Apostarle al desenfoque
Opinión

Apostarle al desenfoque

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agosto 27, 2013
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También he sufrido el conocido “Síndrome de la hoja en blanco”, pero a la inversa: mis hojas están llenas de ideas, de temas, de ganas de opinar. En un país tan elitista y clasista, durante siglos la palabra que ha circulado públicamente ha sido masculina, de propietarios educados, mestizos, heterosexuales (al menos no homosexuales declarados), de señores que se reconocen expertos en temas.

Y la mayoría de medios de comunicación, que son propiedad de los dueños del poder económico y político, siempre recurren a las mismas fuentes: presidente, ministros, políticos, obispos, curas, generales: en pocas palabras “autoridades civiles, eclesiásticas y militares”.

Sin embargo, qué diferente se presenta la realidad cuando se oye a los otros sectores. Qué diferentes son las versiones del Esmad y el ministro de Defensa a las versiones de las y los líderes del movimiento papero, lechero, cafetero, transportador, estudiantil. Es como cuando una emisora está mal sintonizada, o una cámara desenfocada y de pronto, con una ligera vuelta del lente o del dial, se abre una nueva claridad. Qué falta hace que esta diversidad circule en igualdad de condiciones en los medios.

Las voces de mujeres son una de las ausencias o presencias parciales más notables. Claro que desde hace décadas algunas mujeres son consultadas para temas específicos. Y otras, aunque no seamos consultadas, nos colamos a opinar en medios escritos, hablados y audiovisuales. Cada vez los temas son más y de mayor envergadura; en orden decreciente, puedo citar en qué hemos ido construyendo palabra y opinión las mujeres: temas de etiqueta y glamur, modas, farándula, consultorios sentimentales, chismes políticos, deportes, análisis político, análisis sociológico, realidades ambientales… Las mujeres tenemos opinión, como los hombres, sobre lo divino y lo humano, aunque el periodismo no se dé cuenta hasta ahora de que somos fuentes con criterio de autoridad en tantos temas.

Para muestra, los temas del programa Maestra Vida, un magazín que durante 16 semanas en Telepacífico, los lunes a las 7 p. m., ha posicionado una agenda que incluye: economías alternativas, participación política, maternidades, amor, creatividad, nuevas masculinidades, el cuerpo, las espiritualidades, la seguridad humana, los feminismos, la locura y otros más. En todo el país se abren iniciativas de este tipo que aportan temas, enfoques y abordajes diversos, que demuestran que las mujeres no debemos seguir relegadas a las secciones de farándula ni a ser objetos de la publicidad.

Es más, en coyunturas tan interesantes como la actual, con movimientos sociales develando las inequidades del país, con un proceso de paz generando expectativas e incertidumbres, habría que apostarle al desenfoque: nuevas voces, lecturas y miradas son necesarias para comprender más aristas de nuestra realidad.

Otros enfoques, presentes en  los análisis de los sectores que pocas veces han tenido la palabra. Es un momento en que Santos, que quiere ser recordado como el gran reformador social, le apueste al cambio cultural, otorgando emisoras y espacios televisivos a los sectores “subalternos” para que así las nuevas generaciones puedan conocer, comprender y amar el país diverso, ese que queda oculto en la versión del mundo de las mismas tristes y parciales fuentes de siempre: autoridades civiles, eclesiásticas y militares.

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