Barrancas - Reasentamiento wayú Tamaquito II
Expedición Avina -

Barrancas - Reasentamiento wayú Tamaquito II

La fuerza de la palabra y la conciliación de los wayú

Por:
noviembre 05, 2014
Barrancas - Reasentamiento wayú Tamaquito II

Tamaquito II es un reasentamiento de una comunidad wayú de 31 familias. Los Ipuana, los Piayú, los Pushaina y otro par de clanes. Hasta hace un año vivían en un territorio al que tuvieron que dejar después de una larga y exigente ronda de acuerdos con la mina del Cerrejón. Su caso, en un país tan poco proclive al diálogo, es una muestra de la fuerza de la palabra en los wayú y de hasta dónde se puede llegar con ella.

Antes vivían a unos 30 kilómetros de donde están ahora. El lugar se llamaba Tamaquito, sin el "II” que le pusieron luego al estilo de las sagas del cine. Lo que pasó fue que con el tiempo el crecimiento de la mina hizo cada vez más difícil la vida en su antiguo lugar. Cambiaron los caminos y los lugares para el pastoreo de los chivos, se fue la gente de los pueblos donde comerciaban, donde iban al médico o mandaban los muchachos al colegio.  Y así como cuando se ha cometido un agravio y una familia exige a otra el pago de una compensación a través de un palabrero; los habitantes de Tamaquito iniciaron un largo proceso para lograr que el Cerrejón aceptara que entre ellos se debía saldar una falta.

En 2007 el Cerrejón aceptó iniciar diálogos para llegar a un acuerdo sobre la reubicación de la comunidad. Durante 6 largos años de conversaciones las dos partes han tenido que negociar exigencias y maneras muy distintas de hacer y entender las cosas. La población por ejemplo exigía para su nuevo asentamiento un terreno de quinientas hectáreas que el Cerrejón no consideraba justo. Al final cada parte cedió un poco y se transaron en trescientas. Como parte de un conjunto de indemnizaciones los wayú requerían chirrinchi (una bebida alcohólica que se fabrica en el desierto), algunos chivos y vacas para ofrecer sacrificios a los espíritus en el antiguo y el nuevo territorio. Una solicitud que al comienzo no tenía asidero en la mente de los negociadores de la mina. Y así, innumerables pretensiones de las partes difíciles de acordar. Se han peleado, se han parado de la mesa, se han vuelto a sentar, han intervenido palabreros tradicionales y con el tiempo el asunto ha ido dando sus frutos. En agosto de 2013  las primeras familias iniciaron el trasteo.

El reasentamiento de 300  hectáreas está distribuido así: 100 hectáreas para las viviendas, 100 hectáreas para pastoreo, 70 para cultivos y proyectos de la comunidad, y 30 hectáreas de reserva intocable. La comunidad escogió el terreno. Son 31 casas, diseñadas por ellos mismo con el fin de integrar ventajas de lo moderno (como el sanitario) con la tradición (cocina aparte de la habitación principal y bloque de barro). No es  un barrio tradicional, no hay casas unas al lado de otras. Es una versión renovada de una comunidad wayú con las viviendas distantes y espacios de cultivo para cada familia. Tienen una escuela primaria y la comunidad  logró que el Cerrejón financiara planes de refuerzo escolar en las horas libres. También que como parte de las compensaciones se invirtiera en  estudios de educación superior para los jóvenes que terminen el colegio durante los próximos 10 años. El lugar tiene acueducto y alcantarillado. Una planta de tratamiento de agua y áreas para la vida comunitaria, donde se realizan hoy  las asambleas de la comunidad con la empresa. Porque todavía las conversaciones entre las dos partes siguen activas e igual de candentes que siempre.

Hay un inmenso trabajo hecho hasta aquí, y mucho potencial, pero no todo es color de rosa. Va un poco más de un año desde que se trasladaron y están enfrentando algunos problemas. Los principales son agua y falta de trabajo.  Efectivamente la planta de agua no funciona como debería, aunque hay personal contratado por la mina para arreglarlo (problema que no parece fácil). Por ahora hay servicio sólo 2 horas diarias y la gente debe acumular en recipientes para completar para las necesidades del día.  En cuanto al trabajo Jairo Dionisio Fuentes Epiayú, un joven de 32 años que ejerce como representante legal de Tamaquito II, dice que según los acuerdos se debían impulsar proyectos productivos comunitarios. Habían tenido que dejar sus modos de subsistencia y necesitaban ayuda para reemplazarlos. Sin embargo ha pasado el tiempo y los proyectos productivos no arrancan. Cada martes la empresa y la comunidad se reúnen pero las discusiones no están dando por ahora los mejores resultados. Y así han venido y ahí van. Negociando, discutiendo, tratando de convencerse uno a otros, cediendo, concediendo. Y no es poco lo que han caminado.  Quizá gracias a esa férrea insistencia de los wayú en la negociación, la intermediación de los conflictos a través de la palabra.

PD.: Buscar acuerdos ganar-ganar es una manera de cuidar.

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11° 4’ 0,74” N
72° 45’ 49,61” O


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