Crear en medio de las crisis: cine de América Latina en Biarritz

Crear en medio de las crisis: cine de América Latina en Biarritz

La producción latinoamericana es como un termómetro que permite conocer el estado de salud de nuestras sociedades, además de ser un elemento de unión para conectarlas

Por: MH ESCALANTE
octubre 04, 2019
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Crear en medio de las crisis: cine de América Latina en Biarritz
Foto: MH Escalante

El 28° Festival de Cine Biarritz América Latina se abrió esta semana con una gran excepción para un evento de tal importancia para realizadores y públicos cinéfilos: no hubo inauguración oficial.

Este año por orden prefectoral se anuló el tradicional desfile de invitados especiales que suele abrir el certamen, con grupos musicales que se abren paso por el llamado “Village” de las artesanías latinoamericanas. Era un día de duelo nacional en Francia a causa del fallecimiento del presidente Jacques Chirac.

Al descubrir algunos de los diez largometrajes, diez documentales y diez cortometrajes en competición, la mejor película se llevará El Abrazo del festival en la clausura que tendrá lugar este sábado 5 de octubre en la Gare du Midi de Biarritz, el duelo de Francia parece extenderse hacia América Latina pero no por la misma causa.

El duelo de América Latina es más antiguo, es permanente, como si la esperanza fuera derrotada por el desencanto de forma obsesiva. Aunque renazca en el arte, cuatro de las diez películas del 28° Festival de Biarritz nos revelan que los habitantes de la muy palpitante y alegre América Latina que algunos imaginan todavía en Europa son en realidad seres confrontados en su mayoría a una forma de fatalidad constante. América Latina vive en una repetición de sus errores.

Las buenas intenciones (Ana García Blaya, de Argentina), La fiebre (Karim Aïnouz, Brasil), 1-100 (Diego Castro, Argentina) y Litigante (Franco Lolli, Colombia) son ficciones estructuradas en torno de las relaciones afectivas. Hombres y mujeres de la denominada clase media latinoamericana viven en un estado de desencanto. De ahí que su capacidad de análisis se muestre confusa a la hora de votar y que ello les lleve a elegir presidentes que en poco tiempo no los ilusionarán más.

Es lo que está ocurriendo en Brasil después del golpe de estado constitucional que se le dio a la presidenta Dilma Rousseff. Las consecuencias, su dimisión y el deterioro del clima político que vino después, del sueño al incendio, a la depresión, como lo muestra el documental Encantado, Brasil desencantado de Filipe Galvon que sirvió para dar contexto al encuentro organizado por el Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL) sobre el tema “América Latina: un nuevo ciclo de crisis?”.

Para dar golpes de estado en América Latina ya no requieren de militares ni de tanques. Las botas son ahora reemplazadas por coaliciones parlamentarias golpistas, motivadas por intereses y apetitos comunes, públicos y privados, que colocan y descolocan presidentes.

Y en cuanto a la macroeconomía que denomina esas crisis como ciclos inflacionistas, para la gente del común representada en el cine latinoamericano es una vida de aprietos, de escasez de dinero, de rebusque cotidiano, de desempleo.

“A comienzos de los 2000 América Latina parecía gozar de un crecimiento económico y de una relativa estabilidad política y por un momento se creyó en un mañana mejor pero el contexto actual nos invita a tener prudencia dada la crisis o las crisis de hoy, multiformes” comentaban a manera de conclusión los politólogos del IHEAL. Más de la mitad de la población activa en América Latina trabajaría hoy en el sector informal, en una región de 625 millones de habitantes.

Este cine concebido por una generación de realizadores ante todo observadores de su propio entorno, deja ver a la juventud latinoamericana como primera víctima de esas crisis, ya sean políticas, económicas, sociales, ecológicas… ¿Como por ejemplo a los 30 años, poderse construir una vida de calidad en una Argentina azotada por ese ciclo infernal de recesiones?

La respuesta no la da el personaje de 1-100 de Diego Castro. El joven protagonista, un músico de la ciudad de Rosario, debe simplemente dejar a un lado su instrumento y convertirse en chofer de taxi para sobrevivir, pero a qué precio?

El territorio interno de millones de latinoamericanos se ve así destrozado por el país externo, es decir el de las políticas neoliberales impuestas. Argentina, Brasil y por supuesto Colombia son ejemplos de ello, sin olvidar que desde América Central y México es de donde sale el mayor número de emigrantes hacia Estados Unidos por causa de la extrema pobreza.

Si hubiese que retener una secuencia de este cine que viene ahora de América Latina, esa sería la del incendio que aparece en el documental Vida a bordo del director uruguayo Emiliano Mazza de Luca. Las llamas que se ven de pronto en el horizonte plácido de la selva amazónica, un horizonte que desfila por la cabina del capitán del cargo El explorador que navega a lo largo de los ríos Paraná y Paraguay, nos recuerdan las noticias recientes.

Que la selva arde porque se quiere crear vastos espacios rentables, que serán convertidos en rancherías, con sus caballos y sus esclavos, cuando no serán utilizados para el cultivo de mono culturas destinadas a la exportación.

Aquí se trata de la vida a bordo en ese barco fluvial que transporta mercancías entre Asunción, Montevideo y Buenos Aires, cumpliendo un recorrido de 4 100 mil kilómetros en 20 días de navegación continua, sin detenerse en los puertos, con el tiempo contado para sus hombres para cargar y descargar frutas, carnes, neveras, piezas de auto, tanques de agua y demás, lo cual nos lleva a pensar que el pavimento de las ciudades no está muy lejos de atrapar a la selva. Y que es una locura humana que los pumas se hayan convertido en simples leyendas para los niños de América Latina.

De hecho, América Latina no existe, decía Olivier Compagnon al abrir el encuentro del IHEAL. Ese término habría sido inventado en el siglo XIX por Napoleón III para disociar a esa parte de América del área anglosajona y protestante. América sería entonces latina y católica desde México hasta la Patagonia.

Como quiera que se la llame es una misma. El cine latinoamericano es como un termómetro que permite conocer el estado de salud de nuestras sociedades, además de ser un elemento de unión para conectarlas.

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