Así lanzó Uribe la candidatura de Pacho Santos para la alcaldía

Así lanzó Uribe la candidatura de Pacho Santos para la alcaldía

Con la misma estrategia de los talleres democráticos que le permitió al líder del C.D. pasar de un 2% en las encuestas a la Presidencia, Uribe se la juega a recuperar la alcaldía de Bogotá.

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febrero 19, 2015
Así lanzó Uribe la candidatura de Pacho Santos para la alcaldía

Afuera del teatro El Dorado, una multitud se agolpaba con la esperanza de poder verlo de cerca, tocarlo y recibir el regalo de un apretón de manos. En la entrada, dos hombres y una mujer decidían quien podía ser el privilegiado que podía entrar al lugar. Adentro, el calor que producían mil cuerpos apretujados hacía que la gente usara como abanico los sombreros de plástico que hablaban de una Bogotá Moderna. De los bafles salía el ruido atronador del acordeón de Jimmy Zambrano, cantando lo que será el estribillo con el que el Centro Democrático espera terminar con los 12 años de mandato de la izquierda en la capital:

Por una Bogotá moderna

Por una Bogotá segura

Por una Bogotá futura

1,2,3 vamos a cambiar a Bogotá.

El ritmo del vallenato invitaba a las esculturales y elegantes mujeres que estaban en la primera fila del teatro a bailar. Por una especie de extraño milagro, el sudor que se les escurría por la frente no les borraba la cruz de ceniza. Faltaban cuarenta días para la semana santa y un buen uribista nunca deja de cumplir sus deberes católicos. Era una fiesta en donde señores encorbatados y con peinados inmaculados cambiaban apretones de mano, abrazos y chismes. El murmullo era tan grande que ahogaba el jingle vallenatezco que se repetía una y otra vez como una peonza.

De pronto una voz se impuso sobre todas e invocaba al orden. Con su pelo blanco, reverencial, Everth Bustamante ordenaba al público a sentarse en sus sillas “Porque el presidente y el vicepresidente están por llegar”. Por un momento creí que me había equivocado y que me había metido a una reunión del partido de la U y no al I taller programático por una Bogotá más segura, la excusa perfecta que había encontrado el Centro Democrático para lanzar la campaña a la alcaldía de Francisco Santos.

Poco a poco la gente tomó su asiento y volteaban en todo momento para atrás con el anhelo de ser el primero en atisbar al ex presidente. Cuando la voz autoritaria del presentador anunció que el presidente ya estaba entre nosotros, nos volteamos todos a la vez, como una sola cabeza, pero los pasillos del teatro estaban vacíos. Las miradas súbitamente se dirigieron a la tarima principal y entonces lo vimos.

Álvaro Uribe tiene las manos blancas de un obispo y cuando las levanta, el ánimo de la multitud que lo esperaba se enardece y empiezan a corear su nombre y juran que no habrá otro Presidente distinto a él. Lo esperan en la tarima Carlos Holmes Trujillo, Dario Montoya, Ever Bustamante  y Diego Molano y claro, Pacho Santos.

A su lado, todos pasan desapercibidos, incluido el candidato a la alcaldía de Bogotá.  Sólo cuando los aplausos se callan y el jefe de ceremonias le da la palabra al ex vicepresidente, no sin antes recalcar que esa fórmula se recordará como  “los mejores gobernantes de la historia de Colombia”, La gente se da cuenta que Pacho ha venido. El candidato a la alcaldía de Bogotá saluda a los asistentes VIP, por aquello de su fuerza política, que están sentados en primera fila: Paloma Valencia con el pelo suelto y sin maquillaje, Maria Fernanda Cabal  y Edward Rodriguez, los representantes a la Cámara por Bogotá.

Mientras Santos dice su discurso, enfático en la palabra seguridad, Uribe prefiere observar el público, sonreir, saludar yocuparse de su tableta. Escribe algo, probablemente un trino, luego se levanta, alza el aparato, y le toma una foto a la multitud. Sus escoltas, ubicados a lado y lado de la tarima, le siguen todos sus movimientos. Se acerca una esbelta barranquillera,  su jefe de prensa Rubí Chauí, le dice algo al oído, la muchacha asiente e inmediatamente baja las escaleras y trasmite el mensaje. Uribe se yergue, alza la Tablet y toma una foto, quizás para su recuerdo, a Pacho Santos.

“Conmigo en la alcaldía los delincuentes temblarán”, dice el candidato y no esconde su dureza frente a los habitantes de la calle: “Esa gente sin ninguna capacidad de redención que son una molestia para la gente trabajadora de esta ciudad, de quienes lamentablemente esta administración no ha querido apersonarse de este problema”. Antes de entregarse a la enésima ovación aclara que el policía no es el que reprime sino que es el amigo de la comunidad y promete hablarles al oído, consentirlos y darle todo el amor y respeto que se merece un agente de la ley.

Entre gritos de “bravo tigre” y el archiconocido “Ese es, ese es” un sonrojado Francisco Santos se sentó en su silla. El turno le llegaba a Alvaro Uribe, de traje gris oscuro,  camisa azul marina y corbata vinotinto. Hace la pausa de rigor para recibir el aplauso cerrado y les presta, con su mirada, toda la atención a los periodistas que tiene al frente dentro del público. Con su mano pide silencio y en segundos en el teatro no se escucha ni el zumbido de una mosca.

La cruz de ceniza que lleva en su frente parece tatuada. Nada la borra, ni el fragor de un día de campaña. La voz de Uribe se escucha diferente cuando se está cerca.  Es dura y cautivadora y su innegable magnetismo explica su exitosa carrera  política. Habló de seguridad y dejó claro que Bogotá se hundirá sin remedio en el pantano de la desidia si la izquierda continúa mandando. Propuso montar red de cooperantes en cada esquina y que cada bogotano de bien se apersone de la seguridad de su cuadra. El ex mandatario lucía tranquilo. Sin preocupaciones por señalamientos judiciales ni por las encuestas que colocan a su candidato por debajo de Clara López, quien representa al sector al que quiere arrebatarle el poder. “Esta es una campaña larga y esto nos favorece”. Palabras con las que terminó su discurso para tomar asiento entre vítores y aclamaciones.

Con el final de sus palabras llegó el ex candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga, a quien el público recibió con la frialdad de un aplauso protocolario. Sin duda la gente había ido a escuchar al jefe político mayor y se preparaba a desocupar el recinto. El primer taller programático por una Bogotá más segura, había terminado. La gente se agolpó afuera con  la esperanza de saludar a Uribe, pero él tomó, afanado, la salida de emergencia del teatro. Se esfumó.  Ya habrá tiempo de estrechar manos y regalar abrazos, la campaña apenas comienza.

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