las Fuerzas Militares. Muchos han sido medidos por la acción de unos pocos...

Por: Alexander Montero
abril 10, 2023
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De ignorancia, mitos y odio

Existe, en algunos enfoques empleados en el marco de la justicia transicional y en algunos sectores del gobierno, un desconocimiento de las Fuerzas Militares y posiblemente un odio visceral -como se mencionó recientemente- en contra de la institución castrense. Hay que decirlo con claridad y contundencia, sin que esto represente enfrentamientos o molestias, sino mas bien oportunidades de enderezar el rumbo.

Si bien es cierto que en casos individuales ha habido crímenes reprochables que van desde homicidios en persona protegida hasta casos muy conocidos de corrupción, nunca hubo una sistematicidad, alguna orden colectiva o alguna política institucional al respecto. Solo una verdad prefabricada puede llevar a esta errónea conclusión. Es por ello que las acusaciones se vuelven simplemente de uso ad populum o una especie de verdad dogmática y peligrosa sin sustento ni fundamento.

Por años, cientos de miles de colombianos -que componen la institución castrense- han sido medidos por la acción de unos pocos. Esa odiosa generalización hecha por las voces críticas ha estado acompañada de una abismal ignorancia de la doctrina, las tareas, la composición, la orientación e incluso del sistema educativo que existe en las Fuerzas Militares.

Los críticos de la institución se han quedado congelados en los años 80, aun pensando que la doctrina está regida por la lógica del “enemigo interno”. Adicionalmente se cree sin fundamento alguno que los bombardeos estratégicos son sinónimo de “bombardear niños”, que las operaciones militares son sinónimo de “masacrar al pueblo” o que es necesario “profesionalizar a los militares” porque “solo saben echar plomo y por eso no quieren que la guerra termine”.

Esta desenfocada afirmación refleja a la par un sesgo visceral y una superficialidad aterradora de quien la realiza. Se desconoce que el Ejército entró desde hace cuando menos 10 años en una etapa de ajuste doctrinal estandarizándose con los más altos patrones operacionales de la OTAN misma -e incluso mejorándolos en algunos casos-, de manera que el “enemigo interno” solo existe en la mente del desconocedor. Hoy no se habla de tal cosa. Hoy se habla de operaciones ofensivas, defensivas, estabilidad y apoyo a la autoridad civil, con lo que el 50% del esfuerzo operacional ni siquiera implica el uso de la fuerza letal y mucho menos en los términos que los críticos achacan.

Así mismo, los malsanos y simplistas mensajes que las Fuerzas Militares “bombardean niños” o “masacran al pueblo” no solo son abiertamente falsos, sino que buscan generar una narrativa popular equivocada. El odio visceral que frases como las anteriores pueden despertar, olvidan el tremendo esfuerzo en pro de la estabilidad del Estado, el combate al terrorismo y más de 60 años de estar sumergidos en una guerra irregular y cada vez más compleja con organizaciones que han diseñado claras estrategias para tomarse el poder e incluso aislar a todo el país, confluyendo en Bogotá.

Es gracias a las operaciones Berlín, Libertad I y Libertad II -entre centenares más- que la guerrilla nunca se tomó Bogotá. Es gracias a operaciones como Jaque o Camaleón -entre muchísimas otras- que se lograron liberar secuestrados. Es por ello que la narrativa de unas Fuerzas Militares enemigas del pueblo no solo es falsa sino malsana y peligrosa. ¿Por qué se prohíbe hablar de “héroes” para referirse al Ejército?, ¿Quién se beneficia con la falsa narrativa de los “bombardeos de niños”, que desconoce el reclutamiento forzado por parte de las organizaciones criminales?, ¿Por qué acciones reprochables pero absolutamente individuales -como las ejecuciones en persona protegida- se vuelven yunque y martillo justamente de quienes por años se han declarado enemigos de las instituciones civiles y militares?

Todo lo anterior es lamentable y más si provienen de algunos sectores gubernamentales, pero lo es más aún el hecho de afirmar que los militares no son profesionales y que hay que hacerles “el favor de profesionalizarlos”. Si bien sigue sin ser perfecto, pero el sistema educativo en todos los niveles del mando en las Fuerzas Militares es mucho más robusto que la mayoría de sus contrapartes civiles. Encontrar suboficiales y oficiales con varias maestrías -muchas de ellas en las mejores universidades europeas o estadounidenses- es frecuente. Incluso la Escuela Superior de Guerra cuenta con un Doctorado, que complementa a las cuatro maestrías ofrecidas por ella, varios centros de investigación y doctrina y un centro de simulación donde se hacen ejercicios de talla internacional. Los cursos de ley que allí se dictan cuentan con un nivel de actualización y exigencia -académica y en tiempo de estudio- que supera de lejos la formación de aquellos que critican a las Fuerzas Militares.

La investigación que hace la Armada Nacional es superior a la mayoría de las universidades colombianas, cuenta con COTECMAR e incluso desde hace muchos años conduce investigaciones en la Antártida. La Fuerza Aérea hace lo propio en investigación espacial de forma sostenida. ¿Qué universidad colombiana hace algo similar?

De lo anterior queda claro que el desconocimiento, estigmatización y odio de algunos sectores de la sociedad civil y política hacia la Fuerzas Militares es claro. Mucho tienen que revisarse la Comisión de la Verdad y otras tantas instancias si quieren encontrar la verdad pero al mismo tiempo parten de prejuicios arrogantes, subjetividades, anacronismos y mundos imaginarios. En cambio, sería sumamente provechoso que de una vez por todas esas mismas instancias se acercaran y conocieran la identidad de las Fuerzas. Sin duda alguna se llevarían muchas agradables sorpresas.

La ignorancia y la estigmatización son males muy desagradables, cosa que muchos críticos de las Fuerzas Militares siempre han denunciado. Pues muy bien, aplíquenlo cuando esos males están en sus propios feudos.

No obstante, la pregunta de fondo es hasta donde se podrá sostener esta lógica de ataques viscerales hacia las Fuerzas Militares y qué consecuencias tendrán. Si no se toman los correctivos del caso en cuanto estos planteamientos desenfocados, ni se construirá estabilidad ni mucho menos verdad, esa verdad que tanto necesita el país. Al contrario, se podrá llegar a un caos donde las Fuerzas Militares serán a todas luces, las víctimas.

P.S 1: Señores, los años de Silvio Rodriguez y Pablo Milanés quedaron atrás hace muchas décadas, acéptenlo. El mundo ha cambiado y con él, también las Fuerzas Militares.

P.S 2: ¿Y dónde están los aviones? ¿Será que tomaremos una decisión poco estratégica?

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