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Las oraciones de su cucha le resuenan a Poncho como un escudo que lo vuelve inmune a las balas; le rebotan y si le entran apenas le hacen cosquillas. Hubo una que se le enquistó en la cintura pero vive tranquilo con ella. La bala de la médula lo llevó a rodar en una bicicleta obligado a apoyarse en una muleta. Cuando el desorden áspero de las calles de Puerto Tejada — municipio a 17 kilómetros de Cali– le dan tregua. se detiene a pensar en su vida sin la 9 mm que le ha permitido llegar a los 25 años: