Cajamarca: una fiesta por la vida

Cajamarca: una fiesta por la vida

"Un NO fuerte y claro se hizo sentir después cuando en medio de sonrisas y lágrimas de felicidad marchamos unánimes alrededor del pueblo"

Por: Alejandra Londoño Posada (*)
abril 03, 2017
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Cajamarca: una fiesta por la vida
Foto: Archivo portafolio.com

Acompañada de gritos y cánticos de alegría se celebró la victoria de la dignidad y la vida; la soberanía y el territorio vencieron sobre las fuerzas de la corrupción y el chantaje.

De camino a Cajamarca tomamos un campero de esos que hay en la plaza de la 21 en Ibagué, bebimos una avena y nos encaminamos a lo que sería el 26 de marzo. Todos en el carro hablaban de la consulta y de lo preocupados que se sentían acerca de la decisión de los Cajamarcunos, a ninguno siquiera se le pasó por la mente lo que más tarde se convirtió en una fiesta por la vida.

En el comienzo de la jornada electoral de la Consulta Popular, el panorama era oscuro y abrumador, una densa niebla pintaba de blanco las montañas de Cajamarca, la lluvia acompañada de un hálito de tristeza cayó tan fuerte que no se veía más que unos cuantos individuos corriendo de charco en charco en busca de refugio.

Un campesino muy simpático iba junto a nosotros en el campero, decía con voz triste que iba a extrañar mucho su tierra, hablaba de Boyacá como opción para empezar una nueva vida a la que se vería obligado después de que AngloGold Ashanti iniciara la explotación. Hablaba de los colores y las formas de algunas montañas en particular, con asombro descubrimos que cada paisaje era más bello que el anterior, y es que ¡no es de sorprenderse!, “estamos en el paraíso terrenal; no más mire niña, es que el agua sí vale más que todas las minas de oro”.

Pocas veces había recorrido esa ruta, además era la primera en que iba colgada de la parte de atrás del jeep, con mucha fascinación y algo de nostalgia mirábamos el paisaje en un esfuerzo por percibir cada detalle, como quien ve por última vez a su madre y lo sabe, dibujando en la memoria un mapa de trazos y curvaturas del paisaje.

Entonces arribamos a la plaza del pueblo; mientras las horas continuaban su curso imparable, el día se hacía menos oscuro, la niebla se fue disipando y los cajamarcunos de a uno en uno fueron saliendo de sus casas a cumplir su deber, hacer historia.

Los rostros de sus habitantes eran fuertes, decididos, tenían actitudes sinceras llenas de dignidad, la frente en alto y un “Yo Amo Cajamarca” en sus voces y camisetas. Nadie era de aquí o de allá, no había diferencia de raza, orientación sexual o religiosa, estrato, tinte político o capacidad económica; nos mirábamos con ojos de hermanos, conscientes de la necesidad de estar unidos por una misma causa.

A pesar de las innumerables trabas impuestas por “entes misteriosos” para promover la abstención a través del chantaje, la corrupción y la difusión del miedo, el arduo trabajo de más de una década con la comunidad de cajamarcunos y en conjunto de los comités ambientalistas hizo que todos estos esfuerzos oscuros por entorpecer lo que sería una dulce victoria fuesen en vano.

El sol de la tarde además de tibieza trajo consigo esperanza, una que se entretejía mientras cada vez más personas se acercaban a las urnas a decidir por el destino de su territorio. Los músicos en el parque disipaban un poco la incertidumbre.

4:00 pm, llegó la hora del conteo, nos reunimos al frente de la sede del comité promotor del NO a la espera de la gran noticia, U lo que después terminaría en una parranda que se armó en la plaza central, donde la multitud se aglomeró junto a los tambores con el ánimo de vivir lo que ayer parecía tan solo un sueño, uno que se hizo realidad.

(*) Estudiante Comunicación Social y Periodismo Universidad del Tolima. Especial para En Red Podemos y Salmón Urbano.

 

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