Chupando rueda...
Opinión

Chupando rueda...

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junio 02, 2014
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Crecí palpitando con los triunfos del gran campeón Cochise y esta mañana sigo con taquicardia por los triunfos de nuestros ciclistas en las carreteras de Europa. Apoteosis y lágrimas de emoción nos sigue produciendo repasar los registros de cada pedalazo de nuestros deportistas por los caminos, cumbres, campiñas y la hermosa geografía del Giro de Italia.

En momentos de encrucijadas democráticas, en los que se juega la continuidad de los diálogos que terminarán el conflicto armado, los "escarabajos" colombianos, conocidos por su coraje para escalar cumbres montados en una bicicleta, han sido como un oasis en medio de la confrontración política de quienes recurren a todo tipo de estrategias, para coronar el premio de montaña que define quien se queda con el solio de Bolívar.

Mejor refugiarnos en el valor de nuestros corajudos guerreros del pedal y de las bielas, que nos llenan de profundo orgullo, y sorber la copa de los triunfos que nuestros compatriotas alcanzaron en las élites del ciclismo universal.

En 1973, Martín Emilio Cochise Rodríguez, leyenda viviente de nuestro ciclismo, logró abrir el camino colombianizando las más encumbradas competencias de bicicletas en el mundo, y hoy franceses, británicos, italianos, alemanes y españoles aplauden a los hijos de Cochise.

Los ñato Suárez, los Zipa, Luis H Díaz, Pedro J Sánchez, Chispitas Duarte, Ponsoñita Rojas —el de Honda—, Alfonso Flórez, el negro Martín Ramírez, Álvaro Pachón el Cóndor de Colombia, Miguel Samacá don Coraje, los Niños de Cucaita, los Patrocinio, Rodríguez y Mejía, los Parrra, los Herrera y los Santiago Botero, hacen parte del pelotón de gladiadores que abrieron paso a las más grandes gestas del ciclismo nacional, construidas a punta de aguapanela y de los frutos que da la tierra campesina, en los campos, valles y montañas.

Estos deportistas montaron de niños una bicicleta para hacer los mandados de su casa, iban a las escuelas rurales en su caballito de acero sobre las trochas y caminos de los encomenderos, como mensajeros de las droguerías o para llevar los almuerzos a sus padres que arrancaban las papas y las arracachas de la tierra negra.

Naironman y Rigoneitor, tendencia en las redes sociales, junto al pelotón de "escarabajos" colombianos, producen la fuerza que necesita el país, para movilizarse hacia una campaña nacional por la construcción de paz.

Mientras Nairo Quintana, Rigoberto Urán y sus compañeros practicaron el juego limpio y gozan de prestigio en el exterior, en Colombia quienes hace pocos días atacaban los diálogos con las Farc, exigiendo verlas sometidas como pisándole la cabeza a una serpiente, acaban de dar un reversazo necesario a sus planteamientos y ahora están chupando rueda a la paz, que se ha venido construyendo tras un proceso serio de trabajo, con largas jornadas de diálogo sostenido y concertado, entre los negociadores del gobierno y delegados de las Farc.

Releyendo y revisando el método y lo acordado, se concluye que se han alcanzado buenos resultados en tres etapas críticas de la agenda. Lo acordado hasta ahora agrega valor para la transición hacia un escenario de construcción de paz; los acuerdos han sido cincelados con rigor y respeto, con altos niveles de confianza que avivan el buen clima de los diálogos en La Habana.

Queda una carrera de dos semanas, para escoger quien llevará los destinos del gobierno durante los próximos cuatro años y para esta última cronoescalada, las campañas de los dos candidatos, usan su mejor relación de piñonería en sus platos delanteros y traseros, emplean maquinaria todo terreno con la mayor multiplicación posible.

Los colombianos entendemos perfectamente que significa retomar la guerra en el país rural; existe inteligencia y madurez suficiente para afirmar que después del triunfo militar estratégico de los últimos dos gobiernos frente a las Farc, es hora de matizar los  lenguajes duros, porque desde las orillas de una campaña guiada por guerreros de mil batallas donde hubo guerra sostenida y puntos culminantes de dolor y rencor, el país no merece ni resiste la misma historia que exacerba los odios y pasiones. Un cambio de rumbo, podría destruir la confianza que se ha ganado durante las etapas empinadas y espinosas del diálogo.

Nairo Quintana al final de la penúltima etapa del Giro de Italia declaró que Colombia es amor y que merece la paz, invitó a todos los ciudadanos del mundo a que visiten a nuestro país y como embajador de buena voluntad, pidió que depongamos los prejuicios y los odios; ese grato ejemplo de humildad, debe motivarnos a no poner en riesgo lo que bien se ha hecho.

Si en esta última etapa de la carrera, llegara a imponerse quienes han demostrado ampliamente ir en contravía de lo que se está acordando en Cuba..., ¡entonces es recomendable que le sigan chupando rueda a la Paz!

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