Colombia, aparta de mí este cáliz

Colombia, aparta de mí este cáliz

"Todo tiene un límite y allá tú si no despiertas de tu letargo violento que clama más sangre y más violencia"

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
junio 25, 2019
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Colombia, aparta de mí este cáliz
Foto: Pixabay

Lo dije todo, y todo, o casi todo, lo hice. Desnudé mi alma por vos. Saqué a relucir todas mis llagas, mis dolores y todos mis perdones. Las lágrimas de mi familia, mis lágrimas. Expuse al público la sangre de seis seres amados que derramó esta patria de dura cerviz y apasionamientos enfermos. País primario, primitivo, atávico en tus instintos asesinos. Ya dije todo lo que tenía que decir, sin acusar a nadie, sin culpar a nadie y perdonando a todos. Dicen que me expuse a la vergüenza pública. De manera que el que ha de avergonzarse es la víctima y no el victimario.

Así es mi Colombia amada, un poco absurda, un tanto injusta. Te mostré las palabras del Maestro que hablan del amor a los enemigos y del perdón. Escribí tres novelas, dos libros de poemas y como un centenar de artículos de opinión contando tu historia, en el anhelo pueril, quizás tonto, de sanar heridas. Convoqué a la razón y no a la locura, habló el espíritu y no la emoción. Quise lo imposible: encontrar entre nieblas un resquicio de misericordia en un país devoto al Sagrado Corazón. A cambio, recibí burlas, infamias, injurias, intimidaciones, y de muy pocos el abrazo solidario y de casi nadie la comprensión.

Mía es la responsabilidad y mía la culpa, cada quien interpreta la realidad y sus injusticias con las anteojeras de su nivel de conocimiento y de consciencia. A quien no quiere ver no se le puede obligar a ver, a quien no quiere entender no se le puede forzar a entender, y si se le forzara menos entendería. Colombia, no puedo hacer nada más por vos. Te entregué mi vida... y a estas alturas los emisarios de la muerte dicen que las cosas van un poco peor. Colombia no puedo hacer nada más por vos.

La sensibilidad, la solidaridad, clamaba ponerse en el lugar de los que ahora toman el cáliz, ese vino rojo del cual muchas veces bebí yo. Y soñé el sueño imposible de evitar que miles cruzaran ese abismo. Lo mío ha de ser entonces una rara enfermedad de psiquiatra y de loquero o qué sé yo. Estoy mal entonces y todo y todos están bien: es a mí al que deberían encerrar en un manicomio. Luego, todo parece marchar como debiera, y soy una piedra en el zapato de esta maquinaria atroz. Ya todo está dicho, y dicho todo está. Y si quieres perseverar en tus afanes locos e intransigencias, una leve brizna al fragor del viento, al fragor de la metralla, del odio y de las burlas de los que están “cuerdos” no podrá evitar tu dolor. Porque pocos sienten algo y muchos no sienten nada: es la anestesia de una vida cómoda; pero sin motivo y sin razón.

He de callar entonces. Ya dije de este y de aquel, de aquella, de aquellos con buena intención. Y el gran poeta dijo: era una llama al viento, y el viento la apagó. El gélido viento de los indiferentes abruma mi alma en esta noche. Te abrí mi pecho, mis intestinos, expuse mis vísceras, sumergí mi testaruda cabeza en una oscuridad de boca de lobo y sometí a tremebundos presagios el corazón. A pesar de, tengo tranquila mi consciencia, pues nadie ha sido tan irresponsable como yo, para gritar a los cuatro vientos mi tragedia y permitir que todas las puertas se cerraran a mi paso y que huyeran de mí los que decían quererme, como huye la oscuridad a la salida del sol.

Todo lo hice por ti Colombia, o casi todo. Quemé los cartuchos, las naves, las reservas, los versos, los adjetivos, y arriesgué en un mar poblado de filibusteros. Tal vez sembré en tierra yerma, tal vez. O lo mío fue un show ridículo con escaso eco en cada nervio, en cada poro, en los tejidos de esta oscura nación. Yo todo lo di, o casi lo di todo, y expuse mi vida. Colombia, todo tiene un límite y allá tú si no despiertas de tu letargo violento que clama más sangre y más violencia. Pero yo... con ancestral angustia en el pecho, como gladiador a ras de piso, exhalo que no puedo hacer nada más por vos.

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