Chile y el joven Boric: el desafío es la esperanza

Chile y el joven Boric: el desafío es la esperanza

"Mi compromiso es con una democracia en donde los barrios populares y las poblaciones tengan protagonismo, porque una democracia sin la gente no es democracia"

Por: José Ignacio Correa M.
diciembre 21, 2021
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Chile y el joven Boric: el desafío es la esperanza
Foto: Paulo Slachevsky

En un mundo que ha normalizado las desigualdades y las ha convertido en fundamento de los sistemas políticos, surge una generación dispuesta a mostrar otros caminos para la organización de las sociedades, sin que el temor a los espectros del pasado (comunismo, castrochavismo, neomarxismo…) haya logrado frenar el tránsito triunfal de unos dirigentes nacidos a la política en el calor de la movilización y la formulación de unas utopías que corren el riesgo de hacerse realidad.

Gabriel Boric, su equipo y el pueblo chileno han logrado construir un discurso diferente, encontrarse en un espacio de expectativas rumorosas y soñar con un país que llena de ilusión a los jóvenes, a los viejos, a las mujeres, a las diversidades, a los pueblos originarios y que, de paso, piensa en un mundo mejor para legar a los niños que hoy se forman para ser los dueños del futuro. De un futuro que, esperamos, sea más justo y solidario.

Chile, ese laboratorio del neoliberalismo que auspiciara Pinochet  en connivencia con Thatcher y Reagan, cuyos resultados nefastos para las clases más desfavorecidas se sienten aún hoy en pensiones, salud y educación, con un incremento inocultable en el gasto militar, ha comenzado el desmonte de ese monstruo que, como dijera el presidente electo de los chilenos en su discurso de la victoria, tiene los pies de barro pues ha dejado por fuera a los hombres y mujeres que sustentan la economía del país.

Los jóvenes que hoy llegan al poder en Chile, con valor y orgullo, no llegan con la idea de acabar con lo existente, sino que  –puestos en el interjuego político contemporáneo–  han concretado las ideas de los teóricos que desde hace algunas décadas vienen proponiendo la construcción de una democracia sustancial que aglutine y empodere todos los sectores hasta ahora oprimidos por las clases hegemónicas:

La tarea de la izquierda no puede por tanto consistir en renegar de la ideología liberal democrática sino al contrario, en profundizarla y expandirla en la dirección de una democracia radicalizada y plural (Laclau y Mouffe), es decir, que lleve hasta sus últimas consecuencias la acción popular que no es diferente a la construcción de una nueva hegemonía, que cuente con todos los ciudadanos y que posibilite el ingreso de la demanda social a los palacios y a los ámbitos en que se toman las decisiones que nos afectan a todos:

“Desestabilizar las instituciones democráticas conduce a la ley de la selva. Mi compromiso es cuidar la democracia todos los días de nuestro gobierno. Una democracia en donde los barrios populares y las poblaciones tengan protagonismo, porque una democracia sin la gente no es democracia”, dijo Boric este domingo.

Adicionalmente, con una clara conciencia de la historia y la eterna intertextualidad de las luchas populares, reconoce  –como el filósofo medieval–  que somos enanos subidos en los hombros de gigantes que nos han antecedido, puesto que “la historia no parte con nosotros… Sé que nuestro proyecto es parte de la trayectoria histórica que ha buscado la protección de la democracia y las libertades”.  Y, por ello, (el complemento es de Eco), desde esa privilegiada perspectiva es posible ver más lejos de lo que vieron las generaciones anteriores. No es una lucha generacional: es una lucha contra la injusticia, contra la desigualdad, contra la violencia, contra el irrespeto a los derechos humanos y en ella significan por igual todos los sectores, con sus diferencias y con sus aportes disímiles, pero valiosos.

Y, dado que la esperanza ha vencido al miedo, a la desinformación, a las fake news y a la férrea defensa de los privilegiados, se acrecienta la expectativa por el desempeño de estos jóvenes que han seguido las enseñanzas de Brecht y se ha formado en sus disciplinas y especialidades con la clara convicción de estar llamados a ser los dirigentes de un pueblo que ha visto cómo su poder constituyente primario es usurpado por unos cuantos elegidos para representarlo.

Los jóvenes (Boric, Vallejo, Jackson, Cariola, Siches y tantos más) encarnan la esperanza de un futuro luminoso, en el que tenga cabida una nueva forma de relación entre los ciudadanos y ciudadanas, con todos los seres y con el planeta todo, sin distinciones oprobiosas y en pie de igualdad para las oportunidades y el goce de los derechos que concede el hecho de ser seres humanos. Ardua tarea, pero ahí se potencian intrepideces, juventud y voluntad de servicio para responder por el compromiso adquirido, pues se trata, como enseñara el más alto poeta de los chilenos, Pablo Neruda, de un pueblo por deber y por amor reunido.

Ahora bien, ¿cómo resuena este triunfo en países como el nuestro? ¿Cuál es el diálogo intertextual que puede establecerse? ¿Dónde, los jóvenes que desempolven los viejos anhelos de un pueblo que solo ha sido visto como rebaño de elecciones, como soldado o como siervo-esclavo-obrero?

Mientras osamos respuestas a estas interrogantes, vuelven a nuestra memoria, las palabras de Rouget de Lisle: “Tiranos, ¡temblad! Y vosotros, pérfidos, / oprobio de todos los partidos, / ¡temblad!”.

Sí, pérfidos de todos los partidos, temblad porque se enciende una fogata que amenaza los privilegios y la inequidad de los poderosos. Una fogata que se aviva con el accionar de una mujer, médico de profesión, jefa de campaña de Boric, y  –como si fuera poco–  joven, con ancestro indígena y comprometida con los desprotegidos, como lo pedía Allende, cuyo nombre es ya el símbolo de ese incendio que comienza en Chile: Iskia Siches.

Concluyamos con esta bellísima metáfora de la nueva sociedad. Iskia fue un nombre ‘creado’ por la madre de esta mujer “morena, con ojos achinados”, como ella se describe, a partir de dos palabras: Iskra = chispa (el nombre del legendario periódico de Lenin, cuyo lema era “De una chispa el fuego se reavivará) e iskay, en quechua: dos.

Señores dirigentes tradicionales: hay una segunda chispa en la arena política mundial: joven, de abajo, comprometida y decidida y, sin duda, de esa chispa el fuego se reavivará, porque sobre el miedo siempre la esperanza volverá a renacer.

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