Carta a Gustavo Petro de un excandidato de las reservas al Concejo de Bogotá

Carta a Gustavo Petro de un excandidato de las reservas al Concejo de Bogotá

"A nosotros lo que nos duele no es el trabajo, sino la indiferencia quienes no reconocen el sacrificio de un gremio que pone los muertos en esta fratricida guerra"

Por: Jairo Soler
junio 15, 2022
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Carta a Gustavo Petro de un excandidato de las reservas al Concejo de Bogotá
Foto: Canva

En alusión a la carta abierta donde el doctor Gustavo Petro se dirige a los hombres y mujeres de la reserva activa de la Fuerza Pública, quiero compartir una opinión al margen de las agremiaciones de los reservistas, que no hacen nada distinto a oficiar de oráculos en los temas de la seguridad y a dar línea ideológica sobre por quién votar como si aún viviésemos en el cuartel de ayer, torpedeando la construcción de una auténtica línea ideológica y una estructura organizacional de las reservas, porque prefieren seguir comiendo a manteles con el poder de turno.

Esta campaña no ha sido la excepción y es por eso que hace falta una y miles de voces disonantes que discutan las propuestas de los candidatos, evitando la unanimidad, la alienación mental, el sesgo ideológico y el reinado de los memes y los influencer, que también los tenemos; y lo que es peor, la validación del silencio y la ausencia de propuestas que nos permitan acompañar a las campañas sin sentir que estamos firmando un cheque en blanco para que hagan con las reservas lo que a bien tengan, desconociendo que la publicidad y la información son la piedra angular de nuestra democracia.

Respecto al ingeniero Rodolfo, desconozco su propuesta, más allá de su interés por cambiar el régimen que permite a miembros de la fuerza pública pensionarse después de 25, 30 o más años de servicio; y frente al doctor Gustavo Petro, reconozco el afán por cambiarlo todo para que todo siga igual, como queriendo reciclar el mensaje de Lampedusa en el famoso gato pardo. Y lo digo porque no se advierte nada sustancial en una propuesta que pareciera elaborada en el conciliábulo de quienes desconocen el pasado y presente de la fuerza pública en Colombia.

No dejo de sentir un infinito pesar ante la ausencia de los que realmente tendrían que ser sus énfasis en el plan de gobierno sobre el punto de las reservas, la seguridad pública y la defensa nacional, uno de los temas más sensibles del país. Siento que, de llegar al poder, serán cuatro años más desperdiciados en estudios y análisis para que al final, se hagan unos retoques alentados por los mismos de siempre para dejar todo como estaba.

Es una perogrullada decir que los soldados y policías son “humildes colombianos que reclaman un mejor futuro para sí mismos, pero en especial para sus queridas familias”. Eso lo reclamamos todos los humildes y los que no lo son, porque el derecho a la esperanza y al mañana es precisamente lo que nos tiene hoy ante el dilema de escoger el mal menor.

Es cierto que a la vivienda se accede después de 14 años de cotización, para recibir un subsidio que premia a quienes más ingresos y futuro tienen dentro de las fuerzas, pero de eso usted no dice nada. Y entonces, el concepto de la dignidad es un sofisma para dejar que todo siga igual, porque lo estructural pareciera resistir el embate de los tiempos y de los gobiernos que más tardan en llegar que en caer en manos de los politiqueros de siempre, rodeados por charreteras y blasones que lucharan para que todo siga igual.

A los soldados y policías, igual como al resto de los colombianos, se les tiene prohibido enfermarse por alguna causa; y de llegarse a presentar una reducción de las capacidades psicofísicas, existen estatutos que las ponderan y definen claramente, aspectos como la reubicación laboral, la indemnización o el retiro de la actividad. El presente gobierno como ningún otro, ha venido saldando las deudas y cerrando los pasivos del sistema de salud de la fuerza pública. Es decir, eso se viene haciendo y en su propuesta no veo nada que nos permita soñar en no morirnos en las urgencias de los hospitales o en nuestras casas esperando al tratamiento o a la medicina que nunca llegará.

Usted nos dice que los “ingresos no alcanzan para pagarles una educación decorosa” a nuestros hijos y es cierto, pero con un ejercicio de retórica nos promete acceso al Sena y a la universidad pública pretendiendo resolver un asunto que duele y que lacera, avivando más la hoguera; porque usted más que nadie sabe que la educación privada de calidad está fuera del alcance de las familias de las bases de nuestras reservas; y solo se le ocurre que servimos para regular el tránsito y cuidar los presos, cuando un importante número de nuestras reservas son profesionales de la más alta graduación, pero al alcanzar el retiro, por límites de edad, son ignorados en el mundo laboral.

Nuestro trabajo contiene unas condiciones especiales y no se puede dar el lujo de abandonar el campo de batalla, o la calle atropellada por la delincuencia diaria, para atender un descanso que no estamos pidiendo. Sabe una cosa señor candidato, a nosotros lo que nos duele no es el trabajo, sino la indiferencia de los gobernantes que no hacen nada para reconocer, valorar, respaldar y exaltar el sacrificio de un gremio que pone los muertos en esta fratricida guerra.

Lo de los clubes es la perla de un cavernícola sistema de odios y de sectas, donde poco podrá hacer, porque usted terminará incorporando en su equipo de trabajo a los mismos empeñados en que cambie todo para que todo siga igual. Le recomendaría tener en cuenta para ese comité de sabios a personas nefastas como el director del club militar que hace unos meses en una proclama abominable prohibió que pisara, quien no fuese oficial, la joya de la corona de los clubes de la oficialidad. Eso es doctrina, doctor Petro, y la doctrina no se cambia con buenas intenciones.

Antes de que usted ingresara a la arena política ya existían las ciudadelas para policías, caracterizadas por su marginalidad, las condiciones de sus viviendas y la inseguridad dentro de los mismos guetos, porque en eso se transforman cuando solo se persigue recoger un voto. Estamos seguros de que la oferta de vivienda seguirá siendo en los cordones de miseria de las grandes urbes, porque el subsidio que se otorga a los hombres y mujeres de la fuerza pública, así como su capacidad adquisitiva no los habilita para estar en mejor sitio. Leyendo su propuesta; seguiremos como vamos doctor Petro, de eso estoy seguro.

Para que usted sepa, doctor Petro, los soldados y policías sí pueden llegar a ser generales. De llegar a la Presidencia, eso le dirán desde el comité de reforma que seguramente usted tendrá que organizar; y le mostrarán los estatutos de carrera que contienen lo que usted predica. De hecho, este mismo año, ascenderá a Brigadier General en la Policía, un señor oficial que ostento el grado de cabo segundo, en tanto que soldados que han llegado a generales tenemos un buen número de ejemplos.

Ese no es el punto doctor Petro, porque quienes deciden mantenerse como soldados, patrulleros o sargentos; no lo hacen porque sean menos capaces o menos buenos,  lo hacen con la convicción de saberse útiles a un país que los requiere y anteponen sus intereses personales a las necesidades de la fuerza,  las circunstancias del destino y la carrera; pero especialmente, porque los estatutos disponen conformar la oficialidad preferentemente con personal que no haya mancillado su pasado con un turno de trasnocho, con el sonido de una bala o con la incomodidad de un par de botas. Y después los asensos sobre la base del mérito, las competencias y la legitimidad, son validados con una “escrupulosa revisión de hojas de vida”, donde el liderazgo probo y la intachable vida familiar y patrimonial pasan a ser un saludo a la bandera... el tema es estructural doctor Petro. Y usted está entreteniéndose con la calentura de las sábanas.

Históricamente el alto mando ha intentado hacer más equitativo el acceso a los reconocimientos, pero quienes los merecen se estrellan contra la “habilidad” del vivo, el amigo o el dinero; porque sería bueno que usted empezara revisando las condecoraciones que vienen acompañadas de reconocimiento pecuniario e hiciera un balance de los pechos en los que florecen que, para desgracia del erario, pululan en las solapas de quienes mejor ingreso tienen, y no en el pecho de quienes arriesgan todo en la calle y los caminos.

Repito, no hay que cambiar todo para que todo siga igual, se tienen que atacar las causas estructurales del problema, se tiene que construir una doctrina donde la indiferencia, la indolencia y la intolerancia dejen de ser el emblema de la sociedad para con sus soldados y sus policías y eso se construye con autoridad y no con anarquía, eso se construye con leyes y con pedagogía.

Y desde luego al interior de los cuerpos castrenses, se tiene que avanzar, ahí sí, en la dignificación de la carrera, haciendo cambios que reduzcan la inequidad en el acceso a las oportunidades entre las jerarquías y que proyecten a cada hombre y mujer, que decida abrazar la defensa de la patria, hacia unas condiciones que le permitan mejorar día tras día la vida de su familia y de quienes lo rodean, generándole espacios para crecer y capacidades para transformar su sacrificio en un mundo de oportunidades para quienes sufrieron las noches en su ausencia y los días viviendo del recuerdo.

En definitiva, una oda de buenas intenciones, porque no encuentro nada que se meta con lo estructural, que es donde está la clave para resolver problemas, no solo en temas como la corrupción, la economía y la política, sino en asuntos medulares como la seguridad y la carrera de quienes dedican sus vidas a defender la patria.

Sin embargo, estamos de acuerdo en que las transformaciones pasan por dar el primer paso y usted lo quiere dar; pero la brújula está apuntando hacia el norte equivocado y esperaría que quien sea que llegue a la Casa de Nariño el próximo domingo, sepa interpretar el sentir de uno de los gremios más comprometidos con los intereses de esta maravillosa tierra que nos vio nacer.

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