Carta de los campesinos de Colombia al papa Francisco

Carta de los campesinos de Colombia al papa Francisco

"Los campesinos luchamos por producir y existir, somos aliados incondicionales en la lucha contra la pobreza, el hambre, la desnutrición y las inequidades en el mundo"

Por: César Pachón
septiembre 07, 2017
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Carta de los campesinos de Colombia al papa Francisco

Con profundo respeto y admiración damos un cordial saludo a su santidad Francisco en nuestra querida Colombia.

Dirigimos esta comunicación con el sincero propósito de compartir un conjunto de realidades sobre la situación del campesinado en nuestro país y acudimos a su alto grado de sensibilidad y solidaridad con las justas causas de la humanidad para interceder por el bienestar y la dignidad de los campesinos de Colombia y el mundo.

Los campesinos colombianos consideramos que a través de la  producción de los alimentos, el cuidado y conservación del suelo, las semillas, el agua y los recursos naturales contribuimos a la construcción de una sociedad mejor, y en este sentido exigimos un trato más humano y justo para nuestras familias, nuestros territorios, nuestra economía y para nosotros mismos.

Cada mañana al iniciar la jornada de trabajo, elevamos al cielo y a la tierra la oración del Padre Nuestro y con mayor sentimiento imploramos el “Dadnos hoy nuestro pan de cada día”,  acudimos a la fuerza celestial para depositar en manos de Dios nuestra existencia y nuestra condición humana; mientras labramos la tierra, producimos el alimento y luchamos por existir.

El pan nuestro de cada día que se producía en nuestras parcelas agrícolas a través del cultivo de trigo y maíz, han dejado de ser parte del paisaje de nuestras tierras. Hace más de 20 años nuestros campos estaban sembrados de alimento, nosotros cultivábamos el santo trigo, la cebada y el maíz (cereales esenciales para alimentar el cuerpo), al igual que el frijol, el garbanzo, la lenteja y la arveja. Lamentablemente, el panorama hoy es otro totalmente diferente, se impuso la ley de los mercados y su racionalidad económica por sobre el trabajo humano y la dignidad campesina,  nuestra seguridad y soberanía alimentaria  quedaron al amparo de la especulación, la dinámica del comercio y competencia desleal.

Nuestro país está inundado de alimentos importados provenientes del agronegocio y el juego de los commodities en el mercado financiero; 12 millones de toneladas de alimentos ingresan a Colombia, una enorme contradicción en un país con todo el potencial y los recursos para producirlos. Sumado a esto el campo queda abandonado por falta de oportunidades y quienes optamos por permanecer, vivimos en condiciones injustas e inhumanas.

El flagelo de la pobreza afecta al 45,6% de los habitantes del campo colombiano, aproximadamente 5.364.000 hermanos y hermanas que carecen de oportunidades económicas para vivir dignamente. Sumado a esto, el 17% de los campesinos, mayores de 15 años de edad, no saben leer ni escribir y el 20% de nuestros niños y jóvenes entre 5 y 16 años no asiste a ninguna institución educativa.

 Al parecer es una desdicha que compartimos con hermanos y hermanas campesinas de otras latitudes. A pesar de esta situación, nosotros, pequeños y medianos campesinos cultivamos el 80% de los alimentos que se producen en el país.

Igualmente y como es de conocimiento internacional, nuestro país carga con el peso de una historia de más de 50 años de guerra fratricida y conflicto armado con consecuencias nefastas para las comunidades rurales; la concentración de la tierra en pocas manos y el fenómeno del desplazamiento forzado han constituido el circulo vicioso de la violencia en el país.

Se calcula que el 0,2% de los predios (grandes extensiones) ocupan el 60,1% del territorio. Asimismo, 6,6 millones de hectáreas fueron despojadas por la violencia en las últimas dos décadas, millones de campesinos tuvieron que abandonar sus tierras obligados por la violencia, condenados al olvido, la indiferencia y la pobreza absoluta.

Los campesinos hemos sido las principales víctimas del conflicto y la guerra, blanco de todos los grupos al margen de la ley y de la omisión o acción de las instituciones del Estado. Por este motivo 12.5 millones de campesinos le apostamos a la solución del conflicto armado, al fin de la guerra y la violencia; y creemos en la construcción de una paz con dignidad y justicia para los más humildes y desprotegidos de la nación.

Creemos, al igual que el santo padre, que la tierra debe estar al servicio de la vida y la justicia. Que la agricultura, la alimentación y la vida digna de los campesinos son factores indispensables para el presente y el futuro de la humanidad. Que la madre tierra es un don de Dios y no debe ser utilizada por multinacionales extrayendo sus entrañas y acabando con la vida, favoreciendo solo a unos pocos vulnerando los derechos de los menos favorecidos.

Desde nuestra amada Colombia aportamos nuestro granito de arena, los campesinos luchamos por producir y existir, somos aliados incondicionales en la lucha contra la pobreza, el hambre, la desnutrición y las inequidades en el mundo.

Acogemos con gozo y esperanza su mensaje a los campesinos del mundo donde nos abriga con sus palabras llamando a la solidaridad, la justicia y la equidad.

Antes de despedirnos, quisiéramos invitarlo a conocer nuestra tierra y compartir con los campesinos de Colombia en Boyacá.

Con esperanza y fe en Dios.

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