Aquí no hay gente de bien… hay colombianos

Aquí no hay gente de bien… hay colombianos

"Hay que ser muy acabachiros para sentirse orgullosos de un pueblo que no hace sino dejarnos muy mal… no somos muy distintos a los payasos que montamos en el poder"

Por: Hans Sebastían Valbuena
septiembre 04, 2019
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Aquí no hay gente de bien… hay colombianos
Foto: Las2orillas

Por favor leer hasta el final.

Con todo y el regreso a las armas de las Farc habrá que hacer un inventario riguroso de lo que significa llevar el apodo de "colombianos". Porque la realidad violenta de un país violento con gente violenta termina reducida a esto, al llamado a la guerra de unos pocos para que mueran muchos, pero esos muchos no son tantos, son campesinos vestidos de soldados, de un lado o del otro, y son, además, militantes sin rostro en las calles sin nombre que no tienen más remedio que creer en el enemigo que una franja muy delgada de burócratas les han vendido. Me importa un carajo si me llaman mamerto, guerrillero o comunista porque una vez más y para la vergüenza de nuestra historia nos han engañado, han pisoteado una esperanza de paz ya casi extinta. Ahora se jactarán de haber advertido lo que ellos mismos provocaron, lo que nunca entendieron... que se hace la paz con enemigos no con amigos, con gente que piensa distinto, pero que ellos simplemente quieren ver iguales.

Sin embargo, esto no debería sorprendernos, la leguleyada de unos pocos ha venido determinando la suerte de muchos y esto ha sido un trabajo de ambos bandos. La izquierda esquizofrénica que no es capaz de ver más allá de sus diferencias se ha creído distinta —y lo parece en las legislaturas—, pero cuando llega el momento determinante donde las colegiaturas pesan más que las huevas de Hércules entonces ya no vale nada, porque se comporta como niño de kínder —sin querer ofender a los niños de kínder— que no quiere compartir lo que cree que le pertenece por derecho histórico y político… la razón.

¡Pero vea qué sorpresa! ¡Apareció Santrich! ¡Cerraron noticias uno! ¡Y la Fiscalía dice que los desaparecidos no son desaparecidos! Dejen de sorprenderse e indignarse por maricadas, cosas que en este país pasan y parecen que nunca van a cambiar. El día que alguien serio haga algo distinto por este país recibirá de mis manos el Premio María Juliana Ruíz y deberá sentirse honrado porque yo tampoco he hecho un culo por esta finca. Ya me parezco a la Corte “Suprema” de “Justicia”. Sí, los mismos que se demoraron poquito para llamar a cierto personajillo a indagatoria. Cosa que el colombiano promedio ya olvidó… la memoria no es una de nuestras virtudes.

Vea, no basta con nacer aquí para ser colombiano, hace falta ser mezquino, perezoso, corrupto o corruptible, arrodillado y tonto. Seguramente a muchos no les gustarán estas líneas, pero es que hay que ser muy acabachiros para sentirse orgullosos de un pueblo que no hace sino dejarnos muy mal… porque nosotros no somos muy distintos a los payasos —con todo respeto a la profesión de la que muchos se burlan sin saber qué es— que montamos en el poder. No nos creamos tan diferentes, porque es muy cierto el proverbio bíblico que advierte que el pueblo tiene el gobernante que se merece… en estas líneas otra canallada, prefiero citar unas líneas del libro de manual de convivencia de “nuestro” embajador en la OEA que tiene alguna vaina ancestral gringa que tan bien nos identifica. Ningún otro argumento más encarnado de lo que hablo que el tal Juanpis este —que con mucha razón lo han amenazado… quién se cree para andar soltando verdades disfrazadas, esas se dicen de frente— porque eso es lo que somos. En cada rincón del país hay uno de esos que cree que hay una sola manera de ser y que es la correcta, la de la gente de bien… error, aquí no hay gente de bien… hay colombianos.

***

Lo anterior es un ejercicio escrito del universo nacional que a diario enfrentamos. Es la expresión misma de la violencia sobre el papel o la pantalla, pero una violencia autoinfligida. Existe una violencia de baja frecuencia, una que no se cuenta y que no cabe en estadísticas. Es la misma que nos tiene al borde de otro espiral trágico y que tiene la característica de repetirse o reciclarse. Las decisiones no son solo de “ellos”, son también de nosotros… de cómo nos pensamos y cómo reflexionamos sobre de lo que realmente se trata ser colombianos. No somos lo que hoy creemos de nosotros mismos.

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