Carta de un profesor sobre la verdad con mantos y la verdad desnuda

Carta de un profesor sobre la verdad con mantos y la verdad desnuda

En el momento en que la violencia golpeó fuertemente nuestro país, la verdad se convirtió en víctima. Ahí empezamos a maquillarla, a poderle mantos

Por: Óscar Eduardo Castañeda Lasso
noviembre 04, 2022
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Carta de un profesor sobre la verdad con mantos y la verdad desnuda

Apreciados y apreciadas estudiantes, hoy quisiera compartir con ustedes una reflexión suscitada por el espacio de “Enseñar para construir una Colombia en Paz desde las aulas” acerca de la verdad. Nos reunimos en un espacio virtual profesores y profesoras de diferentes partes del país para conversar y reflexionar en torno a este tema tan complejo y difícil de definir.

Colombia, el país en el que habitamos tanto ustedes como nosotros, ha puesto a la verdad en un intricado laberinto en el que ha tenido que resguardarse durante prolongadas noches y recién hasta ahora está empezando a divisar la salida.

Pero antes de hablarles de la historia de la verdad tenemos que conocerla, pues existen muchas personas que intentan definirla a raíz de lo que han tenido que vivir y resulta difícil lograr forjar un concepto que reúna todas las ópticas. Lo que les diré a continuación es mi verdad sobre lo que es la verdad pero no es la única.

La verdad de acuerdo a nuestras discusiones se construye para mí como un derecho y un bien público. El eleno, la fariana, el paramilitar, el narcotraficante, la campesina, el indígena, la afrocolombiana, el militar, la policía, el presidente, la congresista, el alcalde, la recicladora, todos y todas tienen a la verdad como un derecho fundamental, pero también tienen del deber de preservarla como un bien público que debe ser protegida de la mentira o del silenciamiento pues es de todas y todos.

El problema, y es aquí donde empieza el recorrido de la verdad en el laberinto y todas las pruebas que ha tenido que sobrepasar en estas largas  noches, es que la verdad se le ha puesto un manto de lo absoluto y lo intolerante. Esa ha sido la primera prueba que ha tenido que pasar, y ese manto le ha quitado la ligereza y flexibilidad, cualidades que le permiten abarcar a las personas anteriormente mencionadas.

Lo absoluto es aquello que cree que abarca todo, pero abarcarlo todo es imposible, razón por la cual se debe valer de la intolerancia para tratar de erradicar lo que se queda por fuera de lo que abarca.

Estos mantos han sido puestos por la violencia y desde entonces la verdad dejó de ser un derecho de todos y todas y un bien público a ser cuidado y se ha convertido en la principal víctima del conflicto armado interno colombiano que hoy en día continúa después de varias décadas de ser una de las características de nuestro país.

Si la verdad se convierte en víctima, su condición de existencia se vuelve la vulneración de su esencia, es decir, la vulneración de los derechos de todos y todas y entonces deja de ser un bien público a proteger y se convierte en un bien privado a imponer y a legítimar por encima de todos y todas.

Lastimosamente, desde que vimos a la verdad con estos mantos y esta empezó a recorrer el laberinto con dos tremendos pesos que ralentizarían su salida a la luz, la verdad ha sido secuestrada, desaparecida, enterrada, judicializada, mutilada, herida, expropiada, narcotizada, vulnerada y violentada de múltiples formas.

Ha tenido que vivir todos los hechos victimizantes de parte de todos los responsables del conflicto, y hablando de verdades, todos y todas quienes somos mayores de edad hemos sido responsables de una u otra forma pero también hemos sido víctimas.

Acá es necesario detenernos, porque los niños y las niñas y los y las jóvenes a las que hoy me dirijo aún no cargan a cuestas dicha responsabilidad y tienen la oportunidad de ver a la verdad desnuda de los mantos que históricamente le hemos impuesto, pero para ello es necesario que ustedes reconozcan en primer lugar a la verdad con sus mantos con un único objetivo: reconocer para convivir y convivir para no repetir.

La tarea de ustedes y de nosotras y nosotros hoy en día es muy sencilla; quienes hemos sido responsables del conflicto  y a la vez víctimas podemos enseñar lo que fue la verdad de los mantos para que quienes no son responsables pero si son víctimas puedan hablar de la verdad desnuda y defender su definición de derecho y bien público reconociendo que existió una verdad de los mantos.

No quiero detenerme en las particularidades del recorrido de la verdad durante el laberinto pues una carta no cuenta con tiempo suficiente y, por respeto a lo que pasó, esto es algo que toma su tiempo en ser explicado.

Pero quiero aclararle a mis estudiantes y a todo aquél que lea esta carta que la verdad ha terminado su recorrido por ese laberinto que le impusimos como colombianos y colombianas y finalmente ha salido a la luz, pero algo se quedó en dicho laberinto.

La verdad sangró cada vez que fue victimizada y revictimizada y dejó tras de si sangre en diferentes partes del laberinto, una parte de esa sangre fue absorbida por los mantos que le fueron puestos encima, pero otra fue absorbida por la tierra del laberinto.

La sangre es vida y la tierra del laberinto germinó muchas semillas que estuvieron empapadas de sangre desde su nacimiento.

Algunos frutos germinaron espléndidamente y se convirtieron en defensores de la paz pues se dieron cuenta que sus raíces eran la sangre de una verdad sin mantos pues a fin de cuentas quien sangró fue la verdad como derecho y como bien público.

Pero otros frutos germinaron creyendo que sus raíces fueron la verdad con mantos que se divisaba a lo lejos y empezaron a reproducir lo que creyeron era la verdad y eso implicó erradicar algunos de los frutos defensores de la paz, pues de lo contrario, simbólicamente no tendrían una razón de existir los frutos defensores de la guerra y eso implicaría una pérdida de sentido y por consiguiente la muerte.

¿y los mantos impregnados de sangre? Esos mantos han cumplido con su labor de contener la sangre que es la esencia de la verdad como derecho y como bien público y como la verdad cargó tanto tiempo con ellas en el laberinto, nos fue imposible arrebatarle los mantos  y lo único con lo que nos quedamos fueron estos dos tipos de frutos que germinaron y a veces pensamos que era lo único que teníamos.

Acá, queridos y queridas estudiantes les quiero hacer una claridad, el laberinto se llama Colombia, un laberinto lleno de frutos defensores de paz y de guerra. Pero los mantos ya no están sobre la verdad, están puestos a un lado para ser observados, para ser sentidos, para ser mostrados y para ser exprimidos y poder separar lo que fueron los mantos de lo que fue la sangre de la verdad desnuda.

Y he aquí el meollo del asunto, aunque si bien son diferentes los mantos y la sangre de la verdad desnuda, convivieron y recorrieron este laberinto durante mucho tiempo  creando un nuevo ser intolerante y absoluto y la mejor forma de entender lo que fue la verdad consiste en entender primero lo que nos hicieron creer que era, absoluta e intolerante, para poder valorarla como lo que siempre fue, un derecho y un bien público.

Por eso, como lo plantea la Comisión de la Verdad, debemos esclarecer en qué momento los mantos se pusieron sobre la verdad, para reconocer cómo los mantos no solo fueron responsables de los hechos victimizantes que cayeron sobre la verdad sino que la volvió una víctima, para poder convivir con aquellos frutos que nacieron de la verdad cubierta de los mantos y creyeron que esta era su esencia.

Pero que en el fondo los hacia vivir la sangre de la verdad desnuda, para nunca mas repetir la concepción de la verdad sesgada por los mantos que le fueron impuestos y poder apreciar el valor de la verdad desnuda.

Cuando la verdad estuvo con mantos, podíamos verla en movimiento y creer que lo que yo pensaba que era la verdad es lo que realmente era. Ahora que le hemos quitado los mantos lo que vemos es la transparencia y pareciera que entonces no la pudiéramos asir.

Pero todo lo contrario, porque ahora que vemos la transparencia, podemos ver al otro que está enfrente de nosotros y nosotras y lo que nos ha encarado a estar frente a frente es la construcción conjunta de lo que creemos y sabemos que debe ser la verdad, al verdad desnuda nos transmite su esencia para poder ver a quien está en frente de nosotros.

Entonces ahora vemos mucho más, es mi tarea y la de ustedes permitir que en el presente podamos ver a los otros y reconocerlos como parte de un nosotros en búsqueda de la esencia de la verdad como derecho y como bien público, pero para esto debemos ir con la transparencia de la verdad desnuda hacia el laberinto de los frutos de la guerra y de la paz pues también tienen derecho a poder sentir lo que es la verdad desnuda pues todos provenimos de su sangre, de lo contrario, al privar a cualquier otra persona de la transparencia, estamos colgando nuevamente sobre la verdad y sobre el laberinto los mantos de la intolerancia y lo absoluto.

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