Arcadio Martínez Pumarejo, el abogado que no se ha podido defender ni él mismo

Arcadio Martínez Pumarejo, el abogado que no se ha podido defender ni él mismo

¿Quién es el hombre que fue atrapado en flagrancia tratando de sobornar a un jefe paramilitar para que se retractara de reconocer que fue Silvia Gette quien mandó matar a Fernando Cepeda?

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mayo 14, 2014
Arcadio Martínez Pumarejo, el abogado que no se ha podido defender ni él mismo
Foto: Archivo Eluniversal / Colprensa

La escena se repetirá. Arcadio Martínez Pumarejo descenderá de una furgoneta del Inpec, vestido de botas negras, un overol color camel, con esposas en las manos y custodiado por cuatro dragoneantes. Atravesará los pasillos de los juzgados de Paloquemao en Bogotá, subirá hasta una de las salas que le asignaron por reparto y se encontrará con su abogado César Augusto Londoño. Con la cabeza gacha, como siempre, se sentará en la primera banca frente a la juez 49 de Control de Garantías y le pedirá por sexta vez (sí, por sexta vez), la sustitución de medida de aseguramiento por la de prisión domiciliaria; es decir, que lo envíen de la cárcel Distrital de Bogotá a su casa en Barranquilla.

Quizás durante aquella diligencia, habrá de recordar los hechos por los cuales está detenido. Aseguran investigadores del caso, que a finales del año 2012 Arcadio Martínez Pumarejo se concertó con Silvia Gette para sobornar a Édgar Ignacio Fierro, alias ‘Don Antonio’. El jefe paramilitar que tiempo atrás había confesado que la exrectora de la Universidad Autónoma del Caribe fue quien ordenó y pagó a sicarios de las Autodefensas para que asesinaran al ganadero Fernando Cepeda.

El primer mes del año 2013, Arcadio Martínez Pumarejo, quien fungía como uno de los abogados de Gette, inició el plan. Realizó los contactos respectivos y se tomó el trabajo de viajar a Bogotá para buscar en la cárcel La Picota a ‘Don Antonio’. En aquella primera visita le propuso la canallada: cambiar su versión y retractarse de la confesión hecha por el asesinato de Cepeda para recibir a cambio una jugosa suma de dinero.

Tal vez con lo que no contaba el abogado Arcadio Martínez Pumarejo era que ‘Don Antonio’ no se iba a arriesgar a perder los beneficios que le ofrecía la ley de Justicia y Paz. De hecho, si llegaba a ser cogido en un nuevo montaje, de inmediato sería expulsado y en lugar de pagar ocho años de prisión se vería expuesto a una condena de más de 40 años por todos sus pecados. La cogió en el aire y le dijo a su visitante que lo pensaría, que en el próximo encuentro le daría su respuesta. Arcadio, entonces, por segunda vez insistió. Se tomó la molestia de regresar desde Barranquilla, para tratar de convencer al único hombre que podría salvar a Silvia Gette de pasar los últimos años de su vida en una celda de 2 por 2. ‘Don Antonio’ ya se había curado en salud. Se ideó la forma de ocultar una grabadora que registrara la tramposa propuesta de ocultar el asesinato de un hombre inocente.

Don Antonio - Foto: Archivo Revista Semana

Don Antonio - Foto: Archivo Revista Semana

Palabras más, palabras menos, en el audio quedó para toda la vida configurado el delito de soborno. Entre las propuestas que después fueron publicadas en todos los periódicos de la costa se encontraban conjuras de alto calibre. “También dices: ‘he recibido visitas de Ariel Peñarredondo de parte de la oficina del doctor De la Espriella’ y dices que te pidió que te ratificaras en tu versión pero que no te ofreció nada, eso te da más credibilidad así. Eso te da un toque bacano”, incita Arcadio Martínez Pumarejo a ‘Don Antonio’. Durante la larga conversación en el encierro de La Picota, para rematar el abogado Martínez Pumarejo bajó un poco el volumen de su voz y sentenció: “Gánate ese billetín y ábrete como la yuca. (…) Se me acaba de ocurrir una idea. Tú dices esa vaina y nos ganamos la confianza de la vieja para la próxima”.

Este jueves, es probable que al detenido Arcadio, mientras suplica en silencio que la juez lo deje retornar a su calurosa Barranquilla, se le aparezcan en la mente aquellas imágenes del día en que se acabó de hundir en el mar de sus maromas. Era un domingo 10 de febrero de 2013. El Abogado Arcadio Martínez Pumarejo, arribó a un concurrido centro comercial de ‘la arenosa’. Iba vestido con unos finos mocasines, un pantalón beige y una camiseta marca Lacoste color rojo escarlata. Al llegar se encontró con David Mostacilla, quien lo esperaba en una mesa de la plazoleta de comidas. Se saludaron como si fueran amigos de siempre, aunque jamás en la vida se habían visto. Rápidamente Martínez Pumarejo le indicó que en dos bolsas le llevaba 250 millones de pesos –en una iban 100 y en la otra 150 en billetes de $50.000- para que le llevara la primera parte del pago al jefe paramilitar ‘Don Antonio’, como lo acordaron previamente. Que cuando rectificara su versión sobre el asesinato de Fernando Cepeda, la beneficiada le cancelaría los otros 250 millones de pesos.

Doblemente configurado el delito de soborno y filmado tras bambalinas, el abogado Arcadio Martínez Pumarejo observó cómo media docena de agentes del CTI lo capturaron en flagrancia. Ya no había nada que hacer. El hombre al que quiso sobornar salió más astuto que él y con anterioridad había puesto en conocimiento de las autoridades aquel plan infame. Esa tarde, sentado en las oficinas de la Fiscalía, Arcadio balanceaba la pierna izquierda de manera nerviosa mientras observaba a los agentes contar uno a uno los billetes del soborno. También había pedido permiso para ir al baño, pero los agentes lo descubrieron cuando trataba de desaparecer su celular. Como si fuera poco a los 250 millones, que en un pacto de bandidos se había acordado entregar, le faltaba un millón porque alguien le había sacado a cada fajo un billete de cincuenta mil pesos.

Es factible que la Juez 49 de Control de Garantías, con argumentos fácticos le vuelva a negar por sexta vez la solicitud de prisión domiciliaria a Arcadio Martínez Pumarejo. Así mismo, como las veces anteriores, el abogado denunciante Abelardo De La Espriella, le recordará al fiscal del caso y a la propia Juez, que todo cuanto hizo Martínez Pumarejo no fue sólo tratar de sobornar a una persona, sino concertarse con otra (Silvia Gette), para ocultar al verdadero asesino del empresario Fernando Cepeda.

Quizá de regreso a la cárcel La Modelo, sintiendo aquel frío de Bogotá y viendo por las hendijas del furgón del Inpec las amplias avenidas de la capital, Arcadio Martínez Pumarejo se devolverá en el tiempo y anhelará aquellos días en los que fue libre.

Nieto del célebre compositor de vallenatos Tobías Enrique Pumarejo, recordado por composiciones como La víspera de año nuevo y Cállate Corazón, Arcadio en su infancia quiso seguir sus pasos. Aprendió a tocar el acordeón e intento fallidamente componer canciones. Sus padres se trasladaron de Valledupar a Barranquilla donde comenzó a crecer en otro ambiente. En su adolescencia Arcadio tendría uno de los episodios más oscuros de los que se tenga noticia en la capital del Atlántico. Tenía 18 años y no se sabe cómo, de un arma que sostenía en sus manos, se salió un tiro que mató al instante a uno de sus amigos de barrio. Los hechos fueron conocidos como un accidente, de tal suerte que los papás de Arcadio decidieron enviarlo a los Estados Unidos para evitar venganzas y más fatalidades. En Nueva York dura dos años y regresa con sed de dinero.

Según fuentes de la época, su papá, que también se llamaba Arcadio, tenía una compraventa de carros de segunda mano donde se hacían todo tipo de negocios. Tuviera o no tuviera papeles, los carros se vendían. A mediados de los años noventa, justo antes de entrar a estudiar Derecho en la Universidad Libre, el joven Arcadio monta un frigorífico de pollos.

Félix Antonio Chitiva

Félix Antonio Chitiva, alias 'La Mica'

Pero todo indica que ahí es donde se tuerce su camino. En una versión juramentada desde los Estados Unidos, el narcotraficante Félix Antonio Chitiva, más conocido en el mundo de los gánster costeños como alias ‘La Mica’, declara que: “el señor Arcadio Martínez Pumarejo perteneció a la organización que lideré hasta el año 2001 cuando fui capturado en ese país. Su función era la de diseñar y ejecutar estrategias para llevar a Colombia las divisas producto del tráfico de drogas, actividad que las autoridades identifican como lavado de activos”. Chitiva había sido parte del cartel de los hermanos Mejía Múnera, como lo confesó en la emisora W Radio, donde contó con gran variedad de datos cómo y cuándo Arcadio Martínez Pumarejo había hecho parte de aquella banda criminal.

En argot de la calle a ese trabajo se le conoce como ‘bajar plata’. Desde hace algún tiempo a Martínez Pumarejo se le acusa de haber integrado un clan de mafiosos donde estaba ‘La Mica’ y un vallecaucano llamado Juan Carlos Ocoró. De aquellas andanzas también dio testimonio juramentado desde los Estados Unidos, otro narco conocido con el alias de ‘Boliche’, llamado realmente Jorge Hernández Villazón: “en el año 1996 (Arcadio Martínez Pumajero) trabajó en sociedad con su primo Luis Eduardo Manjarrez Pumarejo, recibiendo drogas, como kilos de cocaína a diferentes grupos de narcotráfico de Colombia y a su vez lavaba el dinero con una empresa de pollos (…)”, aseguró el capo.

“Mientras estudiaba, traqueteaba”, le dijo una fuente a LAS2ORILLAS. De hecho, Arcadio Martínez Pumarejo finalizó materias en el año 1999, pero justo por esos años, al parecer, comenzó a meterse de lleno en el mundo del narcotráfico cuando decidió ser la cabeza de un envío de cocaína hacia los Estados Unidos. Pero esa sería su gran caída. Las versiones coinciden en que el cargamento fue incautado por las autoridades extranjeras y que la inversión de un millón de dólares se perdió. Por tal motivo sus socios, que como bien se sabe en el mundo de la mafia no cobran lo que invirtieron si no lo que iban a ganar, le quitaron todo lo que tenía. “Lo mandaron recoger, incluso no se salvó ni la casa de sus papás”, asegura la fuente. Una de las pruebas fácticas de las que se tiene conocimiento sobre aquella perdida y aquellas andanzas, la entregó el propio Chitiva, alias ‘La Mica’. El narco como parte de pago de lo perdido, le recibió las escrituras y la posesión de la finca ‘La Gloria’ que estaba a nombre de la mamá de Martínez Pumarejo, es decir de la señora Ana Cristina Pumarejo de Martínez quien le transfirió los derechos del predio a una testaferro de ‘La Mica’ llamada Raquel del Socorro Chaín, como consta en el certificado de tradición de matrícula de aquel inmueble.

Venido a menos entró en depresión. Sin un peso en los bolsillos, había desaparecido aquella vida de carros de alta gama, bellas pero interesadas mujeres y derroche de fiestas hasta el amanecer. En el año 2002 Arcadio decide echar mano de lo que a los humanos nunca nadie nos puede quitar: nuestros estudios. En tiempo record finaliza todos sus preparatorios y empieza a litigar. No obstante, en su primer caso, el cual se lo encomiendan en Bogotá donde llega a pedir trabajo, se ve opacado porque la superficialidad y la ligereza de sus estudios le cobran la realidad que se vive en los tribunales. Arcadio no puede con el caso y se ve en la obligación de devolverlo al buffet de abogados.

Se piensa hábil en arreglar pleitos y así comienza con una seguidilla de acuerdos para ayudar a los gánster que en otrora había conocido y ahora se encontraban en problemas jurídicos. Siempre los arreglos se daban por fuera de los juzgados en una suerte de conciliaciones oscuras que le dan sus primeros triunfos. Incluso, una de sus clientes fue la viuda del cantante Joe Arroyo, la señora Jackeline Ramón, quien trató de negociar con su contraparte la herencia del desaparecido artista.

Por sexta vez, quizá, el abogado Arcadio Martínez Pumarejo regresará a su celda en la cárcel Distrital, buscará de nuevo este expediente de extorsión y tratará de hallar otro argumento para regresar a aquella casa que dejó por tratar de cambiar la versión de un crimen. Tal vez, Arcadio, también releerá los otros tres expedientes donde, además, se le acusa de injuria y calumnia, concierto para delinquir, enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Es probable, por sexta y última vez, quizá, que Arcadio ya no tenga salida ni siendo su propio abogado.

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