Cuando la Guerrilla atacaba las Brigadas de Salud

Cuando la Guerrilla atacaba las Brigadas de Salud

Antonio, José, Agnes y Gloria vivieron en carne propia los abusos de la insurgencia en el Catatumbo

Por: Juan Medina
mayo 10, 2016
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Cuando la Guerrilla atacaba las Brigadas de Salud

Antonio Monsalve*, es un conductor que desempeña roles de gran importancia para las ONGs que  trabajan en la región. Su principal función es la de coordinar  las jornadas de salud a los corregimientos, veredas, caseríos y resguardos indígenas. Posee una gran experiencia recorriendo las trochas y senderos del Catatumbo. Sabe cuáles son los sitios más necesitados para valoración médica y su corazón está presto para ayudar cuando se le necesita.

Su día comienza haciendo el conteo de la indumentaria médica, pasando a ver el estado de los carros y la condición física de los médicos, enfermeras y personal de salud que prestarán sus servicios.  Una vez verificado todo, sube a la parte delantera de  una de las camionetas y espera a que los demás miembros del personal se suban para salir  rumbo al lugar agendado.

Entre los miembros de la brigada se encuentran una alemana, un guatemalteco y 10 colombianos. En total, van tres carros bien cargados, cuyo destino es el corregimiento de “Los Cedros”, al norte del Tarra. La ruta de la carretera se encuentra en buen estado gracias a los mismos campesinos, quienes se encargan de arreglarla. Anteriormente no habían contado con la suerte de tener un viaje tan poco agitado.

Después de cuatro horas y media de viaje llegan a la escuela de este poblado, comienzan hacer el inventario de las vacunas y el material médico, a bajar los equipos, adecuar los salones como consultorios y a preparar el sitio donde pasarían la noche.  Antonio se dirige hacia el líder comunal para informarle de su llegada e indicar el método de atención.

A las tres de la mañana iniciaron las labores de manera inesperada.

Los fuertes golpes en la puerta de Antonio interrumpen su descanso, éste algo molesto abre y se encuentra con José* y su esposa, ella le dice que su marido está ‘botando mucha, pero mucha sangre por la boca’.

Antonio lo examina con sumo cuidado, y al ver la cantidad de sangre emanada por José decide llevarlos con Agnes*, la odontóloga de la brigada, ella lo estudia con más detenimiento comentando que necesitan ir a la escuela, sitio donde se encuentra el material para hacer la curación. Antonio busca las llaves del carro, lo abre y cargando con cuidado a José logra subirlo al vehículo. Una vez en el vehículo parten a la escuela. Cuando llegan, Antonio se baja con gran rapidez, enciende las luces y abre la puerta del consultorio improvisado, regresa al auto y ayuda a bajar al enfermo.

Dentro del salón de clase Agnes acuesta al campesino en la fría silla de odontología. Usando el espejo bucal nota que una de las muelas de José se encuentra rota, comienza a extraerla y luego de unos minutos logra sacarla, drena con cuidado la sangre y materia segregada de la cavidad,  finalizando con una fuerte sutura. Agnes le  pide a Antonio unos analgésicos para aplicarle al paciente y dar por terminada aquella intervención.

Terminaron de pasar la noche en la escuela, vigilando que  a José  no le diera fiebre. A la mañana  siguiente el  cansancio en Antonio y Agnes era evidente, pero así seguían en su deber.

Pasadas las diez de la mañana, Antonio se retira de la escuela. Busca la casa de Gloria*, una campesina a la cual le compraría los almuerzos de él y sus compañeros, una vez pagado esto se sienta en una de las sillas de la casa para descansar, había pasado una mala noche; sus ojos comenzaron a cerrarse cuando de pronto una fuerte ‘gritazón’ comienza a escucharse a lo lejos: “Antonio, Antonio, la guerrilla está en la escuela”, estás palabras lo despertaron, haciéndolo correr, no estaba tan lejos de la institución.

Al llegar ve a Agnes discutiendo con un hombre delgado, de  piel morena, este le apuntaba haciendo  ademán de dispararle “¡No, usted no puede llevarse esto, esto es para el beneficio de la gente!”, le gritó a aquel hombre. “Me importa un culo, nosotros necesitamos esa silla, y esos instrumentos, las tropas están más urgidas”, replicó aquel guerrillero que empuñaba con fuerza el arma, ”tengo la orden de llevarme eso por encima de quién sea”, cogiendo el arma para moverla ante la mirada de todos los civiles y personal médico.

“Llévense lo que quieran”, grita a lo lejos Antonio, “¿Usted quién hijueputas es?”, pregunta el guerrillero mientras gira el arma en la dirección del conductor. “Soy Antonio Monsalve, encargado de la logística de la brigada, llévese lo que quiera, pero bajen las armas” contesta Antonio, pero sus palabras no van dirigidas al hombre que empuñaba el arma,  estás se dirigían a un hombre, algo obeso, de piel blanca y alto, este se encontraba a pocos metros del otro guerrillero, salvo que este estaba a la sombra de un árbol descansando.

Tal personaje era  el cabecilla de la escuadra guerrillera que se encontraba en el lugar, y al escuchar las palabras de Antonio, movió su mano de una forma muy tranquila, provocando que su subordinado bajase el arma, luego los demás miembros armados comienzan a desvalijar aquel centro de salud improvisado.

Agnes observa preocupada como le desmantelan su consultorio, mira con un poco de ira a Antonio por la decisión que había tomado, pero en el fondo comprendía que de no haber la orden que les dieron le pudo significar no volver a ver a su familia.

Desprovistos sin el material odontológico Antonio llama a una junta médica, en esta toman la decisión de levantar el campamento y retornar al casco urbano, ahí pasar el informe de lo sucedido y esperar un tiempo prudencial para su retorno.

Una vez decididos comienzan a recoger todo, a ordenar los salones y subir el material restante a las camionetas. Un ambiente de amargura reina en el camino y en la mente de cada uno de los médicos, enfermeras, bacteriólogos, logista y en especial la odontóloga.

En ‘Los Cedros’ quedó José y su esposa, Gloría y sus almuerzos que junto a las demás  familias de esta pequeña vereda perdieron la oportunidad de ser valorados por los médicos en aquella jornada de salud. Perdieron la oportunidad de desahogar sus tristezas con los psicólogos y recibir los medicamentos que les tenían preparados, todo esto gracias a un guerrillero intransigente que no respetó el derecho internacional.

*Los nombres usados están cambiados por seguridad de los implicados.

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