Carta abierta a Nicolás Maduro

Carta abierta a Nicolás Maduro

'Su discurso amenazante, provocador e incendiario ha ido desdibujando al admirable Chávez'

Por: Camilo Valencia Trujillo
agosto 28, 2015
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Carta abierta a Nicolás Maduro
Foto: tomada de lafm.com.co

Bogotá, agosto 27 de 2015

Señor:                                                                   

Nicolás Maduro

Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela

 

Excelentísimo señor:

Ante  los últimos acontecimientos, poco deseables por cierto, entre los dos países limítrofes y tras el silencio otrora guardado por el paciente pueblo colombiano, hago desde mi rincón, de ciudadano del común, de modesto vivir y proceder parroquial, este escrito respetuoso que, lejos de ser un memorial de agravios recibidos o emitidos, es una invitación a escucharse a sí mismo en los muy pocos momentos de soledad que su altísimo cargo quizás le permita.

Cuando habla un líder, como se proclama usted, es imprescindible escucharlo. Por favor, haga usted lo mismo, no se prive de oírse, sonreír es altamente saludable.

Su aporte al proceso de paz ha sido anunciado como generoso por su gente, pero de eso poco tiene, pues nos está cobrando un altísimo precio, en la piel y lágrimas de todos los colombianos humildes que sin cacarear, y menos manosear a Bolívar, vivían en comunidad en suelo venezolano por física necesidad, pero el matoneo de su decir los ha sepultado en lágrimas, tras los atropellos de gente armada indolente y depravada que goza con el dolor ajeno.

Usted, quien asegura que los paramilitares están operando en Venezuela, no tiene idea del infierno verdadero que es tener ese tipo de personas en su territorio. Nosotros sí sabemos y Dios sabe que no se lo deseamos a nadie, ni siquiera a usted. Pero lo que sí se ve en Venezuela es el desplazamiento forzado por gente armada, al mejor estilo de los paramilitares; son desplazados que huyen de regreso a Colombia, sin derecho a tener derechos ante sus abusivos militares, que denotan valentía; fusil en mano, aterran a niños, indefensas mujeres e inermes hombres que, como patrimonio, tienen hoy solamente su honradez y decencia. Su otro patrimonio: casita, animalitos, electrodomésticos y modestos muebles se quedaron dentro de las casas marcadas, como otrora hicieran los nazis o el ángel de la muerte.

Su discurso amenazante, provocador e incendiario ha ido desdibujando al admirable Chávez, quien, tal vez, producto de los delirios provocados por su penosa enfermedad, heredó a usted “democráticamente” La Revolución. Usted fue elegido por él, reelegido por una mayoría salida de una chistera y ahora es dirigido por quienes un día lo tendrán digerido, al menos así lo creemos tras fronteras. Históricamente, las islas han dependido del continente. No pretenda someter el continente a una isla.

Pero lo invito a no desquitar sus errores ni a pretender hacer de nuestros compatriotas pobres la plataforma de lanzamiento del misil que aplazaría las elecciones en su país. ¿Usted no es, acaso, aún el dueño de aquella chistera?

El presidente Chávez no era quizás muy popular entre muchos colombianos, pero hoy usted hace que todos extrañemos su inteligencia. Chávez jamás permitió que sus careadores se convirtieran, como usted sí lo ha permitido, en careadores de oficio.

Nuestros humildes compatriotas han de ser los seres más necesitados del planeta, solo así pueden pretender vivir bajo tanta humillación y limitación.

En cuanto al comercio, si usted compra y vende a Colombia por compasión o lástima, tengo la certeza que los empresarios de mi país un día recogerán su dignidad y le venderán o comprarán a otros que valoren su esfuerzo y reconozcan su aporte, pues si la dignidad no fuera importante, todos, los desempleados de nuestros países, el suyo y el mío, oscilarían entre la prostitución y el crimen.

Yo no tengo carro, no compro combustibles, no vendo ropa, ni vendo zapatos ni huevos ni carros, tampoco tengo intereses comerciales o políticos ni me declaro correligionario de ninguno de los dos presidentes, pero veo con preocupación el polvorín que se está armando por puro gusto de quienes mandan desde sus escritorios, de los aduladores tras mares y fronteras, de los traficantes de armas y de careadores de ocasión que abundan cuando hay desavenencias.

Envía usted con frases coloquiales, y si me lo permite, señor presidente, pintorescas, a su embajadora, pero no contesta el teléfono al presidente Santos, horas más tarde ordena a sus subordinados mantener cerrado el grifo de combustibles y la frontera, aduciendo que no nos merecemos sus favores; reitero, señor presidente, su generosidad nos puede volver inútiles, me parece bien que sin persistir en el abuso, la represión, el matoneo y el chantaje, suspenda el paso de combustible para los vehículos de sus hermanos colombianos, como usted nos llama, no sé si con afecto o por defecto; aproveche, por favor, la efervescencia de su decisión y cierre la válvula de sus amenazas, ofensas y prevenciones que también son otro combustible, más barato aún que su cada vez más barato petróleo, pero, infinitamente, más peligroso. Nosotros entenderemos que usted seguirá recibiendo de nuestro país gas y energía. No como favor, sino como negocio, respeto a la palabra, firmeza y coherencia.

Más allá de las amenazas, improperios y epítetos para los colombianos que, para mal o para bien, hoy son o fueron nuestros gobernantes, la más preocupante y apocalíptica de sus frases, señor presidente, es “yo amo a Colombia”, cuando nos despierta con sables a milímetros de nuestros pechos  mientras, desde mi estrechísimo saber e inconmensurable ignorancia, no se amenaza al hermano ni se agrede a quien se ama.

No creamos Señor Presidente, Usted desde la majestad del poder y yo desde la desnudez de mis pies sobre la “Subamerica” que heredamos, que la debacle en su país se reversa expulsando inmisericordemente a humildes y decentes colombianos.

No defiendo ni ataco a presidente, sistema o régimen alguno, soy respetuoso de la investidura suya como de la del señor presidente de la República de Colombia, este no es más que el desesperado clamor de quien, seguramente, coincidiendo con millones de colombianos, y quizás también de venezolanos, ve mezquinos intereses personales avasallando los intereses generales de dos pueblos amigos que tienen mucho más en común que una frontera y lo que se dice de Bolívar.

Con ánimo respetuoso y preocupación sincera.

 

 

CAMILO VALENCIA TRUJILLO
cédula colombiana  16.646.972
[email protected]

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