En el pueblo la palabra revolución no tiene asidero en estos tiempos, la idea de democracia de nuestro país, que en realidad apenas está en construcción con la constitución del 91, se ha tomado la boca del vulgo. Sin embargo, la revolución y la democracia no son incompatibles, porque la revolución no es intentar tomarse el poder por las armas, como muchos creen. La revolución es cambiar sistemas, redefinir las relaciones entre sociedad civil y gobierno, y sobre todo concebir la idea de Estado, donde los ciudadanos se sientan parte de este.
Por eso cuando hablo de que nuestro país necesita una revolución ciudadana es porque hay una necesidad profunda de mejores ciudadanos, para construir mejores ciudades. Si no son quienes habitan un territorio los que engrandecen esa tierra donde residen, entonces ¿quién? ¿Quién es un buen ciudadano? El que logra comprender que lo público es de todos, que nos debemos pensar como sociedad y aportar como individuo, quien es inconforme y critico cuando hay que serlo con las autoridades, tanto en sus acciones como omisiones. No solo es buen ciudadano también el que respeta la ley, sino el que la examina, la analiza, la estudia, la explica y emite juicios de valor sobre ella.
Es una revolución ciudadana cuando un líder comprende que los cambios no son únicamente desde el Estado hacia el pueblo, sino también de las bases para con su patria, y sobre todo cuando hace que lo comprendan quienes lo siguen. Los invito a una revolución ciudadana, donde cambiemos las relaciones entre gobierno y pueblo, es decir, donde demostremos que en los ciudadanos es donde reside el poder. Los invito a comprender que el Estado es la composición de tres elementos, entre estos, dos que hacen referencia precisamente a los pueblos. Los invito a sentir esa necesidad de evolucionar, de revolucionar, los invito a que les duelan las injusticias de este mundo.