Si queremos un mercado de capitales y de productos que corresponda a las necesidades y posibilidades de Colombia, debemos llegar a la discusión del Plan Nacional de Desarrollo 2026–2030 con ese capítulo escrito.
Durante mucho tiempo, para muchos colombianos, las acciones y los bonos fueron vistos como algo ajeno, reservado para unos pocos o envuelto en un halo de desconfianza. No formaban parte de nuestras conversaciones cotidianas ni de nuestras decisiones familiares.
Fue un tiempo en que, como parte de la disciplina tributaria, era posible hacer inversiones en empresas que el Gobierno consideraba estratégicas.
Con los años conocí y he sido parte de los mercados bursátil y de productos. Y cada vez que sé un poco más, me convenzo de la inmensa relevancia que las dos bolsas —la de Valores de Colombia y la Mercantil— podrían tener si existiera de nuevo una política decidida para que lleguen a tener el protagonismo que podrían alcanzar, en beneficio del crecimiento, la sofisticación, la diversificación, la profundización y la democratización de nuestra economía.
Inmensa la relevancia que las dos bolsas —Valores de Colombia y Mercantil— podrían tener si existiera una política decidida para que lleguen a tener protagonismo
Son una fuente de recursos para las compañías colombianas. Por la vía de emitir deuda o participaciones, los emprendedores tienen acceso a recursos importantes, de manera alternativa al mercado bancario o intermediado. En esta alternativa, son los empresarios quienes pueden ofrecer las condiciones, en todo acorde con lo que precisan. Esta forma de financiarse es, además, muy amigable, en tanto los intereses de quien recibe los recursos y de quien los ofrece se alinean.
También se trata de una manera alternativa de ahorrar. Sin duda, para Colombia sería fenomenal avanzar en la conciencia de lo importante que es el ahorro. Para cada persona, en sus ambiciones individuales o familiares, y para el país en su conjunto, contar con los recursos necesarios es una aspiración esencial. No de otra manera lograremos el salto que se precisa para ser una sociedad desarrollada. Y los mercados que comentamos son perfectos para lograrlo.
Son acuarios de transparencia. Las reglas que deben cumplirse para acceder a las bolsas, las que se imponen a sus administradores, el número y la calidad de las entidades que los vigilan, y las disposiciones para los administradores y operadores hacen que cada inversionista, y todos los ahorradores, conozcan en detalle cada aspecto que deben saber para tomar sus decisiones.
Materializan la magia de la oferta y la demanda. Todos los días y cada día, cada una de las empresas —y todas las empresas— compiten y se comparan entre sí para atraer interesados que juzgan sus desempeños y las sentencian con premios o castigos en la forma de la valoración que se hace de cada inversión. Esta exposición permanente no solo es la mejor manera de retribuir o no a quienes conducen cada compañía, sino que también es perfecta para asignar socialmente los recursos escasos a las actividades y sociedades que mejor lo hacen.
Igualdad y democracia. Tener un país de propietarios siempre ha sido una consigna de este columnista. Al tiempo que creo ferozmente en las cooperativas, el mercado público de acciones es otro componente poderoso. A través de este, con una acción, una colombiana puede hacerse tan dueña como la que más. Con los sistemas de financiación es posible que se llegue a todos los estratos y niveles. A través de los esquemas de inversión colectiva, cada uno puede ser parte de cada compañía que quisiera. Y si eso se acompaña de las reglas adecuadas de representación de los minoritarios, ¡qué bien haríamos para no caer en las tentaciones de las pugnas de clases que tanto dolor innecesario pueden generarnos sin razón!
Ya hemos tenido varias versiones de misiones del Mercado de Capitales. Las conclusiones a las que se ha llegado cada vez son, si no las mismas, muy similares. En menos de un año tendremos un nuevo Plan Nacional de Desarrollo. No podemos, una vez más, esperar a que se estén cerrando los espacios en esa bitácora que nos guiará otros cuatro años para trabajar en lo que debería hacerse. Este es el momento.
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