Con un actual mandatario, al cual los medios de comunicación en manos de las castas hegemónicas, tratan con exacerbada benevolencia, favoritismos desbordados y cuidados extremos, la ciudad de Santiago de Cali, administrada por un delfín surgido desde el vientre de una de las familias más representativa de ese clasismo elitista, tiene a las comunidades residentes en ella en paroxismo creciente, ante circunstancias negativas que se multiplican de manera exponencial, al sentirse utilizadas, vulnerables y agredidas frente a hechos que marcan un periodo de largos y profundos padecimientos, motivados por toda índole de factores, a partir de unos créditos financieros avalados por un concejo cooptado por diversas empresas privadas.
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Los cuales serán asumidos por los habitantes mientras son despellejados y los erarios esquilmados por la clase política, reflejándose de inmediato en los incrementos exagerados de los impuestos prediales y catastrales, pasando también por tremendos aumentos en las tarifas de los servicios públicos, hasta el evidente deterioro de la infraestructura del municipio, incluyendo los amiguismos descarados dentro de las instituciones y entidades municipales, y un sinnúmero de sucesos parecidos, sin embargo, igual que ocurre en Barranquilla, Bogotá y en otras ciudades.
Se vende la imagen de estar estas municipalidades en poder de personajes preparados y capacitados para ejercer gobiernos, cuando en la práctica demuestran todo lo contrario. Al mandatario anterior de la ciudad, como igualmente está ocurriendo con el presidente del país en ejercicio, ya a estas alturas de su mandato lo tenían despedazado, defenestrado y acosado con críticas y noticias falsas, quedando en evidencia que se está ante una maquinaria de manipulación social de envergadura monumental, a cargo de unos medios de comunicación tradicionales, establecidos para generar conflictos contra cualquier personaje o movimiento político que se atreva a confrontar, contravenir y contrariar los poderes establecidos.
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