En Colombia, la gente desperdicia demasiadas servilletas. Abundan los comercios, empezando por las panaderías, donde al comprar, por ejemplo, un simple pan, en lugar de darle una o a lo mucho dos servilletas, le ofrecen hasta cinco o seis (supuestamente por la habitual intolerancia de quienes se ponen bravos si les dan pocas), un verdadero desperdicio que debe corregirse de raíz con una mejor cultura ciudadana.
Siempre que me ofrecen muchas, yo las rechazo y les acepto solo una. E incluso así, si la servilleta casi no se ensucia, la guardo y la llevo a casa.
Y con todas esas servilletas que he guardado, cuando un plato o un contenedor de comida está muy sucio o hasta grasiento, le paso una de esas servilletas para quitarle el exceso de residuos: es mi prelavado en seco.
De esta forma, cuando lavo la vajilla, en realidad ya no necesito enjabonarla ni restregarla mucho ni usar tanta agua: basta un simple chorrito.
El cambio climático ya está impactando hasta países supuestamente ricos en agua como Colombia, y el consumo y la producción responsables, centrados en la prevención, son una urgencia.
De modo que este pequeño consejo del prelavado en seco de la vajilla puede también ayudarle a ahorrar mucha agua.