Candidote, uno de los tantos que hasta el alma perdió en las elecciones

Candidote, uno de los tantos que hasta el alma perdió en las elecciones

Creyendo en la democracia y en el juego limpio, aspiró a un cargo de elección popular. Sin embargo, solo sacó tres votos y quedó debiendo esta vida y la otra en deudas

Por: Fernando Alexis Jiménez
octubre 28, 2019
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Candidote, uno de los tantos que hasta el alma perdió en las elecciones
Foto: Twitter @Registraduria

Algunos de sus amigos más cercanos (aun cuando hoy duda que lo hayan sido alguna vez) lo convencieron de aspirar a un cargo de elección popular. En todas las conversaciones le decían lo mismo: “Tú eres el hombre que necesitamos en el poder.  Nadie mejor que tú, honesto, comprometido con la causa y, además, transparente en el manejo de los recursos”.

Fue así como Candidote, de la noche a la mañana, se inscribió en la Registraduría. “Creo en la democracia y en el juego limpio", le decía a su esposa en medio de las discusiones en las que ella, desesperada, argumentaba que estaba loco y le recomendaba consultar un psiquiatra.

Buscó a Pedro Avivato, un político conocido. Él no se sorprendió de su decisión, por el contrario, lo animó. “Ya ves, llevo siete periodos y creería que me voy a jubilar sirviéndole a mi país”, expresó con orgullo.

De hecho, el hombre había comenzado como vendedor de frutas en una plaza de mercado y hoy tenía casas, finca, negocios y cada año cambiaba de modelo de automóvil, sin mencionar que sus hijos estudiaban en el exterior.

—¿Y qué me recomienda para desarrollar una buena campaña?—, le preguntó con la misma avidez de un discípulo a su sensei.

—No te preocupes por eso; simplemente dale vuelo a la imaginación y a la creatividad—, respondió Pedro Avivato al comprobar la ingenuidad de su contendor.

Candidote sonrió y se alejó repitiendo: “Creo en la democracia y en el juego limpio”, al tiempo que se admiraba por la actitud desprevenida y generosa del avezado político quien le animaba a participar de la contienda electoral.

Hipotecó la casa, vendió el carro, adquirió un crédito bancario y convenció a su esposa de que le facilitara los ahorros de muchos años que habían destinado a financiar la futura carrera profesional de su hijo. Al muchacho lo presionó para sacrificar el marranito en el que guardaba unos cuantos pesos y las monedas que le sobraban de la mesada semanal.

“Confíen en mí. Sé lo que hago. Creo en la democracia y en el juego limpio”, los animaba, como una amplia sonrisa que revelaba su convencimiento.

Invirtió el dinero en publicidad. No faltaron los anuncios en redes sociales, los afiches, los pasacalles y las hojas volantes que repartía junto a su esposa y el hijo. “La gente quiere ver que nos untamos de pueblo”, aseguraba.

Pedro Avivato, por su parte, se dedicó a almacenar cemento, arena y cuanto elemento podría serle útil, al tiempo que contrataba la preparación de centenares de tamales para el día de las elecciones. Todo para “fortalecer la democracia y compartir las ganancias con todos”, como solía enfatizar en sus discursos veintijulieros ante las multitudes que aplaudían a rabiar y querían sacarlo en hombros, como al torero que corta rabo y oreja en una temporada.

Por fin llegó el día anhelado. Estaba emocionado. Creía en la democracia y en el juego limpio, pero su entusiasmo fue menguando cuando, al ir en busca de sus amigos, los que le animaron a lanzarse a cargo de elección popular, le informaron que estaban desayunando con tamal en la sede de Pedro Avivato antes de ir a cumplir con el sagrado deber de sufragar. Y a él, que veía en televisión el seriado de Simón Bolívar y se creía el nuevo libertador, la moral se le fue al suelo.

Candidote sacó tres votos. El suyo, el de su esposa y el de un despistado que no sabía cómo marcar en el tarjetón. Dicen las malas lenguas que, por llevarle la contraria, su suegra votó por otro aspirante y luego andaba feriando los bultos de cemento que le regalaron como compensación.

Recién amaneció, fue a buscarlo Pedro Avivato. Lo saludó con una sonrisa impregnada de sorna. Lo animó a seguir creyendo en la democracia y en el juego limpio. “Tal vez en las próximas elecciones”, le dijo al despedirse.

Y si piensa que voy a decir aquello de que Candidote se encuentra en cuidados intensivos por las quemaduras, se equivoca. Supuso mal porque le contaré que lo vieron buscando un gota a gota para poder saldar las una y mil deudas que le quedaron en este país del realismo mágico en el que todavía creemos en la democracia y en el juego limpio…

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