Competencia y egoísmo versus igualdad y solidaridad: la gran disputa mundial

Competencia y egoísmo versus igualdad y solidaridad: la gran disputa mundial

"Ojalá nuestros pueblos se atrevan a dar el salto hacia un mundo en donde los seres humanos y la naturaleza alcancen condiciones óptimas de existencia"

Por: Libardo García
octubre 17, 2019
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Competencia y egoísmo versus igualdad y solidaridad: la gran disputa mundial
Foto: Pixabay

Igual a derecha contra izquierda, las dos interpretaciones claves de la vida, de la sociedad humana, de la naturaleza, del planeta y del universo, por las cuales peleamos y nos asesinamos, sin posibilidades de consenso y paz.

De un lado están quienes consideran que el planeta es una especie de coliseo romano donde unos ganan y otros pierden o mueren, donde los ganadores definen cómo se distribuyen las ganancias y qué hacer con los sobrevivientes; aplican literalmente las conclusiones de Darwin en sus investigaciones y teoría sobre la evolución y la selección natural. Para ellos la competencia es la condición sine qua non del progreso, del desarrollo; la negación implícita de la inteligencia humana.

El individualismo es la base de su felicidad y según él cada persona posee cualidades que tiene derecho a desarrollar por sí misma y para su exclusivo beneficio; sus derechos humanos fundamentales más valiosos son el derecho a la propiedad privada sin limitación alguna, la libertad de empresa y de libre competencia. De igual manera, la democracia perfecta es aquella en la cual se garantizan sin cortapisas estos derechos, es decir, donde el ejercicio de la misma sea proporcional al tamaño de sus propiedades y empresas y se pueda competir sin restricciones por el poder. Así fue como el 1% de la población mundial resultó apoderada del 95% de las riquezas del planeta.

Para quienes filosofan de este modo no existen constituciones ni leyes ni normas que les impidan obtener el poder y las riquezas deseadas. Las leyes son para los de abajo, la moral y la ética son embelecos para los ilusos. No importa el lugar que ocupen: empresarios, mandatarios, legisladores, jueces o simples gentes del común.

Esto visto sin detalles, pero podemos ejemplarizarlo: una persona pide limosna y busca comida en esa caneca porque no estudió o porque se volvió un drogadicto, sus padres eran ignorantes, no tenían dinero para pagarle los estudios y no lo corrigieron a tiempo para que dejara el vicio; en cambio los hijos de don fulano, el propietario del Banco TAL, estudiaron en la U. de Harvard, son abogados y economistas prestigiosos, por eso ellos han llegado a los altos cargos del Estado, pues han hecho méritos para ello. De la mano de Dios se asciende. ¿Y esa familia por qué vive en esa cañada y salen a robar a los transeúntes? Porque ellos tuvieron que vender un lote de una cuadra que tenían en la vereda La Negra al terrateniente del lado que los amenazó de muerte si no se lo vendían para él mejorar su propiedad; y. además, no ves que se excedieron al tener tantos hijos. Gané las elecciones, voy para el Senado. ¿Cómo lo hiciste? Me gasté 500 millones comprando votos, ahora el Estado me devuelve tanto y con los sueldos de un año los recupero.

Podría hacerse un listado interminable de casos similares y al final si no se ven muy lógicos los casos, de manera terminante alguien dice: “Es la voluntad de Dios, él selecciona quiénes deben vivir muy bien y quiénes muy mal”.

Mientras así es por el lado derecho, del izquierdo están los humanistas, quizás los de corazón más débil. Participan en protestas y manifestaciones exigiéndole al Gobierno que les aumente los salarios a los trabajadores y empleados, que les disminuya el tiempo para pensionarse, que el salario mínimo es insuficiente para sus familias, que les suministren subsidios para vivienda, que les den educación gratuita a sus hijos, que la salud sea para tener una vida digna. En síntesis, luchan al lado de los humanos más vulnerables en busca de un mundo mejor donde sean satisfechas sus necesidades básicas. A lo cual el Estado responde que el presupuesto es escaso para resolver tantas peticiones, que hay que dotar al país de infraestructura y que a los ricos y a las empresas extranjeras no se les pueden cobrar impuestos muy altos porque ellos tienen que crear empleo y requieren de estímulos para que sus empresas sean prósperas y no tengan que irse del país. Cuando un Estado está en manos de los enemigos de la solidaridad humana la respuesta es que el Estado no debe poseer empresas, pues estas deben pertenecer a los particulares y tampoco puede ser paternalista dándole subsidios a todo el que pida, que la pereza y los vicios son las causas de la pobreza.

Con esta polarización conceptual es imposible construir pacíficamente, en consenso, la organización más conveniente para toda la sociedad humana. Afortunadamente varios países están experimentando modelos más humanistas: China, Cuba, Suecia, Finlandia, etc. Ojalá más temprano que tarde nuestros pueblos, hundidos en la pobreza y las desigualdades, se atrevan a dar el salto hacia un mundo donde los seres humanos y la naturaleza alcancen condiciones óptimas de existencia.

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