Conocernos y reconocernos en el debate y la contradicción
Opinión

Conocernos y reconocernos en el debate y la contradicción

A diferencia de la grosería y la agresividad de las redes, en las reuniones sobre el Acuerdo se logra con la gente construir consensos, entender sus anhelos, sus miedos y preocupaciones

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septiembre 25, 2016
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En el último mes visité nuevamente varios municipios de Antioquia y algunos barrios de Medellín con el propósito de realizar talleres y charlas sobre el proceso de paz, los acuerdos y el próximo plebiscito. El público ha sido variado y heterogéneo:  jóvenes, empresarios, funcionarios públicos, estudiantes, académicos, hombres, mujeres…ciudadanos.  Como docente universitario por muchos años y como expositor considero que el orador tiene la gran responsabilidad de poner el tono y de definir el alcance de las discusiones.  Salvo algunas excepciones, cuando ese tono es respetuoso y el discurso estructurado, las charlas y los talleres, sin  importar el tema, suelen ser espacios donde predomina el diálogo y el respeto, aun cuando las diferencias entre los mismos participantes o con el orador sean profundas. Hasta este momento, diez días antes del Plebiscito, puedo decir que la grosería, la ramplonería, la descalificación y el señalamiento no se han hecho presentes en ninguno de estos encuentros.

En las reuniones, no obstante, se pueden observar algunos patrones frente a los temas del acuerdo, según sea  la ubicación geográfica, el perfil de los participantes y el grado de conocimiento del mismo.  En las primeras charlas, por ejemplo, cuando todavía el mecanismo de verificación no se había comunicado efectivamente y antes de las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la audiencia preguntaba o manifestaba temor acerca de la no entrega de armas y del significado y alcance del término “dejación” (vs. entrega):   “¿Las Farc van a seguir armadas, libres y legales?”.  Con el tiempo, con las contundentes explicaciones dadas por los generales Mejía y Flórez acerca del papel de nuestras Fuerzas Militares en el fin de las Farc y con la presencia y los ojos de la comunidad internacional sobre el punto de Terminación del Conflicto, el tema aparece muy poco.

En las charlas y talleres dictados en municipios por fuera de la ciudad capital, los asistentes suelen interesarse por los acuerdos de Desarrollo Rural Integral (Punto 1) y de Solución de Drogas Ilícitas (Punto 4), en temas relacionados con la inversión y transformación del campo y la sustitución de cultivos.  Mientras tanto en algunos barrios de Medellín, el punto 1 solo aparece esporádicamente y, por lo general, alrededor de asuntos como el Fondo de Tierras y la pregunta por la amenazante expropiación. En este último punto, muchos rostros serios y miradas desconfiadas se relajan cuando se les hace ver que el acuerdo en temas de expropiación retoma lo dicho por la Ley 200 de 1936 y por la Constitución de 1991, que no son propiamente de autoría de las Farc,  y por lo tanto, no representan ningún nuevo orden jurídico o político.

 

 

El tema de participación política (Punto 2)
suele ser “popular” en todos los públicos,
con especial é
nfasis en los jóvenes

 

 

El tema de participación política (Punto 2) suele ser “popular” en todos los públicos, con especial énfasis en los jóvenes.  El paso de la ilegalidad a la política es complejo de entender y normalmente, para lograr bajar algo de la tensión,  requiere de la presentación de un contexto histórico y del análisis de otros procesos de paz en el mundo con sus consecuencias políticas. En Medellín la discusión del punto 2 normalmente va acompañada de la advertencia sobre la entrega del país a las Farc y de la posible llegada del castrochavismo. Ante la revisión numérica de la participación parlamentaria que tendrán las Farc (5 % en el Senado y máximo un 12 % en la Cámara, minoritaria desde cualquier punto de vista) y al confrontar su situación con la de un partido político que tiene 7 millones de votos en presidenciales, 20 senadores, 19 representantes, alcaldes, diputados y concejales por todo el país y que sigue siendo minoritario, surge siempre el argumento de la plata y la posibilidad de compra de votos.  La guerrilla más odiada de la historia, con presencia en zonas rurales distantes y poco habitadas, bajo el escrutinio de la institucionalidad, la comunidad internacional y la ciudadanía actuando en un sistema cerrado, centralista y conservador tiene en realidad muy pocas posibilidades de tomarse el poder político (así tenga plata).  Ahora bien, tendrá el derecho a intentarlo dentro de la Constitución y la Ley y eso, que hace parte del fondo de la negociación, ya es demasiado para algunos.

Otro punto  frente al que la mayoría de la gente tiene diversas opiniones  es el de Víctimas y Justicia Especial (Punto 5).  Al respecto,  los estratos altos suelen estar más interesados (indignados) por el asunto  de justicia transicional y las penas alternativas, mientras en los estratos más bajos y en la ruralidad los temas de víctimas, verdad, reparación y no repetición generan más interés.

A diferencia de las redes sociales en las que abunda la grosería y la agresividad y en las que es complejo caracterizar a los participantes del debate virtual, en las reuniones presenciales se logra construir consensos sobre las formas, normas y el tono del debate y se logra entender la situación de la gente, sus anhelos, sus miedos y sus preocupaciones.  Yo no creo que el proceso de paz haya generado nuevas fracturas en nuestra sociedad. Creo que ha desenmascarado y quizá profundizado fracturas históricas que pasan por el territorio, la edad y la clase social.  Nos falta conocernos mucho más. Nos falta recorrer nuestras ciudades y  nuestro país para poder reconocernos.  Quién sabe, quizás este proceso, el de los colombianos acá en el país, no el del Gobierno y las Farc allá en La Habana, sirva para impulsar el verdadero reto que viene con la construcción de paz y nos otorgue la oportunidad de convivir plenamente y con alegría en la diferencia.  Sí, se puede.

 

 

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