Cuando se trata de trabajo, nada les gusta a los muchachos

Cuando se trata de trabajo, nada les gusta a los muchachos

"Estamos llenos de pelaos mantequilla, de esos a los que les da pena emplearse en cualquier cosa o realizar algún esfuerzo porque se les parte una uña"

Por: Leonel Uriel Alzate Herrera
febrero 07, 2020
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Cuando se trata de trabajo, nada les gusta a los muchachos
Foto: pixabay

Cómo olvidar que mi primer trabajo lo conseguí como a los 12 o 13 años de edad. Recuerdo que era repartiendo empanadas y me daba tiempo para estudiar y la vez ayudar a mi mamá con los oficios de la casa. Luego llegó el boom de la construcción y trabajé como ayudante de albañilería. Vaya si era duro eso de volear pala y cargar mezcla en baldes, o pelarse los dedos con el cemento, porque en ese tiempo qué mezcladora, ni qué guantes. La rusa era pa´machos.

También recuerdo que acompañaba a mi papá a un molino a cargar bultos de 50 kilos de arroz al hombro para acomodarlos en los camiones, era muy duro porque además del cansancio físico, eso dejaba una rasquiña en el cuerpo que resultaba insufrible; pero se trabajaba con moral porque a esa edad uno ya se daba el lujo de cargar platica en el bolsillo pa' invitar alguna china del colegio a cine, o pa'comprarse unos zapatos.

El problema de ahora es que estamos llenos de pelaos mantequilla; de esos a los que les da pena emplearse en cualquier cosa o realizar actividades que exijan esfuerzo porque de pronto se les parte una uña. Alguien les vendió la idea de que nacieron solo para ser reyes, aunque no tengan un peso en el bolsillo; total ahí está papá y mamá que los mantienen.

Muchos de esos muchachitos llegan a 25 años y todavía no trabajan porque se les está yendo la vida buscando el trabajo perfecto. Quieren entrar de una a ganar sueldo de ministro, sin haber terminado muchas veces la universidad, y, en algunos casos, ni el bachillerato.

No obstante, esos pelao's no siempre son hijos de ricos; algunos crecieron viendo a sus padres trabajar en los oficios más duros de la vida. Lo que pasa es que son hijos de padres tan, pero tan buenos, que se pasaron de pendejos y no les enseñaron que en la vida no todo es gratis, ni llega tan fácil como creemos, sino que cada individuo debe forjarse su futuro. Porque ningún gobierno del mundo está obligado a volver rico a nadie y menos a sostener vagos.

Dudo mucho que a estos muchachos les alcance la vida para cotizar seguridad social y llegar a pensionarse, así el país tenga el gobernante que tenga, porque el tema es que el país también está sin plata, y esto no es de ahora, ni le echen la culpa a Duque porque esta hecatombe viene de hace más de 30 años.

Hoy ya no hay empresas estatales y casi ni privadas que puedan soportar una carga laboral tan fuerte como la que demanda el país. Hace muchos años que el sindicalismo acabó por tragarse a las mejores empresas públicas y privadas de Colombia.

Ellos, los sindicalistas, se volvieron mafias y encontraron la forma de hacerse ricos a costillas del Estado y de los grandes industriales que generaban empleo, porque a punta de paros y demandas millonarias -muchas injustificadas- pero demandas, al fin y al cabo, fueron ayudando a gestar una bomba pensional que se viene inflando desde comienzos de los años 80.

Así que muchachos, despierten. Dejen de protestar por todo; que si les van a pagar por horas o por días, o que cuánto les van a pagar y bla, bla, bla. Pónganse a trabajar. Y si creen que en la empresa donde están los explotan, pues sean creativos, piensen mejor en ser independientes, aunque esto implique comenzar vendiendo empanadas. Hagan mejor un proyecto de vida, pero no se queden en el proyecto, sino que comiencen a ejecutarlo desde ya, sin esperar que papá gobierno les pinte un futuro mágico. Ni el Estado los va a enriquecer, ni sus papás les van a durar toda la vida. Bien dicen por ahí que de lo bueno no dan tanto.

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