Candidata Morales, "el problema no está en lo que propone, sino en lo que calla"

Candidata Morales, "el problema no está en lo que propone, sino en lo que calla"

"Es decir, aquello que sabemos que haría de ser presidenta: impedir, entre otras cosas, que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños y niñas"

Por: Raúl Ramírez Rodríguez
abril 18, 2018
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Candidata Morales,
Foto: Twitter @MoralesViviane

El pasado 14 de abril celebró Viviane Morales, a través de Facebook, el respaldo a su candidatura presidencial por parte del movimiento político cristiano Colombia Justa Libres con la siguiente frase: “la unidad del pueblo cristiano avanza grande e incontenible. Las mayorías morales son las fuerzas fundamentales del cambio profundo que necesita Colombia”.

No pude evitar notar el uso de la expresión mayorías morales en su agradecimiento, lo cual me preocupó profundamente, puesto que es inevitable su asociación (¿probablemente inintencional?) con el nombre de la organización política “Moral Majority” (“mayoría moral”), fundada en EE.UU. por sectores fundamentalistas cristianos afines con el partido republicano de ese país, los cuales reivindican en su discurso la unión entre las mayorías sociales de su nación y los valores tradicionales de la derecha cristiana. Dicha organización se ha encargado de desplegar un lobby bastante agresivo ante los gobernantes republicanos de EE.UU. con el fin de procurar la disolución de la separación entre iglesia y Estado, y lograr de esta manera que la conformación de su proyecto de nación coincida con su visión religiosa: un estado teocrático, esencialmente.

Más preocupantes aún resultan las reacciones que ha suscitado entre la comunidad cristiana este respaldo, donde algunos han dejado oír sus voces haciendo las invocaciones de costumbre, clamando por cosas como la “unidad del pueblo cristiano”, la necesidad de tener en palacio a un gobernante “con valores y principios morales cristianos”, un “presidente guiado por la voz de Dios”, que pueda materializar el sueño dorado de muchos creyentes: una Colombia que sea como una especie de Israel, “gobernada por Dios”.

Probablemente Viviane Morales sea una candidata bien intencionada, al menos en un sentido general; algunas de sus propuestas resultan interesantes en lo que atañe a los temas económicos y ambientales, entre otros. Sin embargo, el problema no está en lo que propone, sino en lo que calla en estos tiempos de campaña, es decir, aquello que sabemos que haría de ser presidenta: impedir, entre otras cosas, que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños y niñas. Esto no es algo nuevo ni inesperado en ella. Por todos es conocido que el año pasado promovió un referendo para definir mediante voto popular si las parejas del mismo sexo podían adoptar o no menores en Colombia, que no es otra cosa sino someter los derechos de las minorías al arbitrio de las mayorías religiosas y tradicionalistas del país en un ejercicio de participación ciudadana claramente antidemocrático. Por supuesto, de la misma forma en que Santos prometió en su momento no subir impuestos mientras hacía campaña para luego venir a hacerlo una vez elegido presidente, cualquier cosa se puede esperar en el mundo de la política, especialmente en el caso que nos ocupa, siendo obvio que el apoyo de la comunidad cristiana a Morales no vendrá sin un precio por pagar.

De llegar a darse su elección como presidenta y si llegase a cristalizar su intención de impedir a toda costa que parejas del mismo sexo puedan adoptar menores, ¿qué otro derecho podría resultar sacrificado para las minorías, una vez se abra esa caja de Pandora?, ¿será únicamente la comunidad LGBTI la que sufra persecución o habrá otras minorías que se verán afectadas?, ¿se convertirá la Biblia en ley para todos, indistintamente de sus creencias o filiaciones políticas?

Como cristiano, creo que es más el daño que el bien que se le hace al evangelio de Cristo porque la realización de semejante visión de mundo implicaría, aunque no lo quieran admitir, la supresión de las libertades individuales para todos los ciudadanos, creyentes o no, y con ello lograr, por la razón o por la fuerza, que “Colombia sea de Cristo”, como claman algunos. Nada más alejado de la realidad de un evangelio que reclama la expresión del libre albedrío del ser humano en su decisión de aceptar a Cristo como Señor y salvador. Y por supuesto nada más alejado del propósito de un estado laico, donde todos contamos con la libertad de expresar nuestras creencias de manera libre y sin persecución, donde debería bastar la fuerza de la argumentación para exponer nuestros puntos de vista sin vernos en la necesidad de anular a nuestros contradictores.

Como hombre gay, mi anhelo es poder vivir en una Colombia donde pueda tomar de la mano a aquel a quien amo, besarle y expresarle mi amor con libertad, sin temor de ser agredido o censurado. Todo lo que pedimos como comunidad es el derecho a ser nosotros mismos y a reconocernos como uno más pero como parte del todo, como parte de la sociedad. Pero difícilmente veo que eso pueda ocurrir en una Colombia donde Viviane Morales sea presidenta, quizás no tanto por ella, sino por la miríada de fundamentalistas que se puedan sentir envalentonados a expresar su intolerancia y violencia en las calles, del mismo modo que los radicales seguidores de Trump empezaron a hacerlo al siguiente día de ser este último elegido como presidente de los EE.UU., insultando y maltratando a cuanta persona no blanca se encontrase por las calles.

Un reconocido teólogo afirmó en una ocasión: cada vez que se politiza la religión se politiza la moral, y se terminará teniendo al final una de las culturas más inmorales que pueda existir. El ascenso al poder de la “Mayoría Moral” de Viviane Morales supondría, paradójicamente, el colapso de la moralidad, al empoderar a un sector de la sociedad que no comprende ni reconoce el derecho a elegir en el otro, en el contradictor. Lejos han quedado de nuestra memoria los tiempos en que los cristianos eran los perseguidos, torturados y asesinados por las mayorías; casi 2.000 años después, los papeles han cambiado y nos solazamos en ello, creyendo que el pasado no se volverá a repetir. No obstante, la vida da vueltas y mañana la “mayoría moral” se puede convertir nuevamente en la minoría, y entonces anhelaremos no haber suprimido las libertades de otros para que no se haga lo mismo con las nuestras.

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