Cuánta tierra necesita un inmigrante: el reflejo de Tolstói en la travesía venezolana

Cuánta tierra necesita un inmigrante: el reflejo de Tolstói en la travesía venezolana

Como Pahom, el personaje de un cuento de Tolstói, los inmigrantes venezonales se ilusionan con una promesa imposible, una trampa puesta a su consideración

Por: Ricardo Muñoz
febrero 16, 2022
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Cuánta tierra necesita un inmigrante: el reflejo de Tolstói en la travesía venezolana

Ser agrimensor de recuerdos no es tarea fácil, ni una que muchos quieran, pero allí estaba él, Tolstói, quien soñara la historia de Pahom, la cual dejara consignada en el bello cuento titulado ¿Cuánta tierra necesita un hombre?

Era Pahom un campesino ruso viviendo como jornalero sin tierra, siempre quejándose de su situación hasta cuando la vida le dio la oportunidad de hacerse a una parcela de veinte hectáreas.

Trabajó con ahínco sobre las mismas y logró hacerlas productivas, sin embargo, al cabo de un tiempo el producido ya no le dejaba satisfecho y, conociendo de otras provincias más fértiles, vendió todo para ir a reiniciar su vida y probar suerte en esas nuevas tierras. Allí, siendo Pahom un hombre laborioso de nuevo logró su cometido y aún más, alquilaba tierras para aumentar sus ganancias, lo cual lograba de manera holgada, sin embargo, al no ser toda la tierra suya eso le mortificaba.

De nuevo, por un viajero que pasó por el lugar tuvo oportunidad de conocer de nuevas tierras en la provincia de la tribu bashkirs, donde esta era tan abundante y productiva que ellos solían venderla a forasteros por el sencillo método de, por la suma de 1000 rublos, le entregaban tierra al comprador usando la luz del sol como medida, en un trato que de incumplir el interesado no tendría al final nada.

La extensión de la parcela era el área que dicho hombre pudiera caminar mientras hubiera luz del sol estableciendo en su recorrido el perímetro de ella.

El comprador partía en su recorrido con los primeros rayos de la madrugada y tenía hasta el poniente para establecer el terreno deseado haciendo en cada vértice un pozo, algo que para Pahom, después de haber nacido y vivido en la pobreza y habiendo progresado con su duro trabajo, no solo en una, sino en dos ocasiones, sabía cómo a su paso, podía andar cincuenta kilómetros, si no es que más en un día, haciéndose de este modo de una gran propiedad.

De nuevo vendió todo y partió a esta nueva aventura y allí estaba en una madrugada con los bashkirs como testigos animándolo a lograr su cometido al iniciar él su tarea. Para el medio día ya había hecho un buen trecho en línea recta y comenzó la construcción del primer pozo para marcar su viraje a la izquierda.

Consumió el agua que llevaba, se deshizo de las botas que le mortificaban y siguió su camino en este nuevo sentido donde cada vez veía tierras más fértiles y difíciles de no tomar por lo que su caminata se le fue prolongando hasta agotar sus fuerzas. Cavó entonces su segundo pozo y continuó en su camino de regreso. Su paso era cada comento más cansino y, sin embargo, logró hacer su tercera marca.

Ya no le faltaba sino cerrar el perímetro donde los bashkirs lo animaban a llegar cuando el sol ya se ocultaba, pensó perdida su oportunidad, pero estando ellos en una colina, desde ese punto el sol aún era visible.

Corrió como pudo esos últimos metros y llegó hasta ellos sin lograr hacer la última marca pues cayó muerto en su intento.

Su criado cabo para él un pozo de dos metros para colocar su cadáver y esta fue toda la tierra que logró obtener Pahom en su aventura, dando Tolstói la misma por terminada sin intentar dar de la misma ninguna lección o explicación con la acostumbrada palabra fin en su relato.

Este el actuar de los maestros del cuento literario, más, en mi condición de su lector, esta historia no puede quedar cerrada hasta no hacer una reflexión y esta muestra como la ambición marcaba el albedrío de Pahom, quien fue a buscar en tres ocasiones tierras cada vez en más remotos lugares y comarcas donde ellas, además de ser fértiles siempre en creciente abundancia, solo faltaba en cada ocasión, manos para cuidarlas y hacerlas producir, cosa que a él le sobraba con su permanente deseo de convertirse en un potentado buscando una extensión cada vez mayor, lo que le llevó, al final, a tener solo dos metros cuadrados; los suficientes para que su criado cavara para él una tumba dándole en ella cobijo para evitarle a su cuerpo ser presa de animales carroñeros que en dichas comarcas abundan y tienen como meta llenar sus estómagos con la debida frecuencia para seguir con vida como su única aspiración.

El sol sigue siendo aún el mismo de aquellos días y aún nos saluda cada mañana. Tenemos en presencia de él la posibilidad de establecer una meta cuidando no seguir a Pahom, que tanto trecho recorrió en procura de su objetivo donde dejara sus fuerzas y su vida al sobrepasar de ellas su capacidad.

Aquí junto a nosotros continúan a diario llegando inmigrantes en su mayoría venidos de la hermana república de Venezuela. Buscan en nuestro suelo la posibilidad de rehacer sus destinos los cuales les han sido arrebatados de cuajo.

Se ilusionaron como Pahom al tomar una promesa imposible, una trampa puesta a su consideración de una riqueza ilusoria y en el camino dejaron atrás como este campesino de antaño el bienestar ya ganado a fuerza de su trabajo y la riqueza de su tierra. Fueron engañados por falsos profetas del bienestar sin esfuerzo que prometieron un iluso paraíso y por esta falsa ilusión ahora buscan lo que ya les había sido dado.

A muchos los vemos por millones deambular sin rumbo por calles buscando caridad en su miseria, algunos ya lograron una vida digna entre nosotros y, para algunos más, nuestra tierra es solo un refugio de paso mientras logran buscar algún horizonte en otros países donde puedan recuperar lo perdido en el propio y aún quedan otros, los menos.

Estos buscan saciarse en el crimen que trajeron consigo para avergonzar a su patria y asolar en su hacer la nuestra.

Esperemos pronto poder nosotros deshacernos de ellos para calmar el despojo de bienes y vidas con que en su hacer intimidan.

Todos ellos, unos y otros en el total de estos grupos han dejado atrás sus propias vidas, su propia sangre. Para la mayoría estarán ellas de modo irremediable perdidas, pero en su desesperación nos traen un mensaje que muchos aquí en nuestra patria se niegan a oír con grave peligro.

Su mensaje es como no debemos caer en la misma trampa de socialismos utópicos de forma malévola apodados con cándidos nombres buscando engañarnos.

Son las de siempre dictaduras comunistas que roban, esclavizan y asesinan. No nos dejemos engañar por la Colombia humana que pregonan, sería la ruina de la patria. Debemos sepultarla en su bajeza y que su tumba quede sin olvido por siempre vencida.

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