Carta abierta a Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes

Carta abierta a Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes

"Una universidad no es un negocio y su deber es con la sociedad"

Por: Luis Díaz*
mayo 20, 2017
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Carta abierta a Pablo Navas, rector de la Universidad de los Andes
Foto: Youtube

 

Estimado Sr. Rector:

Como egresado con vínculos activos con la universidad quisiera manifestarle mi profunda preocupación por la dirección que ha asumido la universidad bajo su dirección.

El último incidente es la reciente decisión de recortar créditos en todas las carreras. Bajo la lógica mercantilista que parece haberse apoderado de la dirección de la universidad, esto tiene perfecto sentido: si se ve a la universidad como una empresa donde los clientes son los estudiantes, esto les da el mismo título con menos esfuerzo y menos gastos para la universidad. Incluso en este marco tengo una objeción: yo hice una carrera de cinco años que me dejó muy bien preparado, pero luego le recortaron duración y ahora quieren recortarle intensidad. Esto devalúa mi título ya que en unos años los empleadores lo juzgarán de acuerdo a las experiencias que tengan con estos estándares decrecientes.

Pero hay un problema más fundamental: una universidad no es un negocio y su deber es con la sociedad. Una universidad de punta debe ser garante de una formación profesional de calidad, de una formación humana integral y un centro de pensamiento crítico y fuente de nuevo conocimiento. Si bien requiere unas finanzas sólidas, el uso absoluto de mentalidad y lenguaje empresarial va en detrimento de su calidad de cuerpo colegiado y terminó en una burocracia que asemeja los peores aspectos de la universidad pública sin sus ventajas sociales. La reforma mencionada es un ejemplo de esto: se decidió sin consultar a los profesores que llevan años de continua evaluación y refinamiento de los programas, y simplemente se dio la orden de recortar para ajustarse a los nuevos lineamientos. El argumento esgrimido es el bienestar de los estudiantes, pero esto resulta dudoso cuando el mismo argumento fue aducido para el abortado plan de trimestralización para que luego se revelara que la razón real era sacarle más jugo a la planta física. En ambos casos se proponen grandes cambios que no responden a problemas o necesidades de los profesores o estudiantes sino a decisiones gerenciales.

Como egresado me preocupa también la reciente debilitación de los procesos disciplinarios. Se dijo que el problema a solucionar era que los estudiantes que eran sancionados por un proceso disciplinario quedaban molestos con la universidad, se hizo un piloto, y este se declaró exitoso porque los estudiantes que se copiaban y en lugar de ser suspendidos tenían sólo que hacer un ensayo quedaban menos molestos con la universidad. Una  victoria para la visión empresarial porque esto ayuda al aprecio de la marca Uniandes y facilita la solicitud de donaciones a futuro. También se hizo una argumentación mucho más defendible en términos de que fuera un proceso más formativo y menos represivo. Sin embargo, con ambos argumentos queda por fuera la pregunta sobre el efecto a largo plazo sobre la tasa de fraude en la universidad y el efecto de ésta en la sociedad. ¿Qué tanto sube la copia si los estudiantes ven que no hay consecuencias reales en los pocos casos en que los descubren? y ¿qué valor tiene mi título si la gente sabe que lo pude haber obtenido a punta de copia? Si queda duda sobre el efecto que tiene en la sociedad el poder hacer trampa impunemente véase el caso del hijo del expresidente Uribe, quien se libró de sancione tras un caso de copia flagrante.

Quisiera aclarar que no todo en su gestión me parece negativo; es de resaltar su entusiasta acogida a los estudiantes de ser pilo paga. Sin embargo, su administración ha resultado en un descontento y desmotivación que me dejan muy preocupado por el futuro de mi querida alma mater.

Por último, me disculpo por enviar esta carta bajo seudónimo, pero como su administración ha erosionado las protecciones al libre discurso y dejado en claro que el estatuto profesoral es solo un débil paliativo al hecho de tener contratos a término fijo, me temo que el anonimato sea mi única protección. La respuesta “si no le gusta hay otros cien que quieren el puesto, además de un claro reflejo de la visión mercantilista donde el profesor no es un miembro fundamental de la comunidad sino un empleado dispensable, es un efectivo supresor de la disidencia abierta. Tal vez por eso usted no se da cuenta del daño que ha hecho a la universidad como cuerpo colegiado y centro de pensamiento crítico.

*Seudónimo

 

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