Centro Esperanza, sin despegar y en crisis

Centro Esperanza, sin despegar y en crisis

Un ventarrón amenaza con remover los frágiles cimientos del centro. La declaración del exgobernador Murillo revela el cúmulo de contradicciones de esa coalición

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
enero 24, 2022
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Centro Esperanza, sin despegar y en crisis
Fotos: Archivo particular/Wikimedia

Un fuerte ventarrón amenaza con remover los frágiles cimientos del centro. Tan solo bastó con una declaración de un candidato de último momento, el exgobernador Luis Gilberto Murillo, para que se develara el cúmulo de contradicciones que podrían echar por el suelo la viabilidad electoral del centro en una eventual segunda vuelta. Ya no parece tan claro —era casi que una verdad de a puño entre Fajardo y compañía— que la segunda vuelta será una disputa entre Petro y el centro, pues los centristas se han desgastado en cientos de reuniones para definir cuestiones de mecánica; no han trascendido en la opinión pública; sus candidatos no entusiasman, y sus reglas de ingreso parecen tan laxas que cada tres días se monta un nuevo candidato.

¿Dónde terminarán quienes se autodefinen como la única salida a los “extremos”?

Creería que al Centro Esperanza se la está devorando la falta de estrategia. Parece una coalición sin norte y con líneas de acción bastante difusas; tan frágiles que un portazo como el de Murillo, quien salió herido porque no se sintió escuchado (dejando en el aire una estridente acusación de racismo y machismo), desencadenó una crisis que llevó a Juan Manuel Galán a reconocer que la coalición no ha logrado conectar con los colombianos; a De la Calle a precisar la naturaleza de su aspiración al Senado, y a Carlos Fernando Galán, a señalar que a ese ritmo la segunda vuelta solo sería un anhelo.

Sí hacía falta algo de autocrítica entre los centristas, a veces tan vanidosos y faltos de sentido común para reconocer lo evidente: están desconectados de la ciudadanía y no han propuesto nada.

El problema con Centro Esperanza fue que se diseñó bajo la certeza de que estaría en segunda vuelta, asumiendo que la derrota de la Coalición Colombia durante la primera vuelta de 2018 solo fue el resultado de la desunión entre Fajardo y De la Calle. Entonces, echando mano de la calculadora y creyendo que el país seguía bajo los mismos ritmos de 2018, solo se preocuparon por armar una coalición antes de primera vuelta, ya incluyendo a De la Calle y a otros liberales. Sin embargo, en el camino se les reventó la Alianza Verde —con sus bases dispersas entre el centro y la izquierda— y la coalición quedó reducida a una interminable sucesión de reuniones. Desaprovechando la oportunidad para sintonizarse con el país; posicionar un programa o generar recordación.

Ese afán por la mecánica, por determinar quiénes entran e insistir en cómo van a gobernar ha derivado en su marginación de la agenda mediática, pues Centro Esperanza solo suena cuando ingresa o sale algún candidato. Por nada más. A pocas semanas de la consulta no han podido configurar un hecho político de trascendencia, una narrativa que visibilice la importancia del centro y lo dote de una identidad propia ante al Pacto Histórico. Nada. En año y medio no han pasado de la aburridora “estrategia” de agregar candidatos, algunos inviables como Juan Fernando Cristo, Carlos Amaya y Jorge Robledo (se deberían retirar de una vez), otros con mayor posibilidad de crecimiento como Galán y Alejandro Gaviria, pero que se van fosilizando en la mecánica de una coalición que se va quedando encerrada en sí misma.

Otro aspecto que deben resolver con urgencia es el programático. La insistencia en ser una “alternativa a los extremos” es un cascarrón y solo funciona como retórica reactiva a Petro o el uribismo. Parece como si los centristas se hubiesen quedado fijados en la atmósfera de opinión de 2018, sin comprender que el país no es el mismo, que el uribismo se encuentra en su más absoluta decadencia y que millones de colombianos se sienten indignados; solo eso puede explicar el crecimiento sostenido de una figura como Rodolfo Hernández, un demagogo agresivo y virulento, —crítico de las coaliciones—, pero con la capacidad de conectar con la realidad cotidiana de una ciudadanía indignada.

En el Centro Esperanza se comieron el cuento de tener pase de acceso preferente a la segunda vuelta y por eso se dedicaron a arreglar el país a puerta cerrada. ¿Estarán a tiempo para corregir el rumbo?, tienen pocas semanas para lograrlo y lo más importante, para por fin alzar vuelo.

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