Cómo un niño pobre, un músico sin escuela, crea El Gran Combo de Puerto Rico

Cómo un niño pobre, un músico sin escuela, crea El Gran Combo de Puerto Rico

El Gran Combo y 8 orquestas más, estarán presente en Viva La Salsa 2025 el concierto del 4 de julio, que produce el mega empresario de conciertos Ricardo Leyva

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mayo 04, 2025
Cómo un niño pobre, un músico sin escuela, crea El Gran Combo de Puerto Rico

Fue en Puerta de Tierra, una barriada bullente y salada de San Juan, donde todo comenzó. Un barrio de esos donde el sol quema sin preguntar y la vida empuja sin pedir permiso. Su padre, Nicolás, a quien todos llamaban "Macaco", murió cuando Rafael apenas entendía que los adultos también desaparecían. Su madre, Mérida Natal, se convirtió en costurera y en jefa de hogar al mismo tiempo. También en contadora, enfermera, psicóloga, cocinera y muro de contención contra lo que no se dice, pero siempre está: el miedo a no alcanzar.

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Rafael tenía ocho años cuando entendió que su casa era más frágil que otras. Que la pobreza no era una idea abstracta sino una rutina concreta: zapatos rotos, comidas cortas, silencios largos. Y que los sueños —si es que se permitía alguno— tendrían que construirse con las manos. Con esas mismas manos pequeñas que, dos años después, empezaron a rasgar las cuerdas de una guitarra.

Era una guitarra prestada. Siempre lo eran. Tocaba sobre el mostrador de un colmado por propinas que a veces sumaban treinta centavos. Lo suficiente para comprar pan, quizás una lata de algo. Pero también —y sobre todo— para escuchar a la gente decir “mira al nene, cómo toca ese guiso”. Porque lo que Rafael ganaba no era dinero: era legitimidad. En un mundo donde la música no alimentaba, él empezaba a hacerla indispensable.

No fue a conservatorios, ni tuvo maestros de academia. Aprendió mirando, escuchando, copiando. Se volvió autodidacta por necesidad, y artista por terquedad. A los catorce, dejó la escuela porque en su casa no se comía con diplomas. A cambio, se convirtió en “chivero”: cargaba, limpiaba, afinaba, arreglaba, tocaba. Lo que saliera. Y lo que salía, casi siempre, era música.

Pasó por el Conjunto Hawaiano, por Taoné, por el del Pueblo, por el de Pascual Hernández. Aprendió a tocar el tres cubano, el contrabajo y —en secreto, mientras su hermana mayor tomaba clases— el piano. Rafael se le metía al teclado como quien le roba minutos a la vida. Lo tocaba en silencio, mientras el mundo dormía. Aprendió a leer el pentagrama como quien descifra un mapa hacia ninguna parte. Porque aún no sabía que esa parte existía.

En 1952, la guerra lo sacó del pentagrama y lo llevó a un campamento en Cayey, con la Sexta Compañía del ejército estadounidense. Tocó mambo con un grupo que bautizaron The Borinqueneers Mambo Kings, y volvió a casa con un uniforme menos y una convicción más: él no era soldado, era músico.

Entonces llegó Cortijo. Y con él, Ismael Rivera. Y con ellos, la explosión: plena, bomba, sabor. Fue parte del Combo durante toda su época dorada. Hasta que la cárcel atrapó a Ismael, y el grupo se desintegró como se desintegra un sueño: sin ruido, sin aviso, sin marcha atrás.

Rafael pensó en dejarlo todo. Quiso estudiar banca. Luego leyes. A los treinta y tantos, se creía viejo para seguir persiguiendo aplausos.

Pero alguien golpeó la puerta. Varios, en realidad: Rogelio Vélez, Héctor Santos, Martín Quiñones y Miguel Ángel Cruz. Querían armar un nuevo grupo. Le pedían dirección. Él dudó. Pero cuando el 26 de mayo de 1962, en el Rock'n Roll Club de Bayamón, sonaron los primeros acordes de ese proyecto llamado El Gran Combo, Rafael Ithier estaba ahí. Sentado al piano. De frente al destino.

Y desde entonces no se bajó.

Fue más que director: fue padre, juez, reloj, brújula. Imponía disciplina como quien marca el compás: sin gritos, sin estridencias, pero con exactitud. Hizo de una orquesta un continente. De un estilo, una escuela. De una intuición, una industria. Se volvió el cerebro detrás del ritmo. El orden detrás del desorden sabroso que es la salsa.

Y todo eso lo logró sin conservatorio, sin becas, sin premios anticipados. Sólo con oído, terquedad y una infancia que no se olvida.

Hoy, desde su casa en Bayamón, junto a Carmín, su compañera de siempre, Rafael Ithier mira hacia atrás. Tiene hijas, nietos, canciones. Tiene homenajes y discos. Tiene, sobre todo, el recuerdo de ese niño que tocaba guitarra sobre el mostrador de un colmado. Que tocaba no por arte, ni por fama, ni por historia. Tocaba porque sí. Porque cuando se nace en la necesidad, el arte no es una opción. Es la única salida.

El Gran Combo será la orquesta estrella de Viva la Salsa 2025, el espectáculo al que el más grande empresario de conciertos de Colombia, Ricardo Leyva, tiene acostumbrados a los bogotanos en el Estadio El Campín. Para ver a El Gran Combo de Puerto Rico y los artistas que estarán junto a ellos: Tony Vega, Jerry Rivera, Yiyo Sarante, La 33, Hansel & Raul, David Pavón, El Conjunto Clásico, y Frko y sus Tesos, las boletas se consiguen hasta el 15 de mayo con el 35% de descuento en Tu Boleta.

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