Candela, una voz poco silenciosa pero providencial en la masacre de Machuca

Candela, una voz poco silenciosa pero providencial en la masacre de Machuca

En medio del caos de ese fatídico 18 de octubre de 1998 nació. Desde entonces es "símbolo de la esperanza, de la terquedad de un pueblo que no se quiere dejar morir”

Por: Fernando Vallejo
octubre 22, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Candela, una voz poco silenciosa pero providencial en la masacre de Machuca

El Silencio y Providencia, así se llaman dos de las minas más grandes del nordeste antioqueño. Su gran producción aurífera ha permitido que muchas poblaciones de inmigrantes de otros lugares lejanos, olvidados y pobres del país lleguen a buscar fortuna, a tratar de encontrar lo que sus regiones no les han podido brindar. La dependencia económica de la producción del oro que tienen las localidades de Remedios y Segovia, así como la forma de explotación minera, ha hecho de esta zona del departamento un permanente caldo de cultivo de conflictos por tierras, por poder y por el manejo de la producción en manos actores al margen de la institucionalidad.

Por ello no es extraño encontrar que a diferencia de muchos municipios antioqueños, donde impera la tradición de la mula y el carriel, en Segovia y Remedios coexistan otras costumbres traídas de las más dispares regiones del país, pues en aquellas se han asentado los olvidados y desterrados o desplazados de otras zonas tan violentas o más que estas dos poblaciones antioqueñas.

Cierto es que en Segovia (Antioquia) confluyen los deseos de muchos colombianos, esperanzados en el cambio de situación, mejorando su calidad de vida gracias a ese metal que degenera en locura colectiva cuando brilla en las entrañas abiertas de la tierra, pero que también produce progreso y bienestar a quien se aprovecha de él.

También es cierto que las regiones colombianas que cuentan con recursos naturales generadores de riqueza se han caracterizado por combinar paradójicamente esa explotación de recursos con conflictos sociales y económicos, produciendo violencia, inseguridad, pobreza y zozobra. Valga decir que en tiempos pasados fue Efraín Gonzáles, el “Siete Colores”, quien asoló la zona esmeraldífera, en connivencia con grandes gamonales de Boyacá para garantizar la hegemonía y monopolio de la producción en muy pocas personas. Posteriormente, la bonanza cafetera produjo grandes conflictos por el poder de la tierra, excluyendo a los campesinos minifundistas de las grandes y productivas exportaciones que dejaron riquezas en pocas, muy pocas personas.

En tiempos más cercanos ha sido una constante el desplazamiento forzado y permanente del campesinado colombiano a las ciudades capitales o regiones menos violentas con el objeto de ganar terrenos propios para el conflicto armado entre distintos agentes irregulares que luchan de forma demencial y fratricida por un pedazo de tierra, por un trozo de poder, por un lugar en la historia funesta y sangrienta del país.

Es así como al corregimiento de Fraguas, en el municipio de Segovia (Antioquia), más conocido como “Machuca”, durante varios años, fueron llegando de distintos lugares de Antioquia, Boyacá, los santanderes, Chocó, e incluso, de algunas regiones de la costa atlántica pobladores y campesinos temerosos, escapando del conflicto, de las amenazas, de la desesperanza por la muerte vil, aberrante e inhumana de sus seres queridos, con la seguridad de encontrar en “Machuca”, un lugar donde construir hogar, donde forjar futuro, donde edificar familia, un lugar donde hacer país.

Sin embargo, “Machuca” que está fundada entre dos riquezas —el oro que produce la zona y el petróleo que pasa por su periferia— no ha logrado descollar como una población pujante y en creciente economía; por el contrario, sus pobladores son cada vez más pobres, la inversión estatal en la zona no permite una vida digna, con servicios públicos necesarios para satisfacer los requerimientos de sus habitantes, no ha sido posible garantizar un total cubrimiento en seguridad social y para colmo de males, “debían vivir entre tres fuegos” que amenazaban su existencia a cada día, fuegos que no permitían una noche de sueño plácido ni un despertar despreocupado.

Muestra fehaciente de ello fue la vil agresión que sufrieron sus humildes habitantes el 18 de octubre de 1998, donde perdieron la vida más de 84 personas incluidos niños y ancianos. Un grupo cruel y despiadado, sin medir consecuencias y pretendiendo enarbolar sus banderas libertadoras, desangró de nuevo al país, dejando tan solo dolor, viudas, huérfanos, pobreza y desolación.

Lo que no pudieron calcular esos agentes ilegales fue lo sucedido cinco minutos antes de la tragedia: en una pequeña y humilde vivienda de Machuca una madre congestionada por el dolor intenso en todo su cuerpo, por el sudor incontenible que recorría su rostro, por los gritos que eran ya acuciosos y desesperantes para sus vecinos que no podían conciliar el sueño, acompañada tan solo por su vecina y amiga, sus otros hijos, que de soslayo observaban escondidos tras una cortina sucia y raída, dio a luz a Marlidy. Una pequeña negra, tan hermosa como la noche, tan enigmática como los instantes posteriores, tan colombiana como el más, tan providencial como el futuro que le señalaron los suyos para ellos mismos.

Marlidy es la responsable directa por muchas vidas salvadas. Los potentes pulmones que anunciaron su llegada al mundo y el posterior llanto signaron la suerte de muchos pobladores.

Para los salvados por su llegada ella significó el futuro de sus destinos, la esperanza de una vida mejor, el reflejo fiel de la grandeza de la vida en medio de la muerte, el respeto a la vida por sobre los intereses desmedidos de los actores en conflicto al querer demostrar lo contrario. Marlidy es la vida, Marlidy es el sueño y anhelo de sus coterráneos, es la representación de la terquedad de un pueblo que no se quiere dejar morir, es y seguirá siendo la flecha lanzada, mas no la envainada.

Hoy, veinte años después de esa horrible masacre, Marlidy Sánchez Londoño, paradójicamente conocida como “Candela”, sigue construyendo esperanza en los pobladores, pero no solo en los de Machuca, sino en todos aquellos que en la distancia o en el tiempo han conocido su historia, que han sufrido con ella pero que han luchado por olvidar y perdonar forjando futuro, trabajando, exigiendo, respetando, tolerando, cooperando, siendo solícitos a la hora de prestar ayuda a los necesitados como también al momento de exigir respeto por los derechos fundamentales garantizados desde la carta de 1991.

En el cumpleaños veinte de Candela el homenaje no solo es a los naturales de Machuca, Fraguas, Segovia o Remedios, sino también a los menos favorecidos en toda Colombia, pues allí confluían los pesares de muchos lugares del país. Homenaje a la vida, a la fuerza del pueblo colombiano por alcanzar la justicia social, a los favorecidos económicamente en tanto son el fermento de las posibilidades a quienes poco o nada tienen, al Estado social de derecho constitucional —bajo el entendido que ese término tan solo es el camino y no el fin—, a las más dispares situaciones de desigualdad, dolor, desolación, lágrimas, luchas inhumanas y despiadadas que ha sufrido nuestra nación en casi toda su vida republicana.

Marlidy Sánchez Londoño, “Candela”, debe ser hoy y siempre el faro que guíe las decisiones institucionales, sociales y culturales de esa pequeña población enclavada en el nordeste antioqueño llamada Segovia; de tal forma que su luz llegue a las mentes de la dirigencia política para crear políticos capaces, gobernantes honestos y comprometidos con las causas sociales, sociedades imbuidas de solidaridad, compromiso y tolerancia; sistemas educativos claros en sus fines y responsables con sus proyectos educativos; docentes deseosos de guiar y no de aleccionar; estudiantes amantes de su elección; empleadores respetuosos de sus obligaciones, trabajadores comprometidos y con sentido de pertenencia, funcionarios estatales libres de rencores y deseosos de servir; organizaciones religiosas respetuosas de la libertad de pensamiento; padres respetuosos de las ideas de sus hijos e hijos amantes de la experiencia de sus padres.

Ese es claramente el mensaje de una vida que ganó a la muerte hace ya veinte años y que seguramente hoy sigue aportando desde su accionar particular al mejoramiento de la calidad de vida de su comunidad, al respeto por la diferencia, a la tolerancia por la libre autodeterminación, al cumplimiento de las obligaciones institucionales en tanto guarden coherencia con el respeto por la vida, por la dignidad y por la inmanencia del ser humano.

Segovia sigue siendo una región rica en oro y muestra de ello son El Silencio y Providencia. Sin embargo, providencialmente, en un instante de silencio vino Candela al mundo para ofrecer una luz de esperanza y alegría a los que quedaron y pretenden continuar el camino de la vida.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Nota Ciudadana
Llega la estrategia de seguridad “Teusaquillo Camina Seguro” ¿De qué se trata?

Llega la estrategia de seguridad “Teusaquillo Camina Seguro” ¿De qué se trata?

Nota Ciudadana
Día del Niño: más que una simple celebración, en defensa por el derecho al juego y la protección

Día del Niño: más que una simple celebración, en defensa por el derecho al juego y la protección

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--