Cuando la belleza muerde
Opinión

Cuando la belleza muerde

Trágicas huellas de cirugías en paquete ofrecidas por médicos inescrupulosos que han montado el negocio de la belleza amparados por cursos ˈlato sensuˈ o rápidos en el exterior y especializaciones que no son tales

Por:
julio 07, 2016
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Alguna vez oí decir a una exitosa diseñadora española —que había invitado a veranear a Mallorca a una conocida política colombiana— que no entendía por qué las mujeres de nuestro país se levantaban maquilladas y, en general, se arreglaban tanto.

Y no lo decía como un cumplido, resaltó la característica como una vocación por el artificio antes que por la naturalidad.

Como una idea obsesiva, subrayaría yo que soy ajena al mundo de la moda.

Obsesión que ataca a hombres y mujeres de todas partes, por ser bellos y jóvenes a perpetuidad y a cualquier costo. Pero en Colombia estamos y aquí la tal obsesión es prueba de supervivencia casi obligatoria, especialmente para ellas. Ignorar las evidencias es difícil; negarlas, imposible. (Somos parte del top ten de los países con mayor cantidad de cirugías plásticas en el mundo —cerca de 400 000 anuales—, el sexto en aumento o reducción de senos).

El mundo laboral que pretende empleados con cartones y experiencia, pero casi adolescentes; los mensajes publicitarios que te ofrecen verte igual a alguien magnificado por el photoshop y otras delicias; los paradigmas que legitiman los medios: cuerpos voluptuosos o famélicos, labios gruesos o delgados, dientes de color diente o blancos al estilo trozosdequesito; vellos o no vellos en los sitios aquellos, etcétera y etcétera; las redes con sus hashtags de bullying e idolatría; las exigencias de la moda que no dejan tener un gordito ni aquí ni allá; los concursos de belleza que catapultan a las candidatas a la actuación o el periodismo, no importa qué y cuánto hayan estudiado; las presiones sociales para que todos cumplamos los estándares, nos parezcamos y seamos reencarnaciones de Dorian Grey (alguna diva ya lo es)..., no hacen más que demostrarnos cuán fea es nuestra belleza.

Y cuán inalcanzable, el cover para estar en circulación y permanecer vigentes es muy alto. Sin una arruga, sin una cana, sin un kilo de más o de menos, sin expresión, sin edad. Sin historia.

Sin excepción, se lucran de hacer tambalear la autoestima sobre todo femenina. Pero eso sí, tú tranqui, tenemos la solución. La crema milagrosa, la dieta de las estrellas, el brebaje mágico, el gimnasio (con todo y el ajuar indicado) y cómo no, las cirugías en paquete que es de necios desaprovechar.

(En Medellín es común que las chicas pidan, de quince, cirugías de senos y caderas, herencia mafiosa de quienes se paseaban por la ciudad con sus “mascotas” de llamativos escotes abultados y pitillos de lycra a punto de reventar. También es común que señoras otoñales quieran parecer primaverales a punta de bisturí y queden convertidas en burdos remedos de sí mismas. Las páginas de sociedad de las revistas están llenas de muestras. Conozco a una, en persona, y prefiero no mirarla. Asusta).

 

Cada mes muere una persona
por cirugías plásticas mal practicadas en el país

 

 

No se trata de atacar a los médicos que estudian cirugía plástica y la practican con profesionalismo y rigor, tampoco a las personas que se someten al quirófano por necesidad o por querer verse mejor; para los primeros, mis respetos; para los segundos, mi respeto y un recorderis: cualquier cirugía, por embellecedora que prometa ser, conlleva riesgos que pueden ser mortales. (Cada mes muere una persona por cirugías plásticas mal practicadas en el país —por bien practicadas igual puede suceder—-, según datos del senador Jorge Iván Ospina, quien desde el 2014 impulsa sin éxito un proyecto de ley que busca reglamentar este tipo de cirugías).

Se trata de señalar el negocio de la belleza que médicos inescrupulosos han montado, amparados por cursos lato sensu o rápidos que complementan especializaciones, pero no son especializaciones. Los hacen en universidades de otros países (Brasil, por ejemplo), se los avala el Ministerio de Educación Nacional, ¡y listo! A vender la ilusión del triunfo en la carrera contra el tiempo, a sabiendas de que la llevamos perdida.

El Espectador del domingo dedicó la primera página al anuncio de “Cirugías imborrables”, un reportaje gráfico impactante en el que nueve valientes mujeres, además de que hablan del infierno que han vivido desde que fueron operadas, muestran los estragos que causaron en sus cuerpos. (Las que causaron en sus ánimos y sus bolsillos, se intuyen con certeza). Con su determinación pusieron rostro a las frías estadísticas y para eso se necesita la entereza que los doctores que cicatrizaron sus vidas, no han mostrado.

Las fotos no deben dejar a nadie indiferente, mucho menos a los responsables de tales atrocidades, a los legisladores indiferentes y a la justicia sorda. Los relatos producen indignación, impotencia y frustración, pues todo parece indicar que los títulos inflados seguirán enchapando consultorios.

COPETE DE CREMA: Piénsenlo dos veces, señoras (señores) pacientes. La perfección no existe, la juventud eterna tampoco. Y la belleza, cuando se la torea, muestra los dientes. Y muerde horrible.

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