Carta abierta y desde el alma a Álvaro Uribe Vélez
Opinión

Carta abierta y desde el alma a Álvaro Uribe Vélez

Usted no es un mesías pero puede ayudar a parar este desastre que no lo superan las instituciones, hoy copadas por el uribismo. Se lo pido desde el alma

Por:
mayo 26, 2021
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Señor Álvaro Uribe Vélez, le escribo hoy desde el alma y no desde las vísceras, como suelo hacerlo en las redes sociales. También he escrito sobre usted desde la academia pero eso no importa.

Los dos ya somos viejos. Nos hemos encontrado dos veces en la vida y usted tiene buena memoria. La primera fue el 1 de junio de 2001 en la Universidad Internacional de La Florida (FIU), el día que usted se disparó en las encuestas como candidato a la presidencia de la República. Lo recuerdo mucho. Desde el Centro de Estudios Colombianos de FIU, con Eduardo Gamarra, lo habíamos invitado como expositor. Antes de mi intervención un ciudadano colombiano lo denunció a usted por paramilitar cuando ejerció como gobernador de Antioquia. Usted le respondió con ira, como era de esperar. Así que cuando a seguir intervine y cuestioné su promesa de que “al otro día de mi presidencia, el Ejército se tomará El Caguán”, rompiendo las negociaciones de paz del inepto de Pastrana, usted igual me insultó con ira. Dos horas más tarde, usted me llamó por teléfono, me ofreció disculpas y me invitó a su presentación esa noche en el Hotel Hilton de Miami, invitación que rechacé.

Esa misma noche me llamó Gerardo Reyes y me preguntó si era verdad que usted había prometido la toma militar de San Vicente del Caguán. Yo le pasé la grabación de su discurso y ese fue el titular de El Tiempo al día siguiente. Por ese titular usted se disparó en las encuestas. Todo lo demás es bien sabido: desapareció Noemí de las proyecciones, Ingrid nunca despegó y Serpa se desplomó de a pocos. El Ejército se tomó El Caguán y la guerra se expandió, como usted lo prometió.

La segunda vez que nos vimos fue tal vez en 2006 en el Auditorio de Corferias en Bogotá, en uno de esos shows llamados “consejos comunitarios”, cuando le presenté los 17 estudios (1.200 páginas) que habíamos hecho en Bogotá sobre los costos irreparables para el país y la región central, de aceptar negociar el TLC con Estados Unidos como en efecto usted lo acordó. Yo era entonces el representante de la Administración de Lucho Garzón.

De seguro no volveremos a encontrarnos en la vida. Por eso le escribo.

El legado que usted le deja a la historia del país será polémico, doloroso y sangriento, pero tiene aún tiempo para recapacitar, reconciliarse con la vida, con la humanidad y en especial con la juventud.

El relato sobre la guerra que usted escaló con la insurgencia siempre será polémico. Habrá quienes, con perspectiva histórica, reconocerán que el militarismo fundamentalista de la guerrilla solo podía contenerse con la acción armada contundente que usted encarnó. Otros argumentarán que los nueve millones de víctimas pudieron evitarse, en especial los 6.402 asesinatos de los falsos positivos y los ocho millones de desplazados para que los señores de la guerra sembraran palma, banano, caña y pasto. No le he oído a usted, señor Uribe Vélez, aceptar que ese dolor de las víctimas puede mitigarse con la verdad, la justicia y la reconciliación.

El legado histórico suyo, señor Uribe, también será escudriñado en las transformaciones económicas que sus 20 años de dominio político encarnan. Digo 20 años porque Santos llegó al poder encaramado en sus espaldas y Duque, quien no llegó al poder pero sí a la presidencia, lo hizo arrullado en sus piernas.

A decir verdad la política económica neoliberal viene desde la administración Gaviria-Hommes pero usted, mediante los TLC y múltiples reformas de ley, la transformó en política de Estado, como por ejemplo mediante la “regla fiscal” o la privatización de la salud. En suma, el legado neoliberal consistió en desmontar las políticas de industrialización, consolidar el extractivismo energético-minero y de otros recursos naturales, reducir la agricultura a producción de laderas y de productos exóticos o endémicos, fortalecer el sector financiero y de servicios, en especial servicios banales (en seguridad o mototaxismo) y cuadrar las cuentas externas con ingresos del narcotráfico y las remesas de los cinco millones de colombianos emigrantes. Usted y los gobiernos que montó llevaron a Colombia a la crisis estructural del desempleo, subempleo, informalidad, pauperización de la vida y desesperanza.

Todo eso es cierto y usted, señor Uribe, lo conoce en detalle.

Leí los mensajes de Twitter que usted produjo entre el 28 de abril y el 25 de mayo de este año aciago de 2021. Mantiene usted mucho poder, así Invamer Poll estime hoy que su popularidad es apenas del 20 % y la de Duque del 18 %. Mediante la cuenta de Twitter usted ordena las huestes militares y civiles del Estado y orienta políticamente a empresarios y a millones de seguidores. Es usted un gran estratega y un comunicador sin par en Colombia. En sus mensajes, muchos de los cuales comparto, sobre todo cuando se duele de la violencia contra los bienes públicos y contra los policías, no encontré que condene de forma expresa la violencia policial desproporcionada contra los jóvenes, los asesinatos, las desapariciones o la violencia sexual.

Por eso mi carta, señor Uribe. Le ruego, le imploro, utilice el inmenso poder real que usted detenta para llamar a la convivencia pacífica. Autorice al presidente Duque a negociar con los jóvenes, las comunidades étnicas y los demás sectores movilizados, y a cumplir los acuerdos. Cúbrase de gloria aceptando que se equivocó llamando terroristas y vándalos a los manifestantes, y al ordenar combatirlos como si fueran enemigos internos. Siga por favor el camino emprendido por Claudia López de reconocer que se equivocó y corrija el rumbo de manera sustantiva.

No siga más a su ideólogo Londoño, quien llama a utilizar la Ley y el poder para hacer trizas ya no los Acuerdos de Paz sino el estallido social y considera irracionales a los que no piensan como él.

La primera vez que oí su nombre fue al maestro Gerardo Molina, cuando estábamos en el Movimiento Nacional Firmes en los años setenta. Él nos dijo que había un muchacho liberal interesante en Antioquia, de apellido Uribe. Usted ha sido en efecto un tipo interesante y de intereses. Como describe Invamer, hoy los colombianos y menos los jóvenes, tienen confianza en las instituciones (Congreso, Contraloría, Fiscalía, Procuraduría, Defensoría del Pueblo, medios de comunicación…). Esa es la esencia de nuestra tragedia y nuestra crisis. Usted no es un mesías pero puede ayudar a parar este desastre que no lo superan las instituciones, hoy copadas por el uribismo. Se lo pido desde el alma.

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