Cuando Antonio Navarro Wolff fue a mi casa

Cuando Antonio Navarro Wolff fue a mi casa

Contra todo pronóstico y a pesar de la incredulidad de todos sus conocidos, el político cumplió la cita. Muy puntual llegó para hablar de mucho más que de política

Por: J Andres Florez
octubre 08, 2018
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Cuando Antonio Navarro Wolff fue a mi casa

Nunca he sido un gran interesado en la política o en las leyes en general. Mi vida ha transitado por sendas muy diferentes, hasta que un día, no hace mucho tiempo, cuando estaba yo en segundo semestre de mi antigua carrera, Administración Turística y Hotelera, tuve que ver por "obligación" una materia llamada "Constitución política", materia, que como podrán intuir, trataba sobre la Constitución Política de Colombia (solo la del 91). Pues bien, la maestra realizó la introducción a la asignatura presentando una especie de vídeo donde se narraban todos los hechos que conllevaron a la redacción de la nueva constitución, dejando atrás la anacrónica y retrógrada constitución del 86. Aquel vídeo cambió la forma en la que percibo la política —y el mundo en general—, y no precisamente por el contenido en sí, sino por una parte en especial, la escena donde se mostraba la Asamblea Nacional Constituyente.

La forma en como aquella constitución se desarrolló fue inspirador para mí: observar a los partidos políticos de todas las corrientes ideológicas sentados en una mesa discutiendo "las reglas de juego" sobre las que se construiría la norma de normas de nuestro territorio es algo simplemente poético por donde quiera que se vea. Tanto fue su impacto en mí que puedo afirmar sin duda alguna que aquel día fue el funeral de mi antiguo yo y el nacimiento de mi nuevo ser. Fuera de la grandilocuencia de aquella asamblea el hecho que logró atrapar más mis sentidos —avanzado al tema que nos converge— fue el discurso de uno de los presidentes de la asamblea, Antonio Navarro Wolff, un exguerrillero e ingeniero sanitario, quien se podría considerar un superviviente de uno de los genocidios más brutales en Colombia, el exterminio de los miembros de la UP (Unión Patriótica), en aquel entonces un naciente partido político producto de la firma de los tratados de paz entre el Gobierno nacional y la ya extinta guerrilla M-19. Navarro Wolff sobrevivió a un atentado con una granada que entre otras cosas le costó una de sus piernas y su capacidad del habla, pero nunca su corazón, que entre dudas y temores utilizó para heredar la candidatura a la presidencia del asesinado Carlos Pizarro. El discurso de Navarro en la firma de la Asamblea Nacional estuvo tan cargado de sentimiento que las emociones me llenaron por completo —o como mi madre decía, se me arrugó el corazón—, sentí en ese momento sus victorias, derrotas, temores y vivencias.

Fue así como desde aquel día me enamoré de la política —especialmente del Derecho Constitucional— y emprendí un viaje que a la fecha me sigue guiando por senderos inciertos pero emocionantes.

Un año después —ya retirado del mundo del turismo— estaba yo navegando por Twitter cuando observando una de las imágenes que para aquel entonces eran una constante en la cuenta de Navarro, la de él siendo invitado por una persona del común a su casa a charlar, decidí sin expectativa de éxito invitarlo, dejando en medio de una lluvia de comentarios un simple "¿Dr. Navarro, por qué no viene a mi casa?". Como dije, no esperaba ni el más mínimo de los éxitos, al fin y al cabo mi comentario era una aguja en medio del pajar de uno de los políticos más famosos de Colombia.

Me fui a dormir para despertarme con una muy grata sorpresa: Twitter me notificaba que Antonio Navarro me había seguido y la bandeja de mensajes tenía un mensaje del mismo que decía: "Buenas noches, Jorge Andrés, ¿sigue en pie su invitación?". Inicialmente no creía lo que veía, tuve que revisar varias veces su cuenta para cerciorarme de que no era una de esas "cuentas trolls" que abundan en internet y que cruelmente se burlan de quien pueden. Afortunadamente no era así. El siguiente paso fue concretar la cita, que quedó para 2 meses después del primer contacto, ya que en aquel entonces estaba cercana la segunda vuelta presidencial y la agenda de Navarro apenas daba huecos para algo —además de compromisos adquiridos con otros como yo—.

Debo mencionar que a pesar de la evidencia física de la confirmación de la cita, nadie creyó en mis palabras. Sin embargo, contra todo pronóstico, Antonio Navarro llegó a mi casa el día pactado a las 8:00 a.m. El portero de mi conjunto llamó para avisar que en la puerta se encontraba "el Dr. Navarro Wolff". En su visita estuvieron presentes mis abuelos, mi tía, mi prima y mi madre, quienes no daban chance de lo que sus ojos veían. Hasta el último segundo estuvieron insinuando que la posibilidad de su ausencia era más alta que la de su presencia, sin embargo, ahí permanecieron, como expectantes, a ver qué sucedía. Finalmente, Antonio Navarro, ingresó a mi casa, fue recibido por mi abuelo, quien como tratando de dar crédito a lo que pasaba estrechó su mano con tanta energía que Navarro no podía creer que tenía ya 86 años.

Ya una vez dentro el Dr. Navarro conversó con cada uno de nosotros de forma individual y en grupo, y no solo de política. Intercambiamos muchas historias, pero, sin duda, las que más me intrigaron fueron las de sus años en el M-19, la forma en cómo vivió el atentado que casi acaba con su vida, el robo de la espada de Bolívar por parte del M-19, las diferentes etapas políticas que atravesó y —como no podía faltar— su experiencia en aquella Asamblea Nacional Constituyente.

Las horas se hicieron minutos y los minutos segundos, en un abrir y cerrar de ojos el Dr. Navarro estaba partiendo de mi casa. No quería que se fuera, es un tipo muy interesante que tiene millones de historias por contar y que además es muy sencillo, amable y sonriente, y principalmente un tipo muy preparado. Ocupó cuanto cargo pudo, fue gobernador de Nariño, alcalde de Pasto, ministro de Salud, senador en 2 ocasiones, representante a la Cámara, candidato presidencial y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente.

Ese día Antonio Navarro oyó de mis propios labios que el motivo de mi excursión en la política tenía que ver, en parte, con su actuación en la Constituyente. Sin exagerar, debieron ver la sonrisa que se le produjo de oreja a oreja. Cabe decir que esta nota ciudadana está lejos de ser publicidad política pagada o algo parecido, es más un experiencia que quise compartir con todos ustedes. No imaginan el honor que supuso para mí encontrarme con uno de los motivos por los que hoy me dedico a la política.

Pero bueno, para cerrar, Antonio Navarro, quien se ganó mi respeto, fuera de ser un político tradicional, es un hombre del pueblo y para el pueblo, cuya forma de trabajar es oyendo y luego actuando. Por favor, no le crea a los trolls, haga el ejercicio de estudiar y conocer a Navarro y encontrará en él una persona preparada y muy sabia.

Posdata: muchos de los que llegaron a este punto se preguntarán ¿se le entiende bien a Navarro? Sí, bastante, o como dice él: "Él habla clarito solo que no se le entiende".

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