Cada mes muere al menos un niño de hambre en La Guajira

Cada mes muere al menos un niño de hambre en La Guajira

En la recóndita población de Nazareth, se reunieron un grupo de autoridades tradicionales para hablar de problemas estructurales. Entre chinchorros y propuestas

Por: Martín López González
abril 19, 2022
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Cada mes muere al menos un niño de hambre en La Guajira
Foto: Wikimedia

La reciente muerte del niño Fabián Epinayú, de 2 años, de la comunidad Silwolu del municipio de Uribia por causas asociadas a la desnutrición, forma parte de una violación masiva y recurrente de los derechos fundamentales de esta población, ya casi son solo cifras, los nombres no se mencionan. En este caso, el difunto Fabián esperaba ser atendido por el ICBF que, en medio de sus desaciertos, incumple sus obligaciones legales y constitucionales. “La muerte de niños por física hambre es un flagelo de nunca acabar en estos territorios”, afirma la ONG Nación Wayuu.

Por estos hechos la Corte Constitucional adoptó la figura del estado de cosas inconstitucional desde 2017 y formuló a las autoridades órdenes generales para que entre ellas cooperen y se supere la situación, que se hizo notoria en 2016, cuando el Instituto Nacional de Salud reportó 355 muertes, de las cuales 70 correspondieron a La Guajira.

Las estadísticas confirman una verdad conocida ampliamente por los órganos de control, instituciones internacionales y organismos de la sociedad civil. Todos los meses niños wayús mueren de hambre. Es una situación que tiene múltiples causas y que a la vez debe ser atendida en al menos tres frentes: alimentación, agua y salud.

Iniciando abril, en la recóndita población de Nazareth, extremo norte de La Guajira, se reunieron un nutrido grupo de las autoridades tradicionales y palabreros wayús y gran parte de la población como testigo, en un diálogo genuino, para hablar de los problemas estructurales señalados con los candidatos más opcionados, según encuestas, a vice y presidencia de la República.

Las voces más representativas de estas comunidades en su lengua nativa imploraron ansiosos por agua, alimentación, salud, educación con conectividad como una deuda del Estado. Ellos solo recuerdan obras del presidente Gustavo Rojas Pinilla de mediados del siglo anterior.

Ya la coalición política de los visitantes le había dado una buena representación a los wayús como grupo indígena mayoritario del país con una precandidata a la presidencia, una senadora electa ubicada en un lugar preferencial de su lista cerrada y la elección, también de otra mujer wayú, como representante de los colombianos en el exterior, generando confianza, sentimiento de amistad y mucha esperanza en esta población. Estos hechos por sí solos representan una primicia informativa y, además, por primera vez en la historia un candidato a la Presidencia de la República pisa la Alta Guajira.

Los visitantes fueron recibidos tal cual lo expresa el poema de Vito Apüshana: “Cuando vengas a nuestra tierra, descansarás bajo la sombra de nuestro respeto. Cuando vengas a nuestra tierra, escucharás nuestra voz, también, en los sonidos del anciano monte”. Como parte de su proselitismo político los candidatos quisieron exponer el abandono estatal y mostrar a esta población como la paupérrima de Colombia a pesar de las grandes riquezas en su suelo y subsuelo.

Las propuestas de hacer cumplir la Sentencia T-302 y de que todo proyecto de generación de energías alternativas debe incluir a los dueños del territorio como socios, que nunca ha planteado la corrupta clase política tradicional de La Guajira, resultó creíble en boca de los candidatos, especialmente en la narrativa de la fémina aspirante a vicepresidente.

Al terminar el evento en Nazareth en un acto de la mayor mezquindad, tratando de demeritarlo, la politiquería tradicional de La Guajira y sus áulicos, reaccionaron por la forma “inadecuada” como fue usado un chinchorro que pusieron como alfombra en la tarima. El exgobernador Hernando Deluque Freyle, quien maneja el ICBF, por tanto, responsable del tema en discusión, escribió en Facebook:

“El afán escénico de mostrarlos identificados con una raza indígena los hace incurrir en una morisqueta y no en una gracia”. Los indígenas que organizaron el evento aseguraron que “los candidatos fueron recibidos en la matriz de Acho’unlaaa para cobijarlos como hijos de la Makuira. Nuestros chinchorros O’ulaa simbolizan la matriz que envuelve al hijo en su vientre. ¡Volver a parir sueños!”.

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